La pregunta nunca tendrá respuesta. Se quedará para la historia del gran deshielo que se avecina: el mayor desbloqueo desde la Transición se otea ya en el horizonte inmediato. ¿Los votantes de Ciudadanos habrían querido unas terceras elecciones? La contestación se esfumó hoy, o tal vez hace días en contactos secretos, por un acercamiento inédito, irreversible a estas alturas de la película, entre PP y la formación naranja.
El líder centrista, Albert Rivera, se deshizo este martes de la presión (por permitir ahora un gobierno de Mariano Rajoy en minoría) afirmando que sus votantes, 3.123.769 almas, confiaron en las siglas de C's el pasado 26J por dos motivos: "Nuestros electores querían un gobierno nuevo, con un presidente nuevo, nuevos ministros y una nueva etapa, y que no fuéramos a unas terceras elecciones". Por la primera razón, todo apunta a que habrá voto en contra en la primera sesión de investidura de Rajoy, nada nuevo (Rivera no quiere ministros de C's); en cambio, por la otra de las justificaciones, se da por hecha la abstención en la segunda llamada, todo un giro de 180 grados en la estrategia naranja. El deshielo.
Rivera ha lanzado al PSOE, su socio de investidura hace sólo cinco meses, el mayor órdago que podía lanzar, por el fondo y las formas
Hasta la fecha, los distintos portavoces de Ciudadanos habían deslizado que la abstención no era contemplada. Sin embargo, Rivera ha decidido dar el paso (sin conocer los números del techo de gasto ni los PGE) y prácticamente la ha anunciado, tras hora y cuarto de reunión con Rajoy, para poner al PSOE contra las cuerdas. Se espera que esa presión llegase, incluso se hablaba de un pacto tácito, pero el presidente de Ciudadanos no ha querido optar por la discreción y ha procurado ser muy claro, cristalino: "Puede haber un gobierno en minoría y los partidos de la oposición hemos de mojarnos".
Rivera ha lanzado al PSOE, su socio de investidura hace sólo cinco meses, el mayor órdago que podía lanzar, por el fondo y las formas. Y lo ha hecho arriesgando todo su patrimonio, el de esas 3.123.769 almas, porque la abstención de sus 32 diputados, con lo que ella conlleva de cesión respecto a la campaña, no asegura la investidura de Rajoy. Hace falta el PSOE. ¿Asumirán los socialistas el mismo argumento que sus exsocios -no repetir terceras elecciones- para abrazar una abstención mínima? Pedro Sánchez ha señalado que sus votantes le apoyaron como la oposición real y alternativa al PP, pero he aquí la cuestión: ¿Estarían dispuestos ir a las urnas de nuevo, de asomarse otra vez al riesgo de ser sorpassados por Unidos Podemos y perder más distancia con el PP?
La rebelión interna de los anti-Rajoy
No sabemos si Sánchez consultará esta vez a su militancia cualquier decisión que tome al respecto. Sí hay constancia de que Albert Rivera no consultará a la suya, no preguntará a sus bases. El sentido del voto lo fijará mañana una Ejecutiva donde la única voz discordante y pública hasta ahora era la del eurodiputado Javier Nart, que había apelado a la responsabilidad para no despeñar a los españoles por el precipicio del estancamiento económico, del riesgo para la estabilidad del país que traerían las terceras generales en apenas un año.
El mayor desafío interno de Rivera será ahora explicar a sus votantes por qué en plena campaña, en un desayuno informativo en El Periódico de Catalunya, dijo que descartaba la abstención para investir a Rajoy y ahora camina recto hacia ella. La explicación ya la ha dado hoy: según él, recibió el encargo de sus votantes de no ir otra vez a las urnas, y esto ha pesado más que la continuidad de Rajoy, ganador de las elecciones el 26J con mayor margen que el 20D, en el Palacio de La Moncloa. Tras ello, tocará a Rivera hacer terapia con los suyos, convencerles de que, en su opinión y la de su equipo, arrancar la legislatura era la mejora salida posible. Con todo, se expone a la rebelión interna de los anti-Rajoy, muchos de ellos exsimpatizantes de UPyD, que habían pedido la cabeza del presidente popular, junto a él, en un mitin tras otro. Mucha terapia.