Ciencia

¿Es 'Próxima b' el futuro hogar de la humanidad?

Un equipo de astrónomos anuncia el hallazgo de un planeta rocoso similar a la Tierra en nuestra estrella más cercana. Además de ser uno de los descubrimientos astronómicos más impactantes de los últimos años, el anuncio ha disparado la imaginación sobre la posibilidad de llegar hasta allí en un futuro lejano.

  • Impresión artística del aspecto de Próxima b

El equipo del astrónomo Guillem Anglada-Escudé publica este miércoles en la revista Nature uno de los descubrimientos astronómicos más impactantes y esperados: la existencia de un planeta de tamaño similar a la Tierra en la órbita de la estrella más cercana a nuestro Sistema Solar, a apenas cuatro años luz de distancia de nosotros. A partir de los datos obtenidos desde dos telescopios del Observatorio Europeo Austral (ESO) entre 2000 y 2014 y una serie de observaciones realizadas entre enero y marzo de 2016, los científicos han detectado la presencia de un planeta rocoso, de una masa de 1,3 veces la de la Tierra, que orbita alrededor de la estrella Próxima Centauri.

"El siguiente paso es la búsqueda de vida en Próxima b", aseguran sus descubridores

Lo que lo hace especialmente interesante es que el planeta se mueve en la zona 'templada' de la estrella, en aquella en que quizá sería posible encontrar agua en estado líquido.  El planeta, bautizado como Próxima b, da una vuelta a su estrella cada 11,2 días y lo hace tan rápido porque está mucho más cerca de lo que estamos nosotros del Sol, a unos 7,5 millones de kilómetros (un cinco por ciento de la distancia que nos separa a nosotros de nuestra estrella). Por otro lado, Próxima Centauri es una enana roja, una estrella fría de la constelación de Centaurus que se encuentra cerca de un par de estrellas mucho más brillantes conocidas como Alfa Centauri A y B.

El hallazgo es especialmente meritorio porque se ha hecho a partir del análisis cuidadoso de los minúsculos cambios en el efecto Doppler. Observando la luz de la estrella, los astrónomos detectaron pequeñas variaciones que indicaban la presencia de un planeta cuya gravedad estaba alterando la luz. "Se han encontrado muchos exoplanetas y van a descubrirse aún muchos más, pero buscar el potencial análogo de la Tierra más cercano y conseguirlo ha sido la experiencia de toda una vida para todos nosotros", asegura Anglada-Escudé. "El siguiente paso es la búsqueda de vida en Próxima b".

Aunque Próxima Centauri es mucho más débil que el Sol, el hecho de estar tan cerca hace que el planeta se vea fuertemente afectado por las llamaradas de rayos X y de radiación ultravioleta procedentes de la estrella. “La densidad de flujo magnético de Próxima Centauri sobre este planeta es 600 veces mayor que la del Sol sobre la Tierra, el flujo de rayos X es unas 400 veces más intenso que el que recibe nuestro planeta, y otro tanto ocurre con la radiación ultravioleta que alcanza Próxima b”, explica a Next Carlos Briones, investigador del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA) y experto en astrobiología. “Es difícil aventurar si en ese entorno de radiación tan extremo la vida podría haberse originado y mantenido”, añade. Y más teniendo en cuenta que se desconoce si Próxima b tiene un campo magnético como el de la Tierra, que le protege de las radiaciones. De lo contrario, las fuertes tormentas harían difícil la proliferación de algún tipo de vida.

Aunque aún falta muchísima información para conocer su Próxima b es potencialmente habitable, sí podemos hacernos una idea del aspecto que tendría este planeta si pudiéramos posarnos sobre su superficie. "El tamaño aparente de su estrella en el cielo sería casi el triple que el nuestro, todo un espectáculo", asegura Miguel Santander, astrónomo y escritor de ciencia ficción. "Se trata de una estrella rojiza y mortecina que apenas emite luz en el espectro visible, de modo que el planeta estaría envuelto, para nuestros ojos adaptados a la vida en la Tierra, en una penumbra constante que las cercanas Alfa Centauri A y B no lograrían deshacer". Por otro lado, al estar tan cerca de la estrella, es probable que Próxima b esté acoplado en su rotación con Próxima Centauri, del mismo modo que lo estamos nosotros con la Luna. Es decir, el planeta ofrecería siempre la misma cara a su estrella, lo que complicaría la habitabilidad del mismo, según Santander, "al estar el lado diurno muy caliente y el nocturno tan frío que, de haber atmósfera, esta podría llegar a congelarse, literalmente". Otra posibilidad interesante es que existiese un cinturón habitable en la frontera entre ambos hemisferios, el frío y el más caliente, aunque por ahora tal posibilidad es pura especulación.

¿Cómo podemos aprender más cosas sobre las características de este mundo tan cercano y prometedor? Si tuviéramos la suerte de que Próxima b transita en algún momento entre su estrella y nosotros (los científicos estiman que solo existen un 1,5% de probabilidades de esto) podríamos utilizar la espectroscopia de transmisión para analizar la composición de su atmósfera y saber más detalles sobre las posibilidades de viajar hasta allí.  Con el lanzamiento del telescopio espacial james Webb en 2018, los astrónomos esperan encontrar muchos más exoplanetas en la zona templada de las enanas rojas, lo que permitiría comparar los datos. Las enanas rojas son las estrellas más abundantes de la galaxia, pero solo se han descubierto unos cuantos planetas del tamaño de la Tierra en sus zonas templadas. Como escribe Artie Hatzes en Nature, “si solo una pequeña parte de las enanas rojas tuvieran planetas en su zona templada, nuestra galaxia podría estar bullendo de vida”. Como curiosidad, Próxima Centauri seguirá existiendo muchos cientos de miles de años después de que se extinga nuestro sol, lo que permitiría a cualquier forma de vida existente allí seguir evolucionando mucho después o, quién sabe, a los propios humanos mudarse de barrio dentro de la galaxia si la tecnología nos permite superar la distancia.  

Se investiga en sistemas que nos permitirían llegar a la estrella más cercana en 20 años

De momento, la humanidad se encuentra un poco lejos de llegar hasta un sistema situado a cuatro años luz, lo cual no quiere decir que sea imposible. La sonda más rápida lanzada hasta ahora es la Voyager 1, que se aleja del Sol a una velocidad de 17 km/s. A esa velocidad, recuerda el astrofísico y divulgador Daniel Marín, tardaríamos 74.000 años en llegar a Próxima Centauri. “Usando la tecnología que ya está disponible es posible enviar naves no tripuladas que vayan casi cinco veces más rápido gracias al empleo de velas solares y sobrevuelos cercanos del Sol y Júpiter”, añade. “Evidentemente, no es suficiente, ya que tardaríamos más de 14.000 años en llegar”. Para alcanzar Próxima b hace falta introducir nuevas tecnologías, asegura el astrofísico, como la propulsión mediante velas láser. “En ese caso sería posible llegar a la estrella más cercana en 20 años”. Ya se ha presentado un proyecto para trabajar en esa vía, aunque todavía nos falta mucho para alcanzar este nivel de desarrollo. “Pero si de lo que hablamos es de enviar personas, me temo que todavía nos queda mucho por delante”, concluye Marín. “Para eso no solo deberíamos desarrollar nuevas tecnologías, sino crearlas casi desde cero (propulsión de antimateria, fusión nuclear, etc.) y ni siquiera sabemos si son factibles”.

Referencia: A terrestrial planet candidate in a temperate orbit around Proxima Centauri (Nature) DOI 10.1038/nature19106

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