La generación del actual presidente de El Corte Inglés, Dimas Gimeno (Madrid, 1974), recordará el contraste de impresiones que, siendo niños, les causaría acudir de compras con su madre a El Corte Inglés o a Galerías Preciados, los grupos que desde la década de los cincuenta del siglo XX se venían disputando el liderazgo de la gran distribución en España. Era entrar en Galerías Preciados y sentir que las penurias por las que pasaba la compañía pesaban sobre los hombros de las dependientas de los centros comerciales, y que ese ambiente se trasladaba a una oferta descolorida y poco atractiva. Entre 1979 y 1995 Galerías Preciados cambió de dueño en siete ocasiones, desde Banco Urquijo hasta El Corte Inglés, pasando por Rumasa, la expropiación, el grupo venezolano Cisneros..., declarándose en suspensión de pagos en 1994. En los años ochenta entrar en El Corte Inglés, que en 1995 se hizo con su rival, era una experiencia distinta, todo más moderno, más exclusivo.
En la actualidad El Corte Inglés no tiene un rival como Galerías Preciados con el que compararse. Los competidores son otros. ¿Qué contraste de impresiones sacarán hoy los hijos de aquella generación de mediados de los años setenta cuando acudan con sus padres a comprar a la zona de deportes de un establecimiento de El Corte Inglés, y cuando vayan a un Decathlon?; ¿y cuando visiten la planta de moda de El Corte Inglés y se prueben unos pantalones Emidio Tucci, y vayan también a un Zara o un H&M?; ¿qué opinarán sobre la oferta de juguetería de El Corte Inglés y la de un Toys R Us?; ¿y sobre los artículos a la venta en un Hipercor y los que vende Mercadona o Dia?; ¿y sobre la sección de informática o telefonía de los grandes almacenes y una tienda Apple? Quizá incluso los hijos de los que hoy tienen la edad de Dimas Gimeno, o algo mayores, piensen que antes de ir de compras a un centro comercial es preferible zambullirse en Internet.
"Partimos de un mínimo histórico de ventas y rentabilidad", admite Dimas Gimeno
El comercio digital, el éxito de cadenas especializadas, los cambios en los gustos de los consumidores, las crisis económicas, amenazan el negocio de los grandes almacenes. Durante el siglo XXI han cerrado, o han estado a punto de hacerlo, los Corte Inglés de otros países. Como Sogo, en Japón, que en el año 2000, con una deuda aproximada de 14.000 millones de euros se declaró en quiebra; o Arcandor, en Alemania, que en 2009, con 59.000 empleados, hizo lo propio. Sears, en Estados Unidos, fundada en el siglo XIX, cerró más de un centenar de establecimientos en 2011 para sobrevivir; Marks & Spencer anunció en diciembre de 2001 el cierre de sus centros en Europa, menos en Reino Unido.
El Corte Inglés debe asumir que, aunque quizá no sea el fin de la era de los grandes almacenes, difícilmente puede mantener una red tan extensa de grandes centros comerciales como la que controla en la actualidad sin perder el alto nivel de exclusividad y atención al cliente que ha caracterizado al grupo. En el Informe de Actividad de 2014 presentado el domingo por El Corte Ingles, el propio Dimas Gimeno advierte en la presentación del mismo: "Estamos al principio de una larga y difícil carrera. Hemos sufrido duramente los efectos de la recesión. Partimos de un mínimo histórico de ventas y rentabilidad. Nuestra tarea es recuperar los niveles de rentabilidad y resultados anteriores en un mercado cada día más complejo y avanzar en el objetivo de la expansión internacional".
En 2014 El Corte Inglés tuvo que facturar 14.592 millones de euros (un 2,6% más, el mayor crecimiento desde el inicio de la crisis) para ganar 115 millones (un 32% menos, los menores beneficios desde finales de los años ochenta) con una deuda cercana a los 5.000 millones. El líder de la distribución en España cuenta con 89 grandes almacenes (dos en Portugal) y 43 hipermercados Hipercor, y emplea a más de 80.000 personas a tiempo completo, de las que 20.000 llevan más de 20 años en la compañía.
El momento del capital riesgo
La operación de reestructuración a la que aparentemente se debería dirigir un grupo sobredimensionado como El Corte Inglés encaja en la maquinaria del gran capital riesgo, de grupos como Blackstone, Carlyle, KKR, Bain Capital, CVC... Una vez que la compañía ha vendido, este año, el 10% al jeque catarí Hamad Bin Jassim, por 1.000 millones de euros, no sería descabellado que se aventurara a desprenderse de más capital sin llegar a perder la mayoría y aprovechara la ocasión para quitarse de encima accionistas díscolos. Una alianza de sociedades de capital riesgo no tendría problemas para poner sobre la mesa 3.000 millones de euros y comprar el 30% de El Corte Inglés.
Para el grupo presidido por Dimas Gimeno sería el momento de dar entrada a estos fondos por varias razones. Además del apoyo financiero que supondría su penetración en el accionariado, aportarían una red de contactos en el mundo y de conocimientos de gestión y administración contra los que ya difícilmente puede competir otra organización empresarial independiente.
El gran capital riesgo ha alcanzado unos niveles de financiación nunca vistos
De cara a una posible futura salida a Bolsa de El Corte Inglés, el gran capital riesgo se mueve como pez en el agua en este tipo de operaciones. Cualquiera de los diez mayores fondos de inversión del mundo llevan a cabo varias opv cada año.
El capital riesgo cargaría sobre sus hombros con la reestructuración del negocio del grupo español, con una posible reducción del número de centros comerciales en el país -¿no sería preferible contar con 20 centros en España y diez en Latinoamérica?-, de plantilla, con cambios en la dirección. Decisiones que en un grupo familiar, como todavía lo es El Corte Inglés, son aun más difíciles de tomar.
Para el capital riesgo sería buen momento de entrar en El Corte Inglés por varias razones. En primer lugar, porque pueden hacerlo. Las grandes firmas de capital riesgo, la mayoría estadounidenses, han alcanzado un nivel de recursos financieros nunca visto antes.
Se convertirían en accionistas del líder de la distribución en España presumiblemente al menor precio que podrían hacerlo en la última década. Y lo harían cuando, aparentemente, lo peor de la crisis económica y de consumo ya ha pasado.
Las sociedades de capital riesgo participarían en el accionariado de El Corte Inglés cuando el grupo, a pesar de contar con una elevada deuda, ofrece posibilidades de reestructuración a través de venta de activos o de creación de vehículos como una Socimi que integrara sus inmuebles.
Entrarían en el capital de El Corte Inglés con la vista puesta en una futura salida a Bolsa, o quizá con la intención de vender más adelante su participación a otros fondos, o al mismo jeque Hamad Bin Jassim. Y en un momento en el que accionistas del grupo, Corporación Ceslar, con el 9%, controlado por Carlota Areces, se ha enfrentado abiertamente contra el resto del accionariado.