Opinión

Bodas, bautizos y comuniones: más que un fiestón

Desde el pasado día 1 Valencia ofrece “bautizos civiles” para recién nacidos. Esto ha provocado muchas risas, obviando lo importante: somos seres sociales

  • Un bebé jugando en su casa -

Un amigo, licenciado en comunicación audiovisual, declara orgulloso que él trabaja para la BBC: bodas, bautizos y comuniones. El éxito es cuestión de perspectiva. Inaugurado mayo comienza la temporada BBC, de la que resulta imposible escapar. Y menos mal que así es, significa que seguimos considerando importante celebrar los diferentes hitos vitales que marcan la vida personal y social. Somos, afortunadamente, seres sociales. Suele olvidarse que la sociedad no es una suma de individualidades, es algo que va más allá. No podemos decir, en este caso, que el todo es la suma de las partes.

A muchos les aterra esto último, codiciosos como son de su individualidad y su libertad. Parecen olvidar que somos individuos y somos libres precisamente porque somos en sociedad. Aristóteles dice que quien vive al margen de la sociedad sólo le cabe pertenecer al mundo de los animales o al de los dioses. He conocido muchas personas que se asemejan más a las bestias, y muy escasas son las que evocan lo divino. También están quienes, basándose en la idea de que somos animales sociales, olvidan que son los individuos particulares quienes tienen la capacidad para mantener los rasgos de la sociedad en la que viven, o transformarla (para bien o para mal). A esta gente, en nombre de la prosperidad, no le importa pasar por encima de los individuos. Como si no fueran personas. Como si aplastar su individualidad y su libertad no acabara afectando al tipo de sociedad en la que viven: pobreza, temor, disolución de los vínculos naturales entre vecinos y familia a los que conduce un control férreo de la sociedad.

En Inglaterra la gente tiene su mini casa y su mini jardín, y defienden aguerridamente la república independiente de su hogar

Paradójicamente, a la disolución de vínculos contribuye también una sociedad que evalúa todo en términos muy individuales y económicos. Sólo hay que ver lo distintas que son entre sí las sociedades anglosajonas y las europeas (especialmente las mediterráneas). En Inglaterra la gente tiene su mini casa y su mini jardín, y defienden aguerridamente la república independiente de su hogar. Eso crea ciudades que se extienden a lo ancho, con calles y calles sin pequeños negocios o bares. No existe el concepto de salir a tomar algo al bar de la esquina. La diversión fuera de casa consiste en salir al centro comercial. Si creen que el clima explica esto último pregúntenle a alguien del norte de España, se reirá en su cara. La vida de calle -adultos tomando cañas y niños jugando- se hace igual aunque llueva. Como dicen los alemanes, no existe el mal clima, sólo ropa inadecuada. Otra prueba de esto último es que EE.UU reproduce estos modelos de convivencia y diversión sin padecer el clima deprimente de Reino Unido. Aprovecho para dejar caer que son más los anglos que desean vivir en el mediterráneo que a la inversa. La mayoría de los que emigramos o hemos emigrado a anglolandia ha sido por cuestión de trabajo. Dejemos para otro día los motivos por los cuáles ellos ofrecen mejores sueldos.

La buena noticia es que en ambos mundos permanece, como dije, la necesidad de celebrar ritos en común. Desde el pasado día 1 Valencia ofrece “bautizos civiles” para recién nacidos. Esto ha provocado muchas risas, obviando lo importante: somos seres sociales. Consciente o inconscientemente necesitamos que haya un “jefe de la tribu” que dé fe de las diferentes etapas que unen al individuo con la sociedad. Para quienes somos católicos, el bautizo, la primera comunión, etc. el significado es completamente distinto pero, en todo caso, antropológicamente esa necesidad de ceremonias sociales está ahí por algo. No acabo de entender por qué creemos tan profundamente en la hipótesis darwinista cuando se trata de explicar lo biológico, y la descartamos tan a la ligera cuando hablamos de aspectos sociales y culturales, de todo lo que el ser humano tiene de no-animal. Si prestáramos más atención a estos detalles resultaría más sencillo entender muchos de los fenómenos que actualmente nos dejan igual de pasmados que si, de repente, la gravedad empezara a actuar sólo por intervalos de tiempo. Todas las presuntas perplejidades que ahora nos aquejan dejarían de ser un misterio si entendiéramos rasgos ineludibles del ser humano como el que he esbozado en estas líneas: somos seres sociales, y, por tanto, el sentido de pertenencia nos es tan inherente como la necesidad de respirar. Observen desde esta premisa muchos de los fenómenos sociales actuales (feminismo delirante, transexualidad como plaga, lo queer como estilo de vida) y ya me contarán qué conclusiones han obtenido.

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