Lo decía Alfonso Guerra allá por el año 1981: “Somos alternativa de Gobierno”. El PSOE salido de la larga noche de la dictadura, donde no existió como partido de oposición al franquismo, se encaramó de la noche a la mañana a la condición de alternativa a una UCD que había elegido el camino de suicidarse con uno de esos venenos que, salidos del alambique de la división interna, llevan al afectado a una muerte tan lenta y dolorosa como segura. La encuesta del CIS de ayer viene a confirmar a Ciudadanos como alternativa de gobierno a un PP en descomposición. En realidad, los resultados de la consulta demoscópica que conocimos ayer guardan una línea lógica con lo que han venido arrojando las encuestas desde agosto de 2017, arrabales del golpe de Estado del independentismo catalán, confirmando la condición de la formación naranja como líder en las preferencias del votante. El dato de la intención directa de voto -sin la cocina que suele aplicarse en estos casos- es demoledor: Ciudadanos (16,1%) aventaja en cuatro puntos al PP (12,1%). El PP tiene un problema y Mariano lo sabe.
El partido ensamblado por Aznar sigue deslizándose por la cuesta abajo sin que se advierta un suelo capaz de frenar esa deriva. El 24% del voto que le adjudica el CIS supone la pérdida de 9 puntos respecto al 33% conseguido en las generales de junio de 2016, nada comparable, en todo caso, con los más de 20 puntos que se deja respecto de la mayoría absoluta lograda en las generales de diciembre de 2011 (186 diputados y el 44,60% de los votos). En esa mayoría dilapidada arranca el cáncer terminal que padece un partido que fue incapaz de responder a las expectativas generadas y a las necesidades perentorias de una España que reclamaba mano de hierro para superar la crisis –política y económica- en que la había dejado el mendaz Zapatero. De aquellos polvos vienen estos lodos. La mejora relativa registrada en junio de 2016 vino a significar una nueva -y quizá última- oportunidad que el electorado de centro derecha concedió a Mariano y que Mariano ha vuelto a dilapidar como en él es habitual. La suerte parece echada.
El PP sigue defendiéndose como gato panza arriba
Desde aquella mayoría de diciembre de 2011 el partido de la derecha se ha dejado tantos pelos en la gatera electoral que el minino ofrece hoy un aspecto famélico que asusta, no obstante lo cual es justo reconocer que sigue defendiéndose como gato panza arriba, justo reconocer que hay algo de prodigioso en esa enorme balsa de piedra varada en la inanidad que es hoy el partido de la derecha y que le impide hundirse, que le mantiene a flote a pesar de todo, a pesar de que la encuesta del CIS se realizó en los peores días del escándalo Cifuentes, con el partido sometido a todos los embates mediáticos, algo milagroso, pues, en un partido desacreditado entre grandes capas de población urbana pero que sigue contando con un suelo inamovible de 5 millones de votos, y que es visto en áreas geográficas de la España profunda como un valor refugio, un salvavidas al que aferrarse ante los riesgos que tantos españoles honrados advierten en derredor.
Por llamativo que pueda parecer, el ambiente ayer tarde era de alivio en Moncloa y en la sede de Génova. El golpe podía haber sido peor. De hecho, se temían que el destrozo resultara mucho más grave, de modo que ayer unos cuantos, empezando por el gran Mariano, se sintieron aliviados y más resueltos que nunca a resistir, a alargar la agonía, a estirar el chicle, a concluir la legislatura en la esperanza de ese milagro capaz de dar la vuelta a las encuestas. El prodigio capaz de volver el mundo del revés. El CIS de ayer, sin embargo, marca el inicio de la agotadora carrera electoral que nos espera durante los próximos 12 meses y que conducirá directamente a las autonómicas y municipales de mayo de 2019, una cita que debería consagrar el entierro definitivo de ese bipartidismo que resultó herido de muerte el 20 de diciembre de 2015.
Pedro Sánchez, el peor parado
Quien peor parado, peor incluso que el PP, ha salido de la encuesta del CIS es un PSOE y un Pedro Sánchez que, rodeado de un equipo más que mediocre, tiene que hacérselo mirar con urgencia. El 60.3% de los encuestados, seis de cada diez españoles, considera que la actuación del secretario general socialista como líder de la oposición es mala o muy mala, con apenas un 4,8% dispuesto a considerar esa actuación como buena o muy buena. Más demoledor aún resulta ese 85,5% de encuestados a quienes el líder socialista inspira poca o ninguna confianza, un dato todavía peor que el de un Mariano Rajoy sometido al brutal desgaste por todos conocido, que inspira poca o ninguna confianza al 82,1% de los participantes en la encuesta. Como el que no se consuela es porque no quiere, ese Castelar escondido que hay en José Luis Ábalos vino a decir ayer que no pasa nada, y que “el PSOE es la única alternativa en la izquierda” al Partido Popular.
Dice el dicho que los dioses ciegan primero a quienes quieren perder, y cegato camina un Sánchez que, perdido en su burbuja mental, sigue convencido, cual nuevo Zapatero redivivo, de ser el próximo presidente del Gobierno, “porque a partir del otoño el PP se va a hundir acorralado en los tribunales”. Y cegata camina una militancia socialista, o la parte de ella que lo rescató para el cargo después de haber sido descabalgado, que sigue empeñada en ignorar que el caladero de votos de un partido socialdemócrata moderno no está en la extrema izquierda, ni en la imitación de Podemos, sino en el centro político donde moran hoy esas clases medias y trabajadoras que tienen su piso en propiedad, su coche, su hijo en la universidad, y que no quieren aventuras esquizoides, porque lo que reclaman es progreso, quieren empleo, demandan bienestar, exigen calidad democrática y abominan de la corrupción -de la socialista también-, y de quienes juegan peligrosamente con una unidad de España que es garantía de la libertad de todos. ¿Tan difícil de entender es, Pedrito?
La encuesta del CIS es una buena noticia, un soplo de aire fresco, la renovación de una esperanza
En una España vapuleada por casi todas las tormentas, sometida a tensiones territoriales que ponen en riesgo la continuidad del Estado de Derecho, víctima de una crispación social desconocida hasta ahora, donde cualquier voz sensata resulta acorralada bajo la violencia verbal de la jauría de quienes más gritan, la encuesta de ayer del CIS es una buena noticia, un soplo de aire fresco, la renovación de una esperanza, la confirmación de que hay vida después del PP, hay alternativa a la parálisis que sufre el país. Una alternativa que se ha consolidado y que, como los melones, habrá que catar urnas mediante, porque en ella reside la esperanza de una España liberal y de progreso que la dictadura de esa banda desideologizada que comanda Mariano ha reducido a cenizas. Ciudadanos ha decidido no dejarlo caer antes de tiempo. Rivera alude a su “sentido de la responsabilidad” para apoyar los PGE del año en curso, y a los riesgos que para un partido en fase de implantación estatal supondría no hacerlo así. Esperemos que acierte. Y que no se confíe. Porque a partir de ahora vamos a asistir, con PP y PSOE trabajando al alimón, al intento de demolición de esa esperanza colectiva.