El pasado miércoles el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, anunciaba en sede parlamentaria que si antes de finales de marzo no se llegaba a un acuerdo, se prorrogarían los Presupuestos de 2017. Esta situación no entraba en las previsiones del Gobierno hasta que explotó la crisis catalana. Vamos a intentar explicar el porqué de este escenario con cinco claves:
1) El resultado de las elecciones catalanas está influyendo en toda la política nacional
La inestabilidad política, con una sociedad dividida, sigue acaparando la prioridad del Ejecutivo, que afronta su mayor crisis desde que llego Mariano Rajoy a la Moncloa y que está lejos de resolverse. El continuo desafío hacia la ilegalidad de los independentistas genera una incertidumbre permanente y obliga al Gobierno a volcar tiempo y recursos.
2) El inicio de una confrontación preelectoral directa entre los populares y el partido naranja
Ciudadanos, ganó las elecciones catalanas con claridad y lo hizo, además, con su discurso rotundo que entraba en el imaginario del votante PP como un cuchillo caliente en la mantequilla. Si la primera impresión era que aquel resultado se circunscribiría a Cataluña, más tarde hemos visto que C,s también es capaz de vencer en un campo tan etéreo como las encuestas. El poder de la percepción que reflejan los sondeos de opinión ha cambiado el rol de los partidos, aunque luego éstos no se cumplan exactamente, como ha venido ocurriendo. C,s está superando al PP en las tres últimas encuestas conocidas y se sienten fuertes, tal vez incluso busquen un bloqueo presupuestario en aras de un adelanto electoral.
3) El concurso del PNV
Aunque hubiera un acuerdo PP-Ciudadanos para aprobar las cuentas ya rubricado, haría falta el concurso del PNV al que la situación catalana va a mantener inmovilizado hasta el minuto siguiente a que tome posesión un nuevo president. Aitor Esteban ha manifestado en múltiples ocasiones la necesidad de levantar el 155 para simplemente sentarse a la mesa de negociación. Sí, cierto, es este mismo PNV al que no dolieron prendas para negociar y aprobar con el PP en noviembre, en plena crisis catalana, el nuevo cálculo del cupo vasco.
4) La corrupción en los tribunales
Los casos de corrupción que asedian al Partido Popular lo convierten en un socio tóxico del que conviene apartarse. La excusa puede ser la senadora Barreiro; la realidad es que a los populares les espera un vía crucis judicial en los próximos meses.
5) La lucha fratricida por el liderazgo de la izquierda
Que obliga al PSOE a que los acuerdos con el PP sean los mínimos posibles y a Podemos a que no haya ninguno en absoluto. Los bloques equidistantes de la derecha y la izquierda han sido tradicionalmente de mutua oposición en la votación de los Presupuestos Generales y ahora la situación se acentúa por la interminable batalla que mantienen Sánchez e Iglesias.
En estas condiciones crece la rivalidad política y merman proporcionalmente las posibilidades de que se atiendan los intereses concretos de los españoles. Por mucho que se nos hable de medidas y condiciones para salir de la crisis, la realidad es que todos los partidos se vigilan mutuamente, sobre todo los que tienen frontera electoral en la que competir. Normal en la vida política, siempre y cuando no llegue la sangre al río y no nos encontremos con que no hay presupuesto 2018. Rajoy dice que lo habrá y es el presidente del Gobierno. Pero en política, la fe lo que tiene que mover no son montañas, sino papeles, que es peor.