Opinión

Año nuevo

En España sólo existen ciudadanos españoles. ¿Hasta cuándo hay que repetir esta obviedad?

  • Feijóo hace balance de lo que se fue

Acabó el año y lo primero es dar gracias por estar vivos. No creo que hay nada más después que nuestro cuerpo se detenga. Siempre, cuando pienso en la muerte, la imagino desprovista de cualquier atributo literario o religioso, la pienso como un (definitivo, inapelable) hecho orgánico que se reduce a esto: nuestro cuerpo se detiene. El corazón deja de bombear, la sangre deja de circular, los órganos de realizar su tarea asignada y el cerebro (sopa eléctrica) deja de imaginar y de nombrar y organizar el mundo para facilitarnos la existencia. La vida puede describirse como un mecanismo monumental e indetenible. Pero esa máquina monumental asombrosa e imparable está hecha de tal manera que necesita que, constantemente, miríadas de sus insignificantes partes (o criaturas vivas) se detengan y desaparezcan. Mueran. Así nosotros. O, dicho por Bernhard mucho más bellamente: “Sólo nos vamos siempre, hasta que hemos cesado”.

Hubo un tiempo en que los finales de año eran para mí ajenos a la idea de la muerte. Todos los seres queridos estaban vivos y yo estaba vivísimo que es lo que estamos hasta cierta edad. Después, aunque se trata de un proceso imperceptible al que no prestamos atención, nos vamos apagando. Es lo que comúnmente se conoce como madurar primero, y envejecer, después. En ese tiempo, como he dicho, todos los seres cercanos y queridos vivían y solíamos reunirnos el día en que terminaba el año a festejar la ocasión. Nunca he entendido muy bien el motivo de semejante celebración, pero ese es otro asunto. Cuando aquello, aún no nos habían liberado, y había comida y agua corriente y electricidad, lo que asumíamos como algo natural. Sólo cuando nos liberaron comprendimos que no era así. Que esos dones de la civilización podían desaparecer, convertirse en rarezas primero, y después en recuerdos preciados para los que tuvimos la suerte de disfrutarlos. Porque llegaron tiempos en que toda una generación de niños cubanos, no sabía ya qué era una manzana, y ni siquiera podía recordar su olor o sabor. Mi hijo, por circunscribirme a un ámbito que conozco bien, salió de Cuba a los siete años y al llegar a Madrid, cuando le ofrecieron una manzana, preguntó si se comía.

¿Cómo comienza el nuevo año en esta España? Carcomido por los tribales catalanes y vascos, y en manos de un traidor como Sánchez, a su vez en manos del tribalismo parásito, chantajista y antiespañol catalán y vasco. Un panorama desolador

Esperando el 2025, no puedo dejar de decirlo, pusimos la televisión, como otros años, es una especie de tradición, dicen, y aunque odio las tradiciones puse la televisión. No debí hacerlo. El espectáculo, en todos los canales, era visual e intelectualmente el sumun de la vulgaridad, la cumbre de la estupidez, la cima de lo grotesco. Especialmente un canal donde se aprovechaban cínicamente de la obesidad de una mujer, para dárselas de progresistas y de buenos, y de paso encumbrar a un macumeco barbado y zanguango al que la mujer obesa servía de escudera. Penoso.

Pero, lo verdaderamente trágico, es que esta apoteosis de mediocridad y de mal gusto era sólo un reflejo de la ominosa decadencia social y política española. ¿Cómo comienza el nuevo año en esta España? Carcomido por los tribales catalanes y vascos, y en manos de un traidor como Sánchez, a su vez en manos del tribalismo parásito, chantajista y antiespañol catalán y vasco. Un panorama desolador.

Y a todas estas, un PP siempre culoacontecido, a la espera de que el PSOE, la izquierda y los pestíferos nacionalistas catalanes y vascos, le perdone la vida. Lo último que se le ha ocurrido es acercarse a Junts y al PNV. Dos partidos provenientes de la abyección política, Junts heredero del pujolismo, es decir de una banda de ladrones y el PNV, descarado usufructuario de una banda de patriotas asesinos. Y ambos antiespañoles, naturalmente. Que Feijóo intente congraciarse con los enemigos de los españoles y de España es una prueba más de que el PP carece de columna vertebral y sólo aspira a ser un remedo cobardica del PSOE. El acercamiento del PP a Junts y al PNV, en un país en el que quedara alguna decencia política, podría ser normal, pero en el marco de la política española, es sencillamente traición. El partido PP ha dejado de ser oposición y se ha convertido en un partido enemigo de los ciudadanos españoles libres e iguales.

Volver a la delincuencia

Volver al pujolismo no es volver a la normalidad ni a la convivencia, es volver a la delincuencia, la guerra racista contra todo lo español, a la conspiración antiespañola y a la sacralización por ley de la ínfima jerigonza catalana y el identitarismo más disminuido (creo que así se dice ahora subnormal). Los nacionalistas catalanes y vascos son los peores porque lo son de una ficción, de un país que no existe. Así como no existen los ciudadanos catalanes o vascos: delirante bazofia fantasiosa y antiespañola.

En España sólo existen ciudadanos españoles. ¿Hasta cuándo hay que repetir esta obviedad? ¿Hasta cuándo hay que aguantar las diarreas identitarias de los mal llamados ciudadanos catalanes y vascos? Me temo que por largo tiempo. Y en 2025 el dantesco panorama tribal, ay, sólo empeorará.

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