¡Tan felices que se las prometía el de Waterloo este martes! Reunión en un céntrico hotel de Bruselas con 50 cargos de Junts per Catalunya, amén de sus fieles escuderos Josep Costa, vicepresidente primero del Parlament, Laura Borràs, the woman in Yellow, Elsa Artadi, que nunca sabrás si va o viene y el mítico Quim Torra, de profesión sus recados, unos buenos croissants, unos cafés óptimos y, hala, el hombre ya tenía echada la mañanita. Desengáñense, nada como desayunar con tus amiguetes, con gente de confianza, de esos que en el separatismo se denominan de pedra picada y que no retroceden ante nada ni ante nadie, salvo que se trate de la Benemérita o el juez Marchena. Motivo y alcance de la visita: mantenerse en tensa espera a ver qué pasa con el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que el próximo 19 ha de pronunciarse acerca de si Junqueras tiene inmunidad parlamentaria como eurodiputado, lo que equivaldría a que Puigdemont también gozase de la misma, dicen. Otros importantísimos temas fueron que de elecciones nada hasta que no se dilucidara este asuntillo, que el fugadísimo es – Borràs dixit – “nuestro candidato permanente” y que quien tenga huevos que se atreva a moverse.
Nadie le previene, porque la mayoría de esos 50 están hasta el gorro del tal Puigdemont, que, si bien es posible que el TJUE reconozca la inmunidad a Junqueras también es posible que no hagan lo mismo con el del flequillo. De entrada, el recurso lo presentó el líder de Esquerra, Junqueras se ha sometido a la justicia española, está juzgado, sentenciado y en la cárcel y, con toda probabilidad, estará en la calle más pronto que tarde disfrutando de los beneficios del sistema penitenciario que, no lo olvidemos, en Cataluña depende de la Generalitat. En cambio, el del maletero ni se ha presentado ante un juez español ni tiene ganas de hacerlo. Son dos casos muy distintos en lo judicial, en lo político y, si me apuran, en lo moral.
También se habló de la investidura de Sánchez, claro, y el hombre del patinete, Eduard Pujol, se apresuró a decir que JxCat retiraba una cosilla en el Parlament acerca de la autodeterminación para que nadie les acusara de entorpecer las negociaciones. Vaya, lo de siempre, que estos solo saben hablar de su libro. Costa había pedido que la Mesa del Parlament se reuniera a las 12:30 y no a las 10, como es habitual, para que le diera tiempo de despachar con el jefe en Bruselas – es decir, el Parlament sujeto ya no a los caprichos separatistas, que también, sino a las agendas de Cocomocho y sus mariachis - y los demás volviendo a sus casitas, que es diciembre y hace frío.
Todos tienen un punto en común: Puigdemont está muy tocado. Hoy dice una cosa y a los cinco minutos dice todo lo contrario
El mosqueo en serio empezó cuando el prohombre preguntó a los pocos que se quedaron con él, a su pinyol, que qué tal el partido. Silencio sepulcral seguido de un coro de balbuceos. Porque el PDeCAT está fragmentado entre los que desean la cabeza de Puigdemont servida con guarnición de patatas, liderados por Marta Pascal, que no perdona, los radikalinsky que lo encuentran demasiado flojo – a saber que entienden por duro -, los que presionan para que el PDeCAT se diluya en el seno de JxCat y el sector wait and see encabezado por Artur Mas y representado en la formación heredera de Convergencia por David Bonvehí. Todos tienen un punto en común: Puigdemont está muy tocado. Hoy dice una cosa y a los cinco minutos dice todo lo contrario.
Total, que al saber que no arde París, Puigdemont cogió un cabreo del quince, se puso a despotricar contra Junqueras en particular y contra Esquerra en general, habló de purgas en el partido y no preguntó si el ejército de Wenck iba a venir de milagro. Como estaría que los suyos le decían a la salida del hotel tranquil, president, tranquil, que potser hi haurà prensa, cuando la realidad es que ya no le hacen caso ni las revistas de sudokus. Pero entonces pasó lo inesperado, que diría Iker Jiménez: un grupo de personas le increpó, en perfecto catalán y exhibiendo banderas de España, con gritos de Puigdemont a la pressó!, Cap a Espanya!, Vergonya!, Delinqüent!, Racista! o, lo peor que podían decirle, Xarnego! Creemos superfluo traducir las palabras que se entienden, vaya si se entienden, a la perfección.
El hombre se alejó con rictus desencajado y uno de sus allegados se giró para comentarle a cierta persona Està fotut, molt fotut. Entre eso y que el precio de la langosta se dispara siempre por navidades, debe estar, efectivamente, muy jodido.
Si es que así no se puede, caramba.