Opinión

Comunidad europea de Defensa

Este pasado fin de semana del atentado en Krasnogorsk he observad

  • Banderas de la UE frente a la sede de la Comisión Europea. -

Este pasado fin de semana del atentado en Krasnogorsk he observado en las redes sociales una reacción de gran preocupación por la posible escalada a mayores de Rusia sobre Europa, apalancada en una hipotética autoría o inspiración “occidental” de la masacre terrorista. No ha sido así, porque la autoría parece venir de otro frente más peligroso para Rusia, pero la reflexión es obligada. En 1978/80, participé en la negociación de adhesión de España/Mercado Común y, entre otros temas paralelos, me interesó el de Defensa. Desde entonces he tenido la opinión de que nuestra Unión Europea estaba incompleta. Hoy lo reafirma más que nunca.

Si vis pacem, para bellum”. Estamos en 1950 y, todavía traumatizados en Europa por la reciente Segunda Guerra Mundial, líderes de la talla de Schuman y Jean Monnet promueven la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, precedente de lo que más tarde conoceremos como el Mercado Común, constituido por la citada CECA y más tarde Euratom y Comunidad Económica Europea. Estamos en 1957… y España se incorporará en 1986. Europa trabajaba para fijar el objetivo principal, preservar la paz mediante el control de elementos básicos para la guerra, carbón y el acero, mediante la constitución de un libre mercado de estas materias gracias a la primera agencia anticartel del mundo, el fin de las carreras armamentísticas entre europeos.

Pero estábamos en una época de creatividad y construcción europea para la paz y la CECA no se consideró suficiente. Los seis países fundadores (Francia, Bélgica, Holanda, Italia, Luxemburgo y Alemania) buscaron una integración defensiva intensa, no solo carbón y acero, sino una verdadera Comunidad Europea de Defensa mediante la creación de unas fuerzas armadas europeas que excluyeran ejércitos autónomos. Un nuevo bloque defensivo, ligado a la OTAN, pero de teórica gestión cercana del conflicto, ya emergente, de Guerra Fría con Rusia.

Paradójicamente, el país que impulsó la iniciativa la hundió por el voto en contra en el Parlamento del sector gaullista en clave, ¡una vez más!, soberanista y nacionalista

Por supuesto la iniciativa contaba con el pleno respaldo de EEUU, reticente a la posibilidad de una nueva futura responsabilidad militar sobre sus espaldas después de 2 guerras mundiales con un gran sacrificio de tropas en Europa y sin la exigible unidad militar de sus socios que debería resultar de la cita organización europea de Defensa.

Han pasado 70 años y estamos en el punto de partida porque fracasamos en la ejecución del proyecto. El tratado embarrancó el Parlamento francés y, con ello, la unidad europea para la defensa. Paradójicamente, el país que impulsó la iniciativa la hundió por el voto en contra en el Parlamento del sector gaullista en clave, ¡una vez más!, soberanista y nacionalista.

Desde entonces, el Mercado Común se ha transformado, vía integración económica, en lo que conocemos como Unión Europea. La inicial propuesta de valor en forma de libre circulación de personas, mercancía