Pablo Casado se ha pegado tal atracón de carne aprovechando la metedura de pata de Alberto Garzón con su ataque a las macrogranjas durante la precampaña en Castilla y León que resulta hasta lógico que algunos sondeos de última hora revelan síntomas de que sube el ácido úrico que es Vox para las expectativas de un PP que dice va a gobernar en solitario esa comunidad, Andalucía… y en La Moncloa. Dolorosa gota para quien la padece.
Las mismas encuestas que daban a los populares mayoría absoluta hace tan solo dos meses, ahora matizan que el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, ganará al socialista Luis Tudanca en las urnas el domingo 13 de febrero, sí, pero va a necesitar del apoyo verde para su investidura; lo cual, de confirmarse, significaría que él y Casado, tanto monta, habrían hecho un pan como unas tortas cuando decidieron adelantar estas elecciones: cambiar a un socio moderado en trance de desaparición como Ciudadanos por un Santiago Abascal crecido tras la reciente cumbre de extrema derecha en Madrid con la francesa Marine Le Pen y los primeros ministros de Hungría, Víktor Orban, y Polonia, Mateusz Morawiecki.
A ver qué depara la recta final de la campaña, pero confieso que la victoria en el debate que cuenta Jesús Ortega de ese candidato imposible en que se ha convertido el ex vicepresidente de Mañueco y hoy enemigo, Francisco Igea, desahuciado por Inés arrimadas y hasta por un inoportuno covid que le obligó a debatir desde casa, me suscita interrogantes sobre la solidez real del portaaviones popular.
No es ningún secreto que al presidente del PP y a su candidato castellano, sin el arrastre mediático y el desparpajo de esa Isabel Díaz Ayuso convertida ya en icono pop, una especie de chica Almodóvar, se les está haciendo muuuuy larga una campaña que planificaron de por sí polarizadora y corta, con Navidad de por medio; precisamente para sorprender a Vox y a la novedad en estos comicios, España Vaciada, rivales directos en la captación de voto y que a la postre acabarán decidiendo en las Cortes la reelección de actual presidente si la mayoría absoluta se aleja definitivamente.
No es ningún secreto que al presidente del PP y a su candidato, sin el arrastre y el desparpajo de esa Isabel Díaz Ayuso convertida ya en icono pop, una especie de chica Almodóvar, se les está haciendo muuuuy larga una campaña de por sí corta
Al principio no quedaba claro el relato de Mañueco sobre por qué adelantó las elecciones, cuando un oportuno Garzón se cruzó en su camino y él y Génova apostaron por un remake de la Ayuso de hace un año en Madrid, pero con vacas: "Más ganadería, menos comunismo". Como eslogan no está mal tirado porque fija marco de campaña a todos, incluso a ese Tudanca que ha preferido obviar apellido tan cárnico para no dar más munición al PP.
Pero, no nos engañemos, todo casting tiene un límite y, para disfraz campestre, el que llevan ese Abascal y los suyos, todos, a caballo desde hace cuatro años reconquistando España; da mil vueltas al del PP. Solo hay que ver en los carteles de debate de los populares a mi compañero, el periodista Pablo Montesinos, que apunta las mismas artes de ganadero que yo de vegano. Por tener, Vox tiene hasta toreros de verdad, como Morante de la Puebla, o ese mito del valor en el mundo taurino que es Juan José Padilla con parche y rostro desfigurado tras una escalofriante cogida. El PP tiene en la Mesa del Congreso a Adolfo Suárez Illana, que se quedó en novillero... Así de injusta es la vida. Y la política.
Como el inolvidable Tintín de Hergè, no hay día en que Pablo Casado no nos regale a diario entregas del tipo Casado acaricia los terneros que desprecia este gobierno, Casado en un secadero de jamones o ¡Qué rico es el queso con un trago de vino!
Establecido ese eslogan, la dieta en la sede de la calle Génova parece que ha sido en este mes de enero es steak-tartare hasta para desayunar, si me permiten la ironía. Pero la sobreactuación es mala consejera y, por tirar de refranero -castellano, faltaría más-: lo poco agrada, lo mucho cansa.
Como aquel inolvidable personaje que fue el Tintín del belga Hergé -¿Recuerdan aquellas tapas duras de Tintín: Objetivo la Luna, Tintín en el Congo o Tintín en el Templo del Sol?-, desde hace un mes no hay día en que Pablo Casado no nos regale a diario performance del tipo Casado acaricia los terneros que desprecia este gobierno, Casado en un secadero de jamones o ¡Qué rico es el queso con un trago de vino!
Puro costumbrismo, muy bien -soy carnívoro-, pero, digo yo que en Valladolid y Palencia están la FASA-Renault, santo y seña de la industria automovilística española, o empresas suministradoras de la aeronáutica Airbús, por ejemplo; vamos, que igual conviene aparcar la parca de ganadero de Netflix y la bata blanca de investigador en Campofrío y volver al traje y corbata al uso para visitar una fábrica... que, a veces, solo a veces, Pablo, los asesores de imagen tienen más peligro que una piraña en un bidé y acabas apodado en Twitter El hombre que susurraba a las ovejas... (otro día hablamos de Aznar).