Ciencia

Un investigador español encuentra uno de los retratos perdidos de la ‘locura’

En el año 2017 la historia de las “monomanías” de Théodore Géricault se cruzó en el camino del neurocientífico e investigador español Javier S. Burgos y se convirtió, paradójicamente, en

En el año 2017 la historia de las “monomanías” de Théodore Géricault se cruzó en el camino del neurocientífico e investigador español Javier S. Burgos y se convirtió, paradójicamente, en su propia obsesión. Para alguien que ha desarrollado su carrera científica en el campo de las enfermedades neurodegenerativas la historia lo tenía todo: entre 1822 y 1823 el pintor francés retrató a una serie de enfermos en los psiquiátricos de París tratando de mostrar los diversos rostros de la “locura”. Cinco de ellos - la envidia, la cleptomanía, la ludopatía, la megalomanía y la pederastia - han llegado hasta nuestros días y se exhiben en diferentes museos, pero de los otros cinco que se citan en la documentación de la época nunca se había vuelto a saber. Hasta ahora.

Tras escribir un artículo sobre “los retratos perdidos de Géricault”, Javier Burgos comenzó una investigación incansable, tirando de todo tipo de pistas y cabos sueltos. Si era cierto que el artista francés había pintado a otros cinco enfermos, ¿dónde habían ido a parar aquellos cuadros? “Cinco cuadros extraviados que hacen volar la imaginación del científico y del erudito”, escribió en 2017. “Qué bello sería recuperar las pinturas ausentes, desvelar el misterio, conocer si los retratos perdidos de Géricault amplían la gama de locuras o, por el contrario, constituyen el más excelso experimento médico que ha aportado jamás el arte a la ciencia”. Tres años después, tras recorrer los más insospechados vericuetos del mundo del arte y la psiquiatría, el mediodía del 11 de enero de 2020 Javier se encontró en el interior de la mansión de un misterioso coleccionista en Italia que le invitaba a coger un cuadro de la pared. “Cójalo, cójalo”, le dijo. “Yo también creo que es una de las monomanías”.

La monomanía de la religión

El cuadro “El hombre melancólico”, cuyo hallazgo se publica este jueves en la revista The Lancet Neurology, muestra el rostro de un hombre de aspecto deteriorado y mirada perdida, vestido con lo que parece un atuendo religioso. Al contemplarlo, el investigador español supo inmediatamente que estaba ante uno de los retratos perdidos. Como explica en el artículo publicado en The Lancet, las dimensiones del cuadro, la composición, los colores utilizados, y hasta el título de la obra, son coherentes con el resto de retratos de la serie e indican que se trata del primero de las cinco “monomanías” desaparecidas a lo largo del tiempo. Estudiando los tratados sobre enfermedades escritos por el psiquiatra Étienne-Jean Georget, que fue quien encargó los retratos a Géricault, Javier se inclina por pensar que este retrato refleja la monomanía de la religión - la teomanía o la demonomanía - y es especialmente interesante porque se trataría de la primera monomanía de la serie dedicada a la categoría de la “tristeza", ya que las otras pertenecen al grupo de males que Georget identificó con la “excitación”.

Detalle de "El hombre melancólico", de Géricault | Cortesía de Javier S. Burgos

“Estamos hablando de una época en que estaban en boga la frenología y la fisiognomía y se pensaba que la cabeza o la expresión de la cara te podía dar pistas sobre la enfermedad que tenían”, explica el investigador a Vozpópuli. “Hay una corriente que consiste en pintar locos y a menudo los pintan con carácter docente, para intentar enseñar a los alumnos de medicina". Es en aquel contexto en el que Georget, psiquiatra del hospital de Salpêtrière de París, se cruzó con Géricault. El pintor era seguramente el mejor retratista de la época y había pintado un par de años antes el cuadro que le lanzó a la fama, “La balsa de la Medusa”. Para documentarse, Géricault recorrió durante semanas las morgues y hospitales parisinos en busca de miembros y cadáveres que le permitieran reproducir con mayor precisión la anatomía de los cuerpos retorcidos y putrefactos. En uno de aquellas visitas entró en contacto con Georget, quien consideró que era el más apropiado para reflejar la expresión de sus enfermos.

Géricault recorrió durante semanas las morgues y hospitales parisinos en busca de miembros y cadáveres

Georget y los médicos “alienistas” describían en sus tratados una serie de pasos por los que evolucionaba cualquier cuadro de locura. “Primero la iditotez y después la manía, la monomanía, la estupidez y la demencia”, apunta Javier. “Y describe lo que es la monomanía, que para ellos era una obsesión concreta y se caracteriza por ser única, sobre un solo aspecto”. Los rostros de las cinco monomanías de Géricault identificadas hasta ahora muestran a una mujer poseída por la envidia o los “celos neuróticos” (a la que se conoce como “La Hiena” y de la que se sospecha que quizá sufría esquizofrenia), un cleptómano de mirada penetrante, una ludópata cuya muleta y cuyos rasgos recuerdan la sintomatología del párkinson, un “ladrón de niños” de aspecto verdaderamente inquietante y un “megalómano” vestido de militar con sus medallas. “Rostros anónimos de desvariados con impulsos irrefrenables, con deseos intensos que controlan su conciencia y que anulan su raciocinio, que les empujan a la acción irreflexiva y compulsiva”, escribe Javier. En uno de aquellos textos Georget identificaba un tipo concreto, “la monomanía melancólica”, que corresponde, a su juicio, la representada en el retrato recién descubierto.

