En su primer acto de partido, en Oviedo, a los cien días de llegar a la Moncloa, Pedro Sánchez ya avanzó sus propósitos. Mi gobierno, vino a decir, no es un ‘accidente’, sino la herramienta para sentar las bases de la ‘gran transformación’ que exige España hasta el año 2030. En efecto, 2030, dijo. No han leído mal. Y no lo olviden, porque él no lo olvida.
En otra oportunidad, Sánchez habló de 2020. En otra, advirtió de que sin Presupuestos se acortaría la legislatura. Este lunes, desde su antedespacho, se acaba de agitar la idea del 14 de abril, aniversario de la República y domingo de Ramos para ir a las urnas. Unas horas después, empezó a correr la fecha del 28 de abril. Y así sucesivamente. ¿A qué Sánchez creer?, cabría preguntarse con Carmen Calvo. ¿Al primero, al de 2030? ¿Al que ahora quizás tenga prisa? Hagan sus apuestas.
Hay una frase que repite él mismo con la insistencia de quien recita obsesivamente una jaculatoria para que suene a verdad suprema. “Convocar elecciones es prerrogativa exclusiva del presidente del Gobierno”. O sea, de él y solamente de él. Su equipo le hace los coros, como un tedioso rezo de sacristía. Ábalos, Celaá, Lastra, la propia Calvo, recuerdan una y otra vez que aquí no hay elecciones hasta que no lo disponga el presidente. Vaya novedad.
Ya puede bramar Alfonso Guerra y mascullar Felipe González; habrá urnas sólo cuando Sánchez lo disponga
Ya pueden echarse quinientas mil personas a la calle con la bandera nacional. Ya pueden tumbarle doscientos presupuestos. Ya pueden rechistarle sus barones y demás jarrones chinos. Ya puede bramar Alfonso Guerra y mascullar Felipe González. Habrá urnas sólo cuando Sánchez lo disponga. El partido no empieza hasta que no haya balón. Aunque estén formados los equipos, alineados los banquillos, dispuesto el árbitro, rebosantes los graderíos. Es lo mismo. Hasta que Sánchez no lo ordene, el balón no echa a correr. Y sin pelota, no hay partido. Y la pelota, como se encargó de demostrar este lunes en su fotografía con los chicos de ‘Campeones’, sólo la maneja él.
Los cánticos de los jarrones chinos
Y en esas estamos. Vienen los analistas a subrayar que la economía naufraga, que el PSOE se cuartea, que el horizonte electoral se torna brumoso y que esto no aguanta. ¿Y? Es el ocioso cantar de un día vacío, respondería Desmond Morris. Una retahíla de espesos argumentos que se han estrellado contra un presidente extraordinariamente ‘vano, diverso y fluctuante’, con una sola idea en el entrecejo. La que desvela Irene Lozano en el ‘Manual de resistencia’. O, como diría el conde Lucanor: “Siempre vence quien sabe aguardar”.
Sánchez es la combinación perfecta de una autoestima hipertrofiada y un escaso sentido del ridículo. Por no hablar de esa ambición desmesurada que se refleja en un rostro descarnadamente inmoral.
Este escenario del espanto sólo se acaba por dos vías: una moción de censura o una convocatoria electoral anticipada. Lo primero, por ahora, es imposible. Los números no dan y Cs no quiere. Lo segundo parece impensable. Sánchez cuenta con la baza maestra que le llevó a la Moncloa. Los secesionistas. Si hay elecciones y llegan al poder ‘los trillizos reaccionarios’, como los bautizó Irene Montero, precisamente ella, no sólo se acabó la autonomía en Cataluña sino que se evaporan las posibilidades del indulto a los golpistas.
Pase lo que pase con los Presupuestos, los independentistas no apuñalarán a Sánchez: "No le dejaremos caer porque la alternativa es mucho peor"
¿A qué arriesgarse con unas elecciones anticipadas? ¿A qué abrirle las puertas del poder a ‘trío de la benzina’? Con Sánchez en la Moncloa, el referéndum de autodeterminación y la medida de gracia para los condenados del procés estarán servidos. Pase lo que pase con los presupuestos, los independentistas no apuñalarán a Sánchez. “No le dejaremos caer porque la alternativa es mucho peor”, advirtió desde la cárcel la exconsejera de Trabajo, Dolors Bassa. Tan sencillo como eso. Mientras el independentismo tenga la llave del Congreso, mientras la mayoría parlamentaria dependa de los separatistas, Sánchez parece respirar tranquilo.
¿A qué hablar del 14 de abril? ¿Y del ‘superdomingo? ¿Y del próximo otoño? Sánchez se ríe, con como en 'La burla del diablo'. No hay nada más peligroso que una idea cuando sólo se tiene una. O sea, 2030.