Opinión

Campañas electorales y otros suplicios

Todavía no he decidido qué me provoca mayor rechazo, si los mítines que derivan en griterío o esos diálogos de besugos que son los debates

  • Los seis candidatos previo al debate en RTVA/ Europa Press.

Una de las peores cosas que implica ser columnista es tener que tragarse mítines y debates electorales. Si Dante fuera contemporáneo nuestro le habría dedicado a esta tortura uno de los círculos del infierno de su Divina Comedia. Todavía no he decidido qué me provoca mayor rechazo, si ese momento de los mítines en los que el candidato acaba gritando con voz de ultratumba -como lo hizo Georgia Meloni en uno de Vox- o los diálogos de besugos que son, en realidad, los debates electorales.

Sólo porque me pagan por dar aquí mi opinión conseguí quedarme con el nombre de Inmaculada Nieto, quien me inspira genuina lástima. Se ha pasado toda la campaña con cara de pulpo en un garaje. Mi instinto maternal me provocó impulsos de acercarme a ella, darle un abrazo, un helado y consolarle diciendo que lo que importa es participar. Le habría preguntado, de paso, a qué grupo de izquierda no-PSOE pertenece: con tantas filiales y divisiones termino por confundirme: dime niña, ¿de quién eres, toda vestida de blanco? De la Virgen María y del Espíritu Santo ya sabemos que no, pues Teresa Rodríguez nos insistió machaconamente con que el bando nacional-católico lo representa Macarena Olona. Resultó divertido que, durante el último debate, la representante de Vox vistiera entera de rojo y, por su parte, Rodríguez fuera de verde. ¿Verde Andalucía o verde Vox? ¿Rojo mujer de rompe y rasga o rojo comunista? La polisemia de los colores es lo que tiene, que una acaba por interpretar lo que le da la real gana.

A Espadas hay que reconocerle el mérito de ir a torear a esa plaza, con el jefe que tiene en Moncloa y viendo cómo van las encuestas. Olé tú, Juan

Sigamos con los varones. Le construiría gustosa una estatua a Juan Espadas. Hay que tener arrestos para presentarse a los debates sabiendo que -con razón- cualquier cosa que digas podrá ser rebatida con un único e infalible argumento: “¿Con qué cuajo reclama nada, si ustedes han gobernado aquí durante cuarenta años?”. Le añades la guinda de los EREs y la prostitución y listo. A Espadas hay que reconocerle el mérito de ir a torear a esa plaza, con el jefe que tiene en Moncloa y viendo cómo van las encuestas. Olé tú, Juan. Sobre Marín…Me da apuro decirles lo que pienso, pues soy católica y una cosa es dar mi opinión y otra cebarme. Me confesé hace apenas unos días y no me viene bien volver a pasar por garita tan pronto.

Juanma Moreno. Tenía todas las de ganar y, efectivamente, lo hizo en el debate y repetirá victoria en las urnas. Ahora bien, con el panorama que acabo de describir lo tenía para graduarse Summa cum laude, algo que no sucedió en absoluto. Se defendió con lo obvio y ya mencionado, pero se atarantó torpemente ante preguntas cuyas respuestas merecemos conocer toda la ciudadanía: ¿Qué le está pasando a la sanidad pública? ¿por qué esa escasez de médicos y enfermeros? No será por falta de estos profesionales, llevamos años viéndolos emigrar en masa. ¿Qué está ocurriendo con la educación pública? Con esta última cuestión podría haber escurrido el bulto acogiéndose al comodín populista de las reformas educativas infames del PSOE, pero eso habría implicado mostrar puntos de unión con Olona, de quién huyó como alma a la que persigue el diablo.

Al final, y entre todos los candidatos, la casa sin barrer. Nos rasgamos las vestiduras con el abstencionismo electoral pero, si para mí ha resultado un martirio tener que estar pendiente de todo este circo, y lo he hecho porque va de suyo en mi profesión, ¿podemos exigirle al ciudadano de a pie que se lo trague? Por Dios, que llegue ya el domingo y termine toda esta farsa.

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