Una búsqueda ‘frame a frame’

El camino que llevó a Javier Burgos hasta el retrato de “El hombre melancólico” daría para el guion de una película de detectives. La pista de los diez retratos se perdió en 1828 tras la muerte del médico Georget, que dividió los cuadros en dos lotes para sus dos discípulos Maréchal Lachèze. Los cuadros que conocemos hoy llegaron a través del segundo, mientras que el rastro de los cinco asignados a Maréchal se perdieron en la noche de los tiempos. ¿Cómo retomar aquel hilo? “Empecé a a buscar de las formas mas peregrinas”, recuerda Javier. “Desde revisar toda la literatura sobre el tema a coger los cuadros, rejuvenecerlos y buscar en internet con búsqueda inversa”.

Javier Burgos ha obtenido pistas para continuar la búsqueda de las otras cuatro monomanías

Después de meses de tanteos infructuosos y de alcanzar varios callejones sin salida, en 2019 el investigador encontró una pista que parecía prometedora. Localizó una exposición en Rávena (Italia), bajo el título “Borderline, artistas detrás de la locura y la normalidad”, y al visualizar el vídeo promocional detectó la presencia de una obra, borrosa por la calidad del vídeo, que despertó inmediatamente sus sospechas. “Me puse el vídeo antes de irme a dormir”, recuerda, “y en un momento hay una imagen que me llama la atención y lo paro. Hay dos cuadros, uno pequeñito que yo sé que es de Géricault y que es el retrato de uno de los médicos, pero a la derecha hay un cuadro con un rostro que no se ve bien, pero que por tamaño podría ser una de las monomanías”. Los tamaños y las proporciones coinciden, pues los retratos de los alienistas suelen ser más pequeños que los de los enfermos, pero ¿quién es esa figura borrosa del cuadro que aparece a la derecha durante un segundo del vídeo?

La imagen del vídeo en la que Javier Burgos detectó la pista del cuadro

A partir de aquel momento comenzó un intercambio de mensajes con los responsables del museo de Rávena, que se negaban en principio a dar más datos sobre el cuadro, al ser de un coleccionista privado. A aquellas alturas el español aún no sabía si la obra de la derecha era de Géricault ni cuál era su título. Por fin, muchos correos y muchas semanas después, le mandaron el catálogo donde constaba la autoría del francés y el nombre de la obra. “Retrato del hombre. El hombre melancólico, de Géricault” recuerda Javier. “Una obra que ni está en la red ni nunca he oido hablar de ella. Yo estaba que me subía por las paredes”. Finalmente, sus esfuerzos por contactar con el coleccionista fructificaron y tras un primer correo se mostró totalmente abierto a enseñarle el cuadro. “Ven y lo ves en persona”, le escribió. La historia acaba en enero de 2020 en una mansión en algún lugar de Italia con otras muchas obras de arte, con la reunión con aquel misterioso/a millonario/a con quien Javier se ha comprometido a no dar más datos. También se reserva algunas de las pistas sobre el origen del nuevo cuadro porque no quiere que nadie se le adelante en la búsqueda de las otras cuatro monomanías pendientes de descubrir.

La historia de las monomanías nos informa sobre los primeros intentos por comprende mejor la mente humana

¿Qué otras ‘locuras’ pudo pintar Géricault en aquellos retratos? “Las posibilidades son enormes”, comenta Javier Burgos. “Georget menciona la pobreza, el maltrato, la borrachera, el amor despechado, el onanismo, el infortunio, la apoplejía, las revoluciones del espíritu, la progresión de la edad y hasta los idiotas de nacimiento”. Todas estas categorías tienen un componente arbitrario y hoy día tienen escaso valor científico, pero la historia de las monomanías nos informa sobre los comienzos de una ciencia y los primeros intentos por comprende mejor la mente humana. “Aparte de lo bonita que es la historia”, explica Javier, “para mí es una demostración de que el arte y la ciencia al final son dos formas de intentar comprender el mundo. Géricault es un retratista virtuoso, es capaz de reconocer el alma de aquella gente. Ves “La Hiena” y te transmite lo que es; si ves los ojos hundidos, la muleta apoyada y la expresión de la ludópata reconoces los rasgos de un enfermo de párkinson”. “El pintor fue capaz de captar aquella enfermedad”, concluye, “y creo que eso es exactamente lo que ves cuando miras los ojos de ese hombre que representa la melancolía”.

Referencia: “A new portrait by Géricault” (The Lancet Neurology) https://doi.org/10.1016/ S1474-4422(20)30479-8

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