Las bisagras son útiles menospreciados. Su aspecto pobretón, sencillo y su escaso protagonismo las hacen poco admirativas. Pero ¿qué sería de nosotros sin ellas? La puerta más alta, más gruesa y más bellamente labrada no sería puerta sin una bisagra. Lo pequeño, lo sencillo es lo que le da su sentido a la madera; es lo que hace de un madero, ¡una puerta! Y eso sí es digno de admirarse: la fuerza de lo que cumple con su papel.
El problema está cuando la bisagra no quiere ser bisagra sino, qué sé yo, bicicleta o lámpara. Es entonces cuando se convierte en una fruslería, en un objeto más de la cacharrería. Porque no se puede ser lo que no se es, aunque se pretenda; si acaso, podrá crearse una ilusión que pueda parecerlo, pero poco más.
A grandes rasgos, esto podría ser las bases para una teoría de la bisagra política en una situación sin mayorías parlamentarias claras, con una realidad ideológica fragmentada. A grandes rasgos, este es el puente que ahora se le presenta a Ciudadanos.
Inés Arrimadas ha tomado las riendas de su partido en su peor momento, con una ínfima representación parlamentaria y una difícil situación territorial. Eso se traduce en una menor presencia pública y en unas menores posibilidades de remontar el vuelo; tanto que, en una situación normal, podría darse por amortizado. Pero como la política española se ha especializado en la nigromancia y el Congreso parece estar construido en un antiguo cementerio indio, que revive a los muertos, sería aventurado dar por clausurado al partido. En nuestro país ya todo es posible; ya no es válida esa frase de “lo hemos visto todo”.
La última oportunidad
Una bisagra lo es cuando es capaz de girar y, sobre todo, cuando es capaz de dotar de movimiento a otros objetos. Las hay pequeñas, como las de las puertas para mascotas, y las hay enormes, como las de las celdas. Ciudadanos, toda vez que ya ha decidido negociar con el Gobierno los Presupuestos, tiene que escoger hasta dónde está dispuesto a llegar: si a abrir una pequeña puerta, como del tamaño de un perro, pero lo suficientemente grande como para que pase la consigna y el argumentario o abrir una enorme para que la celda en la que está encerrado el sentido común se abra de par en par.
O lo que es lo mismo: pactar por lo pequeño y cosmético o a lo grande, exigiendo la salida de Podemos del Gobierno, que es a lo máximo que hoy por hoy se puede aspirar. Lo primero tiene fecha de caducidad. Lo segundo podría significar un cambio sustancial y decisivo en la legislatura.
Puede hacer lo que, por lógica y responsabilidad, el PP no puede; porque de hacerlo, se estaría desdibujando la alternativa posible al Gobierno que ahora tenemos; de hacerlo, dejaría cojeando el futuro político de España. Pero Ciudadanos no.
Ser decisivo
Arrimadas tiene ante sí la oportunidad de cambiar el rumbo de los próximos tres años, o al menos de intentarlo. Pero tiene que decidirse. Y tiene que hacerlo ya. Tiene que dejarlo claro y para hacerlo, basta con una declaración. Con una es suficiente. Una declaración y luego, que el PSOE y Podemos se las arreglen. Forzar a Pedro Sánchez a que opte; llevar al límite al Gobierno y obligarles a que sea la responsabilidad y no la voracidad la que presida sus decisiones. Eso es lo que Ciudadanos puede poner en juego.
Parece que sólo tiene dos opciones: o persistir en su testarudez y no asumir el papel que las circunstancias le brindan o tomar la oportunidad que la realidad les presenta
Y en ese trance, es bueno liberarse de imposibles y fantasmas. Ser el PP fue posible en algún momento, pero ya no. Ser el PSOE es impensable o debería serlo. ¿Qué quiere o qué puede ser, entonces, Ciudadanos? Parece que sólo tiene dos opciones: o persistir en su testarudez y no asumir el papel que las circunstancias le brindan o tomar la oportunidad que la realidad les presenta.
Porque, hasta que llegue el momento de la reunión del centro derecha, que tarde o temprano y por supervivencia, acabará llegando, la oportunidad de Ciudadanos, la única, es ser lo que en un principio parecía que quería ser: la plataforma política capaz de refugiar a los votantes socialdemócratas que no pueden verse reflejados en este Gobierno ni en este PSOE. Ganar para el centro y el centro derecha al votante socialdemócrata que no quiere alharacas ideológicas.
De asumir su papel, con la prioridad clara de que Podemos abandone el Gobierno, Ciudadanos puede haberse dotado de nuevo de sentido. Y aunque, precisamente por ser decisivo tenga menos relumbrón o incluso aunque supusiera el final del partido, habrían logrado algo que pocos consiguen en política: el final honorable del deber cumplido.