Hay movida en la ANC. Este domingo han dicho que si hay elecciones no se juntan más con los de Junts. Valga la redundancia. Bueno, ni con Esquerra ni con las CUP ni con nadie, porque llevan un cabreo del quince. Es normal. Tantos años de invertir camisetas, banderitas esteladas, banderitas de combate, banderitas gay-esteladas, pancartas, pins, kits para la Diada, cajas de solidaridad, libros, viajes a Bruselas, a Waterloo, bocadillos y demás minucias hacen que digan que ya está bien. En la manifa de este domingo –no llenaron del todo la plaza de Sant Jaume, lo que supondría unas quinientas personas como mucho, a pesar de que ellos dicen que son el 52% del poble català– se notaba una mala bajandí de cuidado.
Quien más, quien menos llevaba su propia pancartita hecha con cartulina blanca y lema pintado con rotulador gordo, que los presupuestos personales para la gloriosa república catalana son cada vez más exiguos entre la tropa. Uno decía: “Los políticos valientes pasarán a la historia; los cobardes, también”. Igual iba por Puigdemont. Otra rezaba: “¿Hasta cuándo abusaréis de nuestra buena fe?”, y la llevaba una señora de edad provecta con más lazos en el pecho que galones llevaba un almirante bonapartista. Daban ganas de decirle “Hasta se les pase la tontería”, pero da lo mismo intentar razonar con esta tropa de iluminados. Se creyeron que la suerte de Cataluña se decidía en las calles, que iban a ser siempre suyas, sin reparar en que suerte y calles son siempre de los mismos, de los que se apropiaron en su día de los despachos oficiales y los centros de poder.
El ultimátum que la señora Paluzie lanzaba con gesto terrible y vocecilla de pastora inocente y bucólica se quedará en la pura inanidad. Que la ANC apoye a los politicastros separatas a estos les importa un higo sirio. Lo que inquieta a puigdemontianos y republicanos si ajustan las cuentas de una vez en un duelo en OK corral que está durando demasiado, incluso para ellos. A los embusteros más grandes que se conoce en esta tierra, y que me perdonen los que ahora reclaman la catalanidad de la tortilla de patatas, lo que les va es que Madrid, el Gobierno de la nación, los grandes partidos y la cosa del poder les vaya dando alpiste para sus corruptelas y permiso para sus desmanes. Si quisieran la independencia ya la habrían proclamado y no solo ocho segundos. Quieren vivir sin trabajar y cobrando mucho porque son una panda de vagos, unos inútiles o, en muchos casos, unos pesebreros de manos largas a la hora de meterlas en cajas de todos.
El escándalo de Paluzie me recordaba al del prefecto Renaud en Casablanca cuando, mientras le entregan sus ganancias en la ruleta, dice ante un Bogart atónito: “¡Qué escándalo, que escándalo, en este local se juega!”. A ver, Elisenda, si todavía no sabes quienes son los del Gobierno de la Generalidad una de dos, o eres más tonta que Abundio o tú también mientes más que hablas.
Con tales elementos comprenderán ustedes que la presión que dice la ANC estar sometiendo a los separatas es equivalente a la flatulencia de un bóvido en campo gallego. Ná siquiera. Eso sí, tienen entretenida a su gente, que se va a comer els canelons de diumenge y el tortell encantada de haberse conocido. Los cupaires, esos antisistemas que cobran del mismo sueldos de privilegiados, también han dicho que hay que ver, que esto es una vergüenza, que se debe formar Gobierno. Y mientras tanto Puigdemont exige todo el poder para él y su Consell de la República y Aragonés le dice que se va a comer lo que se comió la madre de Clavijo. Un amigo mío, desengañado de esta ordalía en la que nadie osa decir la verdad por aquello de que el último tendrá que apagar la luz, decía que daba igual si hay o no elecciones, que los resultados vendrían a ser más o menos los mismos y que ganaría Illa, Esquerra quedaría segunda y Junts perdería apoyos.
Mientras andan a ver si se juntan o no se juntan, en el barrio los comercios de siempre no volverán abrir y los que lo han hecho están a punto de cerrar. La ANC se manifiesta en medio de tumbas abiertas y cadáveres insepultos, los restos de una Barcelona que fue olímpica y ahora solo es despojo. Entre Colau y los lazis nos han jodido bien jodidos.