Chirbes no lo describió en ninguna obra, pero mientras España recorría los primeros años del nuevo siglo a bordo de un Porsche Cayenne, en tiempos de la burbuja, José Luis Moreno comandaba un programa en la televisión pública en el que repartía ordenadores a discreción. Una señora llamaba por teléfono, confesaba que su hijo ‘necesitaba internet’ para hacer los trabajos del instituto y el director del programa le regalaba un portátil. Las noches de los sábados transcurrían entre escenas de matrimonio, desfiles de lencería y tómbolas improvisadas. Éramos jóvenes e inconscientes.
El mundo es mucho más aburrido desde entonces, aunque todavía hay animadores culturales, como Miquel Iceta, que se esfuerzan porque nos alejemos del tedio. La última idea que ha surgido del Ejecutivo, que afecta al departamento del catalán, consiste en regalar a los jóvenes que cumplan 18 años un 'cheque cultural' de 400 euros para que lo gasten en libros electrónicos, una suscripción de Netflix, videojuegos y derivados.
Quéjese usted del Estado benefactor mientras su presidente hace todo lo posible porque su hijo no sea un zoquete y, como José Luis Moreno, pone a su disposición una propina para que la invierta cultura y, de paso, para que tenga claro que los socialistas nunca escatiman en gastos cuando se proponen seguir en Moncloa. Y, "como el dinero público no es de nadie", pues ¡regalos para todos!
Mientras los medios de comunicación centran el debate en asuntos tan importantes para la nación como el relativo a si el 'bono cultural' se podrá gastar en tauromaquia, hay un muchacho -que tiene una mucho mayor ascendencia entre los jóvenes- que ha grabado un vídeo en el que les emplaza a huir de los cantos de sirena y esforzarse por ser alguien en la vida.
Ese chico tiene 26 años, se llama Ibai Llanos y, al parecer, ha obtenido ingresos millonarios a través de la plataforma Twitch en los últimos dos años. Lo ha hecho, principalmente, jugando a videojuegos ante un público muy numeroso. Pues bien, en una de estas emisiones, emplazó a su audiencia a que estudiara y se esforzara para tratar de ser alguien en la vida. “Os sacáis la ESO y el Bachillerato y luego ya os dedicáis a lo que queráis” (…) “Y Twitch lo tomáis como un hobbie”, vino a decir.
Con su discurso, Ibai Llanos retrata inconscientemente a un Gobierno que, a la vista de que ha caído en las encuestas, ha lanzado cebos al electorado sobre la intención de repartir propinas si se aprueban sus Presupuestos. Es la actitud típica de quienes rigen un país con la vista únicamente puesta en las urnas, donde siempre se obtiene más rentabilidad al ofrecer dinero público que al apelar al esfuerzo para garantizar un futuro sólido.
La deuda se paga... en otro momento
Por supuesto, nadie dice a los jóvenes que el gasto irresponsable engorda la deuda, limita la soberanía de los Estados y condiciona el futuro de sus hijos, nietos y bisnietos. Básicamente, porque la estrategia es la misma de quien contrata una tarjeta revolving para pagarse las vacaciones. Primero se gasta por encima de las posibilidades y, después, se pagan las consecuencias del dispendio.
La cosa no queda ahí porque mientras los tertulianos de postín defienden o critican la medida en función de su filiación, en el mundo paralelo -y cada vez más grande- de internet cobran fuerza líderes de opinión que no aspiran a pastorear a los ciudadanos hacia una posición ideológica determinada, pero que transmiten valores en desuso, como el del esfuerzo. Todavía hay columnistas que desprecian a los jóvenes y dudan de su capacidad para construir un país mejor. Con sus mismas plumas, han callado durante años ante los desmanes del sistema y ahora defienden la forma más estúpida de la socialdemocracia, que es la que apuesta porque el gasto siempre es positivo, pese a que genere deuda y, por tanto, creciente desigualdad.
Por estas cosas, la prensa cada vez tiene una posición más pequeña dentro de la sociedad española y asiste a una fuga imparable del dinero de los anunciantes. El proceso es lógico: cada vez tiene menos influencia porque su ceguera interesada y sus dependencias inconfesables han minado su credibilidad y afectado a su negocio.
Mientras unos bailan en los mítines, reparten cheques-regalo y vociferan en tertulias, otros apelan al trabajo diario para acceder a una vida mejor. Y todavía hay gurús mediáticos que centran el debate en que estos streamers se van a vivir a Andorra. Ni pajolera idea.