El separatismo catalán ha pactado con los proetarras coordinarse de cara a la próxima legislatura, tanto en el Congreso como en el Senado. Son tiempos amargos.
El candidato del PP a la alcaldía de Barcelona Josep Bou, panadero y hombre de bien, ha decidido regalar a sus rivales políticos la tradicional Mona de Pascua que no puede faltar en ningún hogar estos días en mi tierra. Bou ejerce ese fair play que tantas veces se ha echado en falta y que no es otra cosa que la buena crianza, el humor sano y la cordialidad que van parejas en las personas de convicciones sólidas y arraigadas. Uno de sus destinatarios es, lógicamente, Ernest Maragall, que aspira a ser alcalde como lo fue su hermano Pascual, solo que el antaño poderoso hermanísimo concurre bajo las siglas de Esquerra. La misma Esquerra que, de la mano de Marta Rovira, acordaba con Arnaldo Otegui en Suiza un acuerdo de colaboración entre el partido de Oriol Junqueras y los bilduetarras. Como tienes que verte a tus años, Ernest. Si viviera Ernest Lluch…
Dice Otegui que se trata de tejer complicidades, pero todos sabemos lo que se puede y lo que no se puede tejer con esos tipos. Caso de que alguien lo ignore, puede preguntar a la familia de Miguel Ángel Blanco, por citar un solo ejemplo. Pero Otegui es celebrado en el seno del independentismo como un actor político de primer orden, y, cuando viene a Cataluña, se le agasaja, se le rinde pleitesía, se le califica de hombre de paz y se le da una aureola a lo Gerry Adams que provoca la náusea entre las personas que aún tenemos presentes los sepelios de algunos amigos asesinados por la banda terrorista.
La serpiente etarra ha encontrado cobijo en la estelada de Puigdemont, de Junqueras y de los CDR. No podía ser de otra forma, los partidos nacionalistas, tanto en Cataluña como en el País Vasco, siempre han estado del lado de quienes se han opuesto a España llegando, incluso, a dar asilo a sus miembros – vean a Carles Sastre o Fredy Bentanachs que se pasean como héroes por los platós de TV3 -, y despreciando a las víctimas, a quienes se califica poco menos que de fascistas. A Otegui, que vive un momento político dulce como jamás podía haberse imaginado, y nosotros tampoco, no se le caen de la boca palabras como “deriva autoritaria del estado”, “libertad de los presos políticos” y el sempiterno “derecho a la autodeterminación”. Asociarse con tales personajes dice mucho de quien lo hace, pero es mucho peor quien pretende apoyarse en ellos para llegar a la presidencia del gobierno. ¿Qué agenda, que programa político pueden tener que sean compatibles con una mínima vergüenza democrática? Ninguno, evidentemente. No desean ni referéndums ni consultas ni nada que pueda cifrarse con la legalidad y el rigor correspondiente. Lo suyo es el golpe de estado, la dictadura, el fascismo, el tiro en la nuca.
No se engañen. Hay dos bandos perfectamente delimitados: los que están con las víctimas y los que están con los verdugos
Sépanlo quienes creen en cuentos de hadas y opinan que el PSOE o Esquerra son moderados. Sépanlo también quienes dicen que votar no sirve para nada; los que siguen a la serpiente o a la estelada sí que irán a votar; otrosí digo, quienes acabarán por pactar con ellos en caso de no obtener la mayoría, también. Todo esto, de amargo sabor para quienes deseamos una nación en paz, convivencia, respeto a la ley y justicia social, es el eje de esta última semana de campaña. No se engañen. Hay dos bandos perfectamente delimitados: los que están con las víctimas y los que están con los verdugos. Esa es una línea roja de las de verdad, de las que importan, de las que nadie con un mínimo de decencia, ya no democrática, sino moral, puede jamás rebasar.
Bou ha regalado Monas de Pascua a sus rivales, decíamos, consistentes en dos huevos de chocolate magníficos, opulentos, espléndidos. Decía el alcaldable popular con no poca retranca que hacía falta un par de huevos para arreglar Barcelona. Añadimos que también Cataluña y España. Pero, ¡cuidado con los huevos!, porque el separatismo está incubando uno muy venenoso, letal, terrible: el huevo de la serpiente. Y ese nada tiene que ver con los dulces, honestos, simpáticos huevos de Pascua. No nos equivoquemos. Hay huevos que nacieron podridos.