Mientras que Pedro Sánchez se va de vacaciones en el Falcón (sin corbata), la economía española muestra los primeros síntomas claros de la nueva dolencia que se cierne sobre la Eurozona: la recesión. En los próximos meses, toca sufrir una nueva embestida de la crisis que arrancó hace 28 meses en Wuhan. Y esta vez, a menos que un milagro inesperado en Ucrania lo evite, la onda expansiva afectará al empleo.
Esta es, lamentablemente, la novedad. Cada vez es más certero pronosticar que el mercado laboral español sufrirá un bache en la segunda mitad del año. Ya ha empezado a sufrirlo, de hecho. Por mucho que Sánchez invite a "leer los datos de empleo con lentes distintas", julio se ha cerrado con la destrucción de 7.366 puestos de trabajo.
Es cierto que la reforma laboral ha puesto patas arriba la estadística de contratación. Parte de los contratos temporales que se firmaban a lo largo de la campaña se han anticipado y agrupado bajo nueva modalidad modalidad estrella (el fijo discontinuo). Sin embargo, nunca -desde que hay registros oficiales- se había experimentado una caída de la afiliación en un mes de julio. Además, la tendencia negativa se intensificó en los últimos días del mes, lo que invita a pronosticar un agosto más lóbrego todavía.
La causa principal hay que buscarla en la inflación crónica, tan infiltrada ya en las arterias del sistema productivo que se está tornando insoportable para muchas empresas. El fuerte incremento acumulado de los costes de producción está dejando exhaustos a miles de pymes y autónomos. Y a ello se suman las perspectivas de que nada cambiará en los precios en lo que queda de año (la media de los servicios de estudios que recoge Funcas apunta a un IPC del 7,9% este año y del 3,1% el que viene). Uno y otro factor contribuyen a explicar la mayor prudencia de los empresarios a la hora de contratar. O el pánico ante lo que se avecina, según se mire.
Una caída significativa de la demanda de las fábricas refleja malas expectativas de futuro de los empresarios. Y eso es, exactamente, lo que está sucediendo en nuestro país
Esquemas de protección como los ERTE -costosos pero efectivos- ayudaron a algunos países a limitar el impacto de la pandemia en el empleo. España fue un ejemplo: llegó a tener a 3,6 millones de trabajadores arropados por un ERTE y la inmensa mayoría fue reabsorbida poco a poco por el mercado. Las ayudas a los autónomos por cese de actividad también ayudaron a evitar el drama laboral.
Nuestro país había logrado superar el bache de la recesión económica sin consecuencias dramáticas para el empleo. Hasta que Vladimir Putin invadió Ucrania y provocó una crisis inflacionista, cuyas consecuencias aún no hemos notado con toda su intensidad. En apenas 24 horas, dos indicadores han inquietado a los economistas más optimistas, que pierden argumentos frente a los agoreros, quienes llevan tiempo advirtiendo de la amenaza real de estanflación. Este término describe una panorama de precios muy altos y crecimiento económico muy bajo (o negativo).
El primer dato lo aportó ayer el Ministerio de Trabajo, por más que le duela a su titular, Yolanda Díaz. Hablamos de la mencionada caída de la afiliación, junto al aumento paralelo del paro en 3.230 personas. El segundo lo conocimos este lunes y se cocinó en las oficinas de S&P en Nueva York. El índice PMI en España bajó en julio descendió del umbral de los 50 puntos (hasta los 48,7 puntos) por primera vez desde desde mayo de 2020; es decir, desde el peor momento de la pandemia.
El PMI mide el estado de forma de la industria a través de sus pedidos e indica contracción si la cota es inferior a los 50 puntos. Una caída significativa de la demanda de las fábricas refleja malas expectativas de futuro de los empresarios. Y eso es, exactamente, lo que está sucediendo en nuestro país.
"La alta inflación, junto con la considerable incertidumbre económica a corto plazo actualmente existente en España y en todo el mundo, perjudicaron intensamente a la economía manufacturera en julio", señala Paul Smith, el economista de S&P Global Market Intelligence que ha redactado el informe. Su visión encaja como un guante con la estimaciones de inversión empresarial que efectúan los principales servicios de estudios españoles. La mayoría apunta a un importante bajón de cara a 2023 (la media baja del 10,7% este año al 4,7% en el siguiente).
Empleo y estanflación
Las señales del mercado laboral apuntan en la dirección de la temida estanflación. Se trata de un desequilibrio poco usual. Y, cuando se materializa, eleva drásticamente el riesgo de destrucción de empleo. Básicamente, porque las empresas con menos oxígeno se ven obligadas a recortar costes. Y la partida más rápida y fácil de reducir es la del gasto en personal.
"Con una economía en franca desaceleración, con un mercado de trabajo al que la contrarreforma laboral ha hecho aún más rígido, con una indexación total o parcial de los salarios al IPC y con la persistencia de unos elevados costes energéticos es impensable que no se produzca un alza del desempleo o una disminución de la contratación", pronosticaba en mayo Freemarket en un informe titulado 'Camino a la estanflación'. Los datos de afiliación y paro de julio, y la tendencia esperada para agosto, refrendan esta tesis, para desgracia de los ministros más optimistas del Gobierno; y de los muchos miles de españoles que corren un serio riesgo de ser expulsados en los próximos meses del mercado laboral.
Sin_Perdon
Por qué les dicen agoreros cuando quieren decir personas con espíritu crítico que no comulgan con ruedas de molino. Que aprovechen las sanciones a Rusia y la Agenda 2030. Nos vamos a hinchar a comer bichos... El que pueda.
Beeblebrox
España no fue ejemplo en los ERTE. Donde se hicieron bien se dio dinero al trabajador que no podía trabajar y a su empresa para que no tuviera que cerrar mientras no podía funcionar. Así cuando acabó el confinamiento el trabajador recuperaba un puesto productivo inmediatamente. Aquí el trabajador ha seguido muchos más meses en una empresa fantasma y cuando ha salido del ERTE ha pasado directamente al paro o a un "trabajo" de fijo discontinuo que la mayor parte del tiempo sigue significando cobrar el paro
stoicus
Resumiendo: Que el autor no era agorero, era de los creyentes en las cifras macroeconómicas y uno de los que deberían pedir perdón por la cagada de opiniones que ha mantenido desde hace al menos tres años que se veía venir la costalada. Sin problemas. ¡De algo hay que vivir!
Kentrat
¿Pero todavía hay alguien que cree en estos? vamos hace falta estar mal.
arturo moreno
Peor aún; según los resultados de las elecciones, parece que muchos españoles echan en falta esos parásitos que les hace sentir inmenso deleite cuando pegan la frente al suelo al paso de "Mr. Handsome".
Leonidas
Menos para los amigos de Sánchez que va a colocar en nuevos órganos públicos y de lo que nadie habla. A cobrar! Que ésto se va a acabar