Las elecciones autonómicas del pasado domingo se han resuelto, desde el punto de vista de los socios europeos, con la victoria de los partidos conservadores, es decir de dos formaciones ubicadas en el centro derecha. La alergia del sanchismo a la gran coalición con el PP no es tal en el caso del PNV, un partido de derechas de toda la vida; con unos cimientos ideológicos mucho más sólidos y desacomplejados que cualquier otro de su ámbito. A los ojos europeos, PP y PNV están en el mismo ancho de banda. Por ahí fuera no se entiende el desprecio que el presidente del Gobierno español demuestra tener a cualquier tipo de pacto con el PP, el otro partido del centro derecha, según la prensa europea, que ha salido triunfador en las últimas regionales españolas.
El 'no es no' de Sánchez
El PP es el partido de Merkel y de la mayoría de los ministros de Economía de la zona euro que derrotaron a la vicepresidenta Calviño. Unas horas antes del fracaso español, por si quedaba alguna duda, Sánchez mostraba a los cuatro vientos, en una entrevista en el Corriere de la Sera, el sarpullido que le sale cada vez que le preguntan por el PP. Todo empezó con el “no es no” que le dio Sánchez a Rajoy el 22 de diciembre de 2015. La única posibilidad de Gobierno con mayoría absoluta era importar el modelo alemán de gran coalición. Como es sabido, Sánchez dijo 'no' cuando ni siquiera había tomado asiento en uno de los sofás blancos en la sala donde cuelgan cuadros de Miró. Un lustro después, la alergia se ha hecho crónica.
Nada nuevo bajo el sol. No es la primera vez que los nacionalistas vascos y los socialistas acuerdan un Gobierno de coalición. Por supuesto que no va a ser la última. La oposición que tienen es la de un movimiento independentista que lleva en su seno al legatario de ETA y que ha sido convenientemente blanqueado por el olvido y el puñetero relato perdido. El PNV lo sabe demasiado bien y los votantes del PP que se han pasado a sus filas para contener el ascenso de Bildu, también.
Dentro de Bildu están los herederos de la banda. Además de su líder Otegi, hay tres diputados autonómicos con condenas por terrorismo
Lo sufrió Alfonso Alonso y ahora Carlos Iturgáiz que ha llegado al rescate (fallido) de un partido que no es ni la sombra de lo que fue. Dentro de Bildu están los herederos de la banda. Además de su líder Otegi, hay tres diputados autonómicos con condenas por terrorismo. Como diría el vicepresidente Iglesias, se ha naturalizado la presencia de estos sujetos en las instituciones sin que hayan renunciado a la violencia, repudiado los crímenes o colaborado con la Justicia para el esclarecimiento de los cientos asesinatos sin resolver. Hay un manto de invisibilidad que ha hecho desaparecer el plomo y la extorsión. El silencio, el mirar para otro lado, la omertá de la mafia, ha funcionado.
Con casi el 30 por ciento de los votos, los armados y encapuchados de entonces ahora mutan en la única alternativa a la mayoría parlamentaria del PNV y los socialistas. Aunque inquieta que el 75 por ciento de los votantes -si se incluye a Podemos- apoye a formaciones independentistas, los que realmente son partidarios de romper la Constitución son menos del 25 por ciento según las encuestas más solventes, como por ejemplo el Euskobarómetro. Pero sin duda, el peso del resultado del 12-J lo harán valer para inventarse un Estatuto nuevo creando un Estado de dentro de otro (irrelevante) llamado España.
Un PSOE identitario
El PP se ha quedado dramáticamente sin espacio. Para la mayoría nacionalista e independentista resulta molesto el recuerdo de un tiempo en el que lo habitual era mirar para otro lado. El terrorismo de ETA fue derrotado por la Guardia Civil y la Policía junto a jueces y fiscales. Pero en lo demás, no. La limpieza ideológica ha sido un éxito. La izquierda en general ha sido embrujada por el nacionalismo. El PSOE se ha dejado hechizar y por culpa de este encantamiento en las dos comunidades llamadas históricas -y ocurrirá en Cataluña el primer domingo de octubre si se cumple el plan de Torra- está siendo sustituido por partidos que se dicen de izquierdas pero que son separatistas por convicción.
El PSOE de Sánchez se ha hecho identitario siendo más navarro, vasco, gallego o catalán que nadie, y a la vez progresista, entrando en colisión con los principios de una izquierda socialdemócrata de ámbito nacional, comprometida hasta el tuétano con la igualdad de los ciudadanos sin distinción de territorios. El PSOE es responsable de buena parte del rebrote independentista por hacer un copia y pega. El votante acaba optando por el original.
El vacío del constitucionalismo en el País Vasco es absoluto después de que se haya certificado en las urnas el monumental descalabro ideológico del PP desde hace diez años. Otra cosa es Galicia. Mientras siga Feijóo, el 78 se mantendrá sin novedad en esa parte de España otros cuatro años. El BNG no tiene prisa. Se queda a la espera de ver como el PNV y ERC aprovechan la oportunidad de reformar la Constitución sin que se note a cambio de mantener a Sánchez al frente de lo que el presidente suele llamar “Estado compuesto”. ¿Y el Rey? En eso están algunos hasta que descubran que es como dar pellizcos a una roca.