Como probablemente sepan, hay españoles de cierta influencia que soñaban alegres con que la emigración mexicana iba a conquistar Estados Unidos, cambiando su idioma y su religión y que eso, por alguna razón evidente, sería bueno para España; luego, cuando les comentabas que, según los estudios del PEW Research Center eso no era así, pues a partir de la segunda generación se empezaban a parecer bastante al americano medio en temas como la práctica religiosa o sus intenciones de voto, se lo tomaban bastante mal y no aceptaban ni analizaban "lo que es". De hecho, pareciera que está ocurriendo lo contrario y, por ejemplo, en las últimas elecciones mexicanas ha intervenido un factor relativamente nuevo: la irrupción con fuerza de un partido evangélico de claras raíces estadounidenses. Por ello he pensado que, antes de analizar a México y a su "nuevo" presidente -que además tomará posesión del cargo el 1 de diciembre-, convenía explorar un asunto que es capital para ellos y aleccionador para todos: la reacción estadounidense a las imposiciones del globalismo.
Integración y cambio demográfico
Salvo algunos grupúsculos nacionalistas bastante violentos que se apropian del concepto "La raza", el resto de inmigrantes mexicanos son, como suele ser común en Occidente (con otras civilizaciones no es así), un ejemplo de integración y, antes de soñar con imposibles en Estados Unidos, esas personas influyentes lo mejor que podrían hacer es preocuparse por su propio país, donde sí se da un fenómeno inmigratorio con una agenda de conquista. Tema distinto es que, aunque esa integración hispana sea evidente, los gobernantes estadounidenses no la quieran de ninguna manera, o que ocurra de una forma menor, porque en esto lo que cuenta son los intereses nacionales.
Si lo que se pretende es aplicar la ‘solución final a una nación, la forma más rápida es cambiar radicalmente su composición demográfica y/o destruir su religión
Lo que sí inevitable es que en los próximos veinte años (luego puede ser incluso peor), en Estados Unidos, como en Europa, a medida que mueran los "Baby boomers", esa cohorte de individuos que tratamos en el artículo "¿Generación sociópata?", y que allí son en su mayoría blancos, anglosajones y protestantes, o WASP, entendidos en sentido amplio, blancos de cultura protestante y anglosajona, dejarán de ser la mayoría de la población pero seguirán siendo la "minoría" más importante e influyente, aunque el Establishment estadounidense, en su locura, intente arrinconarla.
Nación y globalización
Como saben, las naciones tienen dos pilares fundamentales, una es la etnia y otra la religión y, si quieres aplicarle la "solución final" a una nación, una forma de hacerlo es cambiándole radicalmente su composición demográfica y/o destruyendo su religión, que es uno de sus principales determinantes culturales. Las tendencias demográficas europeas van, claramente, en ese sentido, siendo este uno de los fenómenos más fácilmente predecibles si uno se atiene a la evidencia histórica y a los datos, a "lo que es", tal como vimos en "La crisis del siglo".
En el caso americano se da además otro fenómeno: la idea peregrina de los globalistas de que Estados Unidos no es una nación cristiana, algo que ya afirmó su Corte Suprema hace poco más de cien años en un tema precisamente de inmigración, como explican dos teólogos evangélicos en una interesante clase que pueden ver en este enlace. Y, como "lo que es" molesta tanto a los globalistas, en su agenda anticristiana, lógicamente, promueven el Islam (que seguro hay negocio también) y, una vez más, vuelven los teólogos evangélicos a trabajar con los académicos, y cuando explican a sus congregaciones los resultados de su investigación sobre el Islam, sobre "lo que es" el Islam, alguno ha terminado teniendo que llevar protección; son los costes de creer que "La Verdad os hará libres" y de intentar resolver unos temas dando la cara (no hay otra forma) contra los que quieren que te sometas a su agenda sicótica.
