Opinión

El zascandil

Vox ha reanimado al muerto que anuncian las encuestas, y de paso tortura al PP de Feijóo

  • El vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo, y el presidente, Alfonso Fernández Mañueco. -

Recuerdo bien que, cuando era un niño, mi abuela me llamaba zascandil. Lo decía medio en broma medio en serio, y siempre antes o después de la comisión de una trastada. Con esto quiero decir que al zascandil se le ve venir, y si no es así, se le descubre una vez que ha llegado. Nunca di mucha importancia a la palabra en cuestión, primero porque aplicada a una criatura no llegaba a la categoría de insulto, y, después, porque la propia fonética del adjetivo me hacía gracia. ¡Zascandil, que eres un zascandil!

Las ramificaciones e interconexiones de nuestro cerebro son tan potentes que, la actualidad política de España me regala el feliz recuerdo de mi abuela a propósito de una palabra que hoy encaja a la perfección. Zascandil, en su primera acepción, habla de una persona de poca formalidad, inquieta y enredadora. La segunda es más grave: hombre astuto, engañador y estafador. Lo diré ya: fue recordar la palabra en cuestión, y se me apareció el vicepresidente de Castilla y León que, en forma de afortunado regalito, disfruta el diletante y blandito presidente de esa Comunidad Alfonso Fernández Mañueco. Hoy es uno de esos días -y mañana también-, en los que Mañueco debe estar maldiciendo el momento en que aceptó la idea de adelantar las elecciones. ¡Ay, aquellos plácidos tiempos de gobierno con el Ciudadanos de Francisco Igea que ya no volverán!

A Juan García-Gallardo, que de la nada se encontró con una vicepresidencia que gestiona desde y para nada que no sea el enredo, los días se le deben de hacer largos, quizá aburridos, y cuando eso sucede aflora en él una indisimulada devoción por zascandilear. Zascandilea con un tema tan serio y delicado como el aborto porque es su naturaleza inquieta y enredadora, y sigue zascandileando porque el presidente Mañueco no le para, no sabe, o seguramente no puede parar a quien le debe el cargo y le deberá la presidencia hasta que haya en aquella tierra elecciones. ¿Quién fue el zascandil que desde Madrid tuvo la idea de adelantar las elecciones en esa tierra? ¿Seguirá escupiendo huesos de aceituna por Murcia?

Comportarse como un hortera sin reparar en que al único que vas a beneficiar es a aquel que dices querer destruir por felón e ilegítimo: Pedro Sánchez

A veces, la soberbia adopta la forma del disparate, y entonces el desatino ya no te abandona, hagas lo que hagas.  Quizá el joven Gallardo no sepa que en política se puede hacer casi de todo; se puede ser incoherente, insensato, necio e incluso tonto, todo menos hacer el ridículo. Y otra cosa más, posiblemente consecuencia de la anterior: comportarse como un hortera sin reparar en que al único que vas a beneficiar es a aquel que dices querer destruir por felón e ilegítimo: Pedro Sánchez.

No es la primera vez que Vox se comporta así, no será la última, porque en su brújula política -si es que la tiene- está mejor perfilado el norte para desgastar y dividir al PP que para menoscabar al sanchismo que tanto dicen odiar. Que se lo hagan ver, porque cada vez que los de Abascal tocan la campana hay fuego en la calle Génova y fuegos artificiales en la de Ferraz. La política, cuando mezcla la falta de oportunidad con la extravagancia arroja resultados fatales que aprovecha el adversario que, últimamente, estaba buscando una salida al lío descomunal en que estaba metido.

De pronto, con la propuesta de Vox sobre el aborto en Castilla y León, los medios han mordido la tajada: aquí hay lío y desavenencia, afirman. El PP tiene que decir algo y desligarse de la extrema derecha, repiten. Los medios afectos al gobierno -Puigdemont ha descubierto ahora que son, entre otros, El país y La vanguardia- que ya no sabían dónde esconder los escandalosos resultados de la reforma del Código Penal o los indecentes efectos de la extravagante ley del sí es sí, han encontrado por fin el hoyo de las agujas donde meter la espada: en la última tontería de un político menor y escaso al que el cargo de vicepresidente le tocó en la tómbola de la plaza mayor de Valladolid. Un zascandil de libro.

Tiene mucha razón la presidenta de Madrid cuando califica de ocurrencia el discurrir de Gallardo. No habrá ningún cambio, y los médicos seguirán actuando como hasta ahora

Hay que suponer que el tal García-Gallardo no sepa eso que enseñan en las escuelas de verano de todos los partidos políticos, que cuando el enemigo se está equivocando conviene no entretenerle. Le regalo la sentencia para la próxima, que será pronto.

Las palabras de este muchacho metido a político, quizá porque se aburría en el despacho de su padre, no van a tener ningún efecto en la forma de abordar el drama de un aborto. Tiene mucha razón la presidenta de Madrid cuando califica de ocurrencia el discurrir de Gallardo.  No habrá ningún cambio, y los médicos seguirán actuando como hasta ahora, pero la impericia del vicepresidente -que ayer volvió a confirmar en una inefable rueda de prensa-, le ha servido al Gobierno de Sánchez para requerir oficialmente a la Junta de Castilla y León para que no aplique el protocolo contra el aborto. Verdaderamente, es sorprendente este país con estos zascandiles al frente: los golpistas indultados, la sedición borrada del Código Penal, la malversación rebajada, los violadores saliendo a decenas por la puerta de la cárcel a la calle, la tal Pam, secretaria de estado de Podemos que apadrinó la ley del sí es sí, descojonándose de risa con este asunto, y llega el vicepresidente zascandil y la arma con un asunto que ni estaba, ni se le esperaba ni era un problema. Hasta hoy.

No está escrito ni confirmado que el sanchismo salga reforzado cada que arremete contra la extrema derecha. Pero sí que, en esta ocasión, encontró el alivio y el oxígeno que le estaba faltando. Vox ha reanimado al muerto que anuncian las encuestas, y de paso tortura al PP de Feijóo. Es de esperar que un día de estos los de Abascal encuentren la iluminación suficiente para saber quién es el enemigo. Desde luego, Dios da pan a quien no tiene dientes, que decía también mi abuela. 

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