Opinión

Para algunos ahorradores nunca acaban las desdichas

Hace un par de meses, un amigo me contaba que el gestor de sus inversiones, en una entidad financiera, le había dicho que 2024 era el año de la renta fija, que la bajada de tipos penalizaría a los bancos o que las tecnológicas de EE.UU. estaban

  • Foto del Ibex 35. -

Hace un par de meses, un amigo me contaba que el gestor de sus inversiones, en una entidad financiera, le había dicho que 2024 era el año de la renta fija, que la bajada de tipos penalizaría a los bancos o que las tecnológicas de EE.UU. estaban caras y tenían bastante riesgo. Por lo que, sin necesidad de asumir riesgo, sería muy sencillo obtener una buena rentabilidad invirtiendo en bonos, bien de algún Estado con rating triple AAA si quería máxima seguridad o bien en otros de peor calificación, como España, si quería buscar más rentabilidad, aunque con mayor riesgo.

Mi amigo estaba un poco mosqueado porque, según me contó, el mismo gestor le había dicho exactamente lo mismo el pasado año, al empezar 2023, y luego los precios de los bonos bajaron bastante (las rentabilidades subieron). Fue así hasta el último trimestre, momento en el que hubo un acusado movimiento en sentido contrario al estimar los mercados que los bancos centrales iban a bajar los tipos muy deprisa. Pero, claro, para entonces, mi amigo ya se había cansado de ver pérdidas continuas en el fondo de renta fija que tenía y había materializado la pérdida, cambiándose a otro con una estructura distinta de inversiones. A ver si me va a pasar ahora otra vez lo mismo, decía…

Pues la verdad es que sí. En 2024 está pasando algo parecido a lo de 2023. Al menos hasta ahora, aunque ya veremos más adelante. Tras esa fuerte subida de precios de los bonos en la parte final de 2023, ha habido de nuevo un claro retroceso en 2024. Porque los mercados postergan ahora su expectativa sobre el momento y la intensidad con que los bancos centrales harán bajar los tipos. Así, por ejemplo, el bono español a 10 años (y el resto algo similar) llegó a estar el 27 de diciembre al 2,73% y ahora está medio punto más arriba, al 3,30% en el momento de escribir esto. Lo que implica un precio más bajo y un menor valor liquidativo de los fondos de inversión que hayan invertido en ellos. De hecho, hace unos días podíamos leer en el diario Cinco Días que “doce de los veinte fondos superventas de la gran banca sufren pérdidas” refiriéndose sobre todo a los de renta fija.

Y es que los mercados siempre suelen extremar sus reacciones, tanto al alza como a la baja y, desde luego, puede no ser lo más aconsejable sumarse a ellos cuando están culminando un movimiento. Así que me pareció que algunos consejos que se daban cara a 2024 eran peligrosos. Porque, en los dos últimos meses de 2023, los precios de los bonos habían mejorado tanto que el ahorrador correría el riesgo de entrar a destiempo. Efectivamente, luego han corregido y a algunos les ha pillado.

No obstante, es evidente que las expectativas de inflación acabarán por moderarse y los bancos centrales, finalmente, bajarán los tipos. Pero con menor rapidez e intensidad de lo que pensaban algunos. Y sin que pueda esperarse ni de lejos una vuelta a los niveles anteriores a la crisis inflacionaria. Aunque sí un nivel nominal de tipos cercano al neutral, quizás algo por encima del 2% cuando acabe el proceso de acomodamiento.

Su objetivo es obtener la rentabilidad mínima que exige, adecuada a su perfil de riesgo. Y puede ser una mala práctica la de cambiar de caballo sobre la marcha, como mi amigo, sobre todo si se hace irreflexivamente

En cualquier caso, con independencia de ello, creo que un ahorrador conservador que, como mi amigo, haya decidido invertir en renta fija a vencimiento, y no tenga agobios de liquidez (hay que invertir a medio plazo solo lo que no se va a necesitar), quizás no debería preocuparse mucho de la evolución de los precios por el camino. Porque, si espera al vencimiento, a él le da igual lo que vaya aconteciendo: salvo que el emisor quiebre, él puede estar seguro de que le devolverán el nominal cuando se amortice el bono y, por tanto, obtendrá la rentabilidad calculada al comprar, que le pareció atractiva y por eso invirtió. Su objetivo es obtener la rentabilidad mínima que exige, adecuada a su perfil de riesgo. Y puede ser una mala práctica la de cambiar de caballo sobre la marcha, como mi amigo, sobre todo si se hace irreflexivamente.

Sin embargo, hay ahorradores que aun mostrando una importante aversión al riesgo -no quieren tener pérdidas bajo ningún motivo- luego se lamentan al ver que las carteras más expuestas de otros cosechan mayores ganancias. Y cambian de inversión saliendo de su zona de confort. También hay personas -generalmente jóvenes- que invierten el 100% de sus ahorros en los activos de mayor riesgo, por ejemplo, en bitcoin… Son ejemplos de la falta de formación financiera que se da entre los ahorradores españoles. Lo que convive, sin embargo, con la apertura de un horizonte de inversión enorme, donde hoy cualquiera puede invertir en cualquier mercado, bien a través de los fondos que ofrecen los intermediarios o incluso haciéndolo uno mismo por su cuenta y mediante los avances tecnológicos… Pero no es muy fácil de conciliar aquello con esto.

Mi conclusión tras estas líneas es doble:

-Por un lado, que unos cuantos gestores y asesores no han tenido sus mejores momentos ni en 2023 ni hasta ahora en 2024, a la hora de pronosticar y recomendar qué hacer con el ahorro. Aunque son gajes del oficio y, por supuesto, quien no hace predicciones y recomendaciones, no yerra.

-Y, por otro lado, que los ahorradores e inversores deben ceñirse a su perfil de riesgo y no pretender la consecución de rentabilidades que se parezcan más a un casino que a un mercado, o que lleven aparejada la violación de su comodidad inversora o que superen su capacidad de resistencia a las pérdidas.

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