Líderes y voluntad nacional
Esa situación, en que el grupo étnico que hizo de Estados Unidos la mayor potencia de la Historia pierde fuerza es, sin duda, para preocuparse; tema distinto es cómo asume eso el debate político. Ya sé que algunos (dentro y fuera) no soportan que existan -tal vez no tanto como a nosotros los españoles-, que otros les envidian y que muchos quieren que caigan, pero lo cierto es que por razones de estabilidad mundial y por defensa de la Democracia, esa decadencia no es una buena noticia, salvo que se prefiera vivir en un mundo liderado por Erdogan, Putin, Xi Jinping o sujetos parecidos, incluso Merkel, y no me digan que "si la gente quiere eso, es democrático", porque no, la Democracia no es eso, como sabemos, pues si pudiéramos elegir representantes y tuviéramos división de poderes, los líderes mencionados no decidirían nuestros destinos.
Por razones de estabilidad mundial, la decadencia de los EEUU no es una buena noticia, salvo que se prefiera vivir en un mundo liderado por Erdogan, Putin o Xi Jinping
El caso es que los estadounidenses, grandes fanáticos de las estadísticas y promotores de su uso a nivel mundial (otro fenómeno "made in USA"), conocen los datos comentados desde hace mucho tiempo, de forma que incluso la aparición de un líder con ideas - formas aparte - parecidas a las de Trump, era predecible. Y no se dejen engañar por la manipulación televisiva de los globalistas (o nuestro monopolio televisivo), esos enemigos de las naciones, porque los cambios que ha venido haciendo Trump, van mucho más allá de su retórica y de la construcción (en realidad ampliación) de un muro, medidas que pueden ver en la larguísima lista de este enlace y que, dada su extensión, no podemos explorar aquí.
Los sujetos constituyentes reaccionan tarde o temprano cuando ven que su propia existencia está en peligro y, la mejor forma de hacerlo, la más civilizada, es que puedan, como allí, elegir representantes y poner gente con criterio a resolver los asuntos, si no, las crisis son peores, que es lo que ocurrirá aquí, donde permitimos que nos impongan listas de políticos sin criterio, más manipulables, que terminan aplicando sus "grandes" y ruinosas ideas, como nos ocurre con Torra y Sánchez.
El muro, ese símbolo
Cuando un país padece una inmigración irregular masiva, descontrolada, lo mejor que puede hacer su gobernante principal, aparte de aumentar los controles, es decirles que si no piensan venir legalmente es mejor que no vengan, algo que Trump y su vicepresidente han hecho en repetidas ocasiones, siendo el muro un símbolo de esa política, pero también un instrumento (sobre todo si saliera un "Chávez" al sur) para que quienes entran, sean mexicanos o no, se sometan a un orden que los de dentro ya tienen asimilado. Lo que nunca se debe hacer es lo de Sánchez y el Aquarius, símbolo de todo lo contrario, barco donde además había violadores.
Estados Unidos siempre ha tenido una política "hemisférica" y el caso de Monroe (personaje que parafraseamos en el título de este artículo) y su relación con Francisco de Miranda, por ejemplo, lo vimos en "España, Estados Unidos y América Latina" y sus diferencias con México o la integración de la población chicana no es nuevo en Estados Unidos, al contrario, viene de su mismo nacimiento y posterior expansión al sur y al oeste, con una densidad de población muy baja y unos inmensos territorios casi despoblados, lo que ocurre es que la demografía cambio luego, cuando los europeos volvieron a implantar sus "grandes" ideas y escaparon de aquí verdaderas muchedumbres, que igual, como parece, repetimos la experiencia y así alguno terminamos emigrando por tercera vez.
Lo cierto es que México ha tenido una oportunidad de oro para resolver sus problemas seculares y no ha sabido o no ha querido hacerlo y ahora, cuando Estados Unidos se centra en resolver los suyos, las cosas han cambiado en lo migratorio y en lo comercial. En todo caso, Estados Unidos ya ha modificado su rumbo y, aunque solo está en sus comienzos, hoy por hoy hay que asumir que lo mantendrá y analizar la economía mexicana según esa nueva realidad, cosa que haremos la próxima semana.