Colau ha conseguido que el crimen se adueñe de la que fue una ciudad envidiada por todos. Ejemplos: su protección a organizaciones delictivas como manteros u okupas - que tienen detrás suyo a mafias tanto locales como foráneas -, su defensa a ultranza de los menas y de cualquier inmigrante ilegal, el considerar a la Guardia Urbana como enemigos suyos, colocar a la exokupa Gala Pin de concejal en el distrito más conflictivo de Barcelona, Ciutat Vella, la supresión del grupo anti disturbios de la policía local, fomentar la ocupación de edificios públicos en desuso, su tolerancia inaudita con la venta de estupefacientes y muchos otros más que no citamos para no extendernos. Se trata, en fin, de la ausencia del principio de autoridad y de respeto hacia los barceloneses más absoluta y brutal vivida en esta ciudad desde el treinta y seis, con las brigadas del amanecer, los paseos y las checas. A lo mejor, algo tienen que ver ambos escenarios. Habría que preguntárselo a esa subvencionada profesional que, eso sí, sabe llorar muy bien, pero con lágrimas de cocodrilo, sin valor humano alguno.
Algunos pensaron que era el mal menor, como esa especie de general De Gaulle venido de las Galias para enseñarnos a nosotros, pobrecitos españolitos, lo que es la política de verdad. Otros creyeron que la presencia de los socialistas en el gobierno municipal iba a paliar la catástrofe protagonizada durante cuatro años por la nefasta gestión de Colau y sus amiguetes. La realidad ha desmentido a unos y otros. Este ha sido un verano negro en mi ciudad, con asesinatos, robos, violaciones, peleas entre bandas, en fin, lo que un servidor, con sesenta años y habiendo vivido siempre en la Ciudad Condal, no había visto jamás. El crimen campando a sus anchas por las calles.
Collboni, en tanto que primer teniente de alcalde, algo debería haber hecho, pero los socialistas suelen estar más atentos a las dietas que van apercibir que a menudencias como el orden público o la prosperidad de la ciudad. Que hoteleros, restauradores, comerciantes y asociaciones de todo tipo estén poniendo el grito en el cielo ante una situación que ya es insostenible, especialmente tras el último asesinato de una joven en el Port Olímpic por un móvil, no parece quitarle el sueño ni a él ni a su mentor, Iceta. Que pasear por las calles del centro sea un ejercicio de riesgo, les da igual. Que no se pueda salir a partir de las nueve de la noche por temor a dejarte la vida en cualquier esquina, para ellos es una exageración, un alarmismo, un caso aislado, una responsabilidad de la derechona, de los fachas, de los enemigos de esa revolución sonriente y gentil que neo comunistas y los tontos de sociatas se empeñan en que ha de gustarnos, aunque sea a costa de nuestra sangre.
Colau y Collboni son dos nulidades que se complementan a la perfección, porque, si una no sabe, el otro no quiere
En Ciutat Vella se han multiplicado por mil la instalación de alarmas en domicilios y comercios, se han disparado el número de delitos casi en un treinta por ciento con respecto al año anterior – un cuarenta, para ser exactos, pues la anterior cifra obedece al conjunto de la ciudad -, la policía está desbordada, agotada, sin personal para atender tantas emergencias. Y Colau y Collboni, mientras, no hacen nada salvo decir que ya será para menos.
Hace falta carecer de la más mínima vergüenza y humanidad. Hace falta ser pesebrero, ser impermeable al sufrimiento ajeno, ser inútil con matrícula de honor, ser absolutamente incompatible con el ejercicio de un cargo público. Colau y Collboni son dos nulidades que se complementan a la perfección, porque, si una no sabe, el otro no quiere. De ahí que los vecinos, los de verdad, no esos que dicen representar algunas entidades oportunamente engrasadas por los impuestos de todos, lo hayan dicho claro: Colau, vete a tu casa. Yo añadiría que se fuese también Collboni, pero bien sé que ni uno ni otro lo van a hacer. ¿De qué iban a vivir?
Mientras tanto, las navajas continúan agazapadas en cada esquina, esperando con sus hojas afiladas de muerte que pase por allí cualquiera, porque el delito es democrático y no repara en si la víctima es de aquí o de allá. En cambio, los criminales, al menos aquí, suelen ser siempre de otro sitio. De la lista de los más reincidentes, de diez, un solo español. Vaya, Colau. Volem acollir. Ande y váyase a barrer un desierto.