El modelo de pensiones chileno, basado en un sistema de capitalización, vuelve a ser objeto de una feroz crítica por parte de sus detractores. Tras 35 años en vigor, son muchos los que denuncian su absoluto fracaso y abogan por sustituirlo por un sistema de reparto como el vigente en la mayor parte de Europa: no en vano, la pensión media de jubilación en el país andino apenas asciende a 282 euros mensuales (3.384 euros anuales); una minucia, dicen, en comparación con lo que podría cobrarse de contar con un sistema de reparto. Y es que, en efecto, a pesar de que la renta per cápita española sólo duplica la chilena, nuestras pensiones medias cuasi las cuadruplican (12.360 euros anuales). Normal, pues, que muchos chilenos miren a Europa, y en particular a España, con envidia.
El sistema público de pensiones español es un mero espejismo que va camino de desmoronarse
Pero no deberían. La “generosidad” del sistema público de pensiones español es un mero espejismo: un espejismo que va camino de desmoronarse en unas pensiones comparativamente mucho menores a las del país andino. Las trampas de este espejismo son dos y es muy conveniente que todos los chilenos las conozcan para no dejarse engañar: por un lado, la insostenible tasa de reemplazo; por otro, las altísimas cotizaciones sociales.
Insostenible tasa de reemplazo
La tasa de reemplazo es el porcentaje de los ingresos laborales medios que percibe un jubilado en forma de pensión. Por ejemplo, si actualmente el salario medio a lo largo de la vida laboral es de 15.000 euros anuales y la pensión media es de 7.500 euros anuales, la tasa de reemplazo es del 50%.
España es el segundo país de la OCDE con una mayor tasa de reemplazo en sus pensiones públicas: éstas representan actualmente alrededor del 75% del salario medio que cobra un español a lo largo de su vida laboral. La media de la OCDE es casi la mitad, del 40,6%, dado que en la mayoría de países una parte muy importante de la pensión total (alrededor de un tercio) se cubre con sistemas de capitalización obligatorios o voluntarios (como el chileno).
En Chile, en cambio, la tasa de reemplazo del sistema privado se queda en el 37,2% del salario medio: prácticamente la mitad que en España. Normal, pues, que las pensiones sean tan bajas: Chile tiene aproximadamente la mitad de la renta per cápita española y la mitad de su tasa de reemplazo: aproximadamente, pues, sus pensiones son la cuarta parte de las nuestras.
A partir de 2050, España únicamente tendrá un trabajador por cada pensionista, de modo que habrá que recortar sustancialmente la elevada tasa de reemplazado
Sucede, sin embargo, que la elevada tasa de reemplazo española es absolutamente insostenible: actualmente, España cuenta con casi dos trabajadores por pensionista; a partir de 2050, únicamente tendremos un trabajador por cada pensionista, de modo que habrá que recortar sustancialmente esa elevada tasa de reemplazado. El propio gobierno de España, en sus previsiones remitidas a la Unión Europea, estima que en el año 2060 la tasa de reemplazo caerá por debajo del 50%.
En cambio, la tasa de reemplazo chilena, según estimaciones del propio gobierno, se mantendrá esencialmente estable a largo plazo: es verdad que durante los próximos 15 años se reducirá en varios puntos —por el mero efecto estadístico de que quienes se jubilan ahora cotizaron con los muy bajos salarios de hace 30 años—, pero a partir de 2030 la tasa de reemplazo recupera sus niveles presentes (a diferencia de lo que sucede en España, condenada a reducirse hasta caer por debajo del 50%).
En suma, si en España contáramos hoy con la tasa de reemplazo que sufriremos a largo plazo, la pensión media sería de 7.660 euros: poco más del doble de la chilena (coherente con el hecho de que nuestra renta per cápita es prácticamente el doble). Las diferencias, pues, empiezan a estrecharse.
