Opinión

La amnistía ¿a referéndum?

Sabemos que toda victoria va precedida de una renuncia y que todo lo que ayuda a ganar las elecciones se transforma al día siguiente en un obstáculo para gobernar. Así sucedió el 28 de octubre de 1982. Por entonces fue muy de ver cómo

  • Carles Puigdemont en Bruselas

Sabemos que toda victoria va precedida de una renuncia y que todo lo que ayuda a ganar las elecciones se transforma al día siguiente en un obstáculo para gobernar. Así sucedió el 28 de octubre de 1982. Por entonces fue muy de ver cómo los lemas de  “OTAN, NO; BASES, BASES FUERA” eran coreados con entusiasmo en los mítines de la campaña electoral. Recordemos el de la Ciudad Universitaria de Madrid con Javier Solana de orador principal. La noche de aquel domingo, concluido el escrutinio de las urnas, el resultado se averiguó aplastante, otorgando mayoría absoluta por más de doscientos escaños al Partido Socialista Obrero Español que lideraba Felipe González.

Y sobrevino el efecto perspectiva. Fue llegar a la Moncloa y comprobar que el abandono de la Alianza Atlántica causaría daños irreparables a los intereses de nuestro país, que lo haría poco fiable en momentos decisivos para las negociaciones de adhesión a la entonces Comunidad Económica Europea. El compromiso electoral era la convocatoria de un referéndum para sacar a España de la OTAN. Y los socialistas fueron decentes y cumplieron.

Nadie, ni Manuel Fraga del atlantista PP, ni Adolfo Suárez líder del CDS, se apiadaron y prefirieron dejar a González sólo ante el peligro

Abrieron las urnas para que los electores respaldaran o disintieran de la nueva propuesta que ahora les hacían desde el Gobierno. Era una operación de riesgo para la que el PSOE no tuvo acompañamiento alguno. Tuvo que  afrontarla a cuerpo limpio. Nadie, ni Manuel Fraga del atlantista PP, ni Adolfo Suárez líder del CDS, se apiadaron y prefirieron dejar a González sólo ante el peligro. Los mismos socialistas que habían recorrido España jaleando el OTA, NO; BASES, FUERA repitieron el circuito en dirección inversa pidiendo el voto para que España siguiera en la Alianza Atlántica. Lograron convencer a los electores y borrar cualquier suspicacia de los aliados hasta el punto de que un español, Javier Solana, fue elegido por unanimidad secretario general de la Organización.

A partir de esta memoria, cabe precisar algunas analogías y diferencias. Por ejemplo, la que confirma el parangón del rechazo a la OTAN de los candidatos socialistas en 1982 con el rechazo radical de los sanchistas a la amnistía durante la campaña del pasado 23 de julio y el compromiso subsiguiente, por necesidades del guion, de convertirla en Ley que abandere la Legislatura. ¿Imaginan los lectores que nuestro nunca bien ponderado presidente en un rasgo “gonzalero” convocara un referéndum para devolver la palabra a los electores? Pues yo tampoco. Vale

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