Altísimas cotizaciones sociales
Sin embargo, el factor que verdaderamente vuelve muy tramposas las comparaciones entre las pensiones chilenas y españolas son las muy dispares cotizaciones sociales. En España, las cotizaciones sociales por contingencias comunes (las que van a financiar las pensiones públicas) ascienden al 28,3% del salario bruto del trabajador; en cambio, la cotización obligatoria por ahorro previsional en Chile apenas es del 10%.
Los españoles pagamos tres veces más que los chilenos para recibir sólo dos veces más
Recordemos: la tasa de reemplazo del sistema público español es hoy casi el doble que la privada chilena (73,9% en España frente a 37,2% en Chile) pero nuestra cotización social es prácticamente el triple. Esto es, los españoles pagamos tres veces más que los chilenos para recibir sólo dos veces más. ¿Dónde está la eficiencia del maravilloso sistema público de pensiones español? En ninguna parte. Si un chileno hubiese ahorrado lo mismo que un español a lo largo de su vida laboral (el 28,3% de su salario), hoy disfrutaría de una tasa de reemplazo del 105%: un 42% superior a la española.
Y, como ya hemos visto, el futuro todavía será peor para el sistema público español: a partir del 2050, los trabajadores españoles entregarán casi el 30% de su salario a la Seguridad Social para que los pensionistas apenas reciban una renta equivalente al 48% del salario medio de la vida laboral: en cambio, en Chile los trabajadores accederán a una pensión equivalente al 35-40% de su salario medio… apenas habiendo ahorrado el 10% de sus sueldos.
Conclusión
Es verdad que las tasas de reemplazo del sistema privado chileno son comparativamente bajas. Las razones son básicamente dos: la primera es que los salarios han aumentado muy notablemente durante los últimos 35 años (mucho más de lo que lo han hecho en España), de modo que los pensionistas actuales cotizaron con unos sueldos comparativamente mucho menores que los presentes; la segunda es que la cotización al sistema privado de pensiones apenas alcanza el 10% del salario bruto (un tercio que en España). La primera de estas dos causas irá diluyéndose estadísticamente con el paso de los años (pues no parece probable que, durante las próximas tres décadas, los sueldos en Chile se expandan al mismo ritmo que en las tres anteriores); la segunda dependerá de la actitud que cada chileno adopte ante su jubilación: si consideran insuficientes las tasas de reemplazo que ofrece el sistema con un ahorro obligatorio del 10% de los salarios, entonces deberán proceder a ahorrar voluntariamente un mayor porcentaje de su renta (como hacen hoy los trabajadores españoles de manera no voluntaria, sino obligatoria).
Un sistema como el español les obligaría a los chilenos ahorrar no el 10% de sus salarios, sino el 28,3%
Acaso algunos argumenten que los chilenos carecen de margen para ahorrar un mayor porcentaje de sus salarios, pero entonces de nada les servirá importar un sistema de pensiones de reparto como el español: un sistema que les obligaría a ahorrar no el 10% de sus salarios, sino el 28,3%. Y los resultados que obtendrían serían notablemente peores que ahorrando ese 28,3% dentro de su sistema de capitalización privado.
No, si algo necesita el sistema de pensiones chileno no es una completa estatalización, sino una completa liberalización: libertad de entrada de nuevos instrumentos de ahorro y libertad de determinación de la tasa de contribución al sistema. Sólo así cada ciudadano será plenamente consciente de que ahorrar para la jubilación es su entera responsabilidad. El error que acaso se cometió en Chile fue prometerles a los ciudadanos que una tasa de ahorro del 10% bastaría para que cobraran pensiones “suficientes”, cuando el concepto de “suficiencia” es totalmente subjetivo: imponer la tasa de ahorro obligatoria del 10% lanzó el equivocado mensaje de que no resultaba necesario ahorrar en mayor medida.
Chile debe empezar a considerar a sus ciudadanos como adultos responsables de su jubilación, no como niños inmaduros que deben ser tutelados por los políticos: copiar el sistema español de pensiones los empobrecerá aún más y, lo que es peor, sólo servirá para entregarles a los políticos el control de las pensiones de todos los chilenos… un poder que utilizarán electoralistamente en su propio beneficio. Más pobreza y populismo político: ¡no copien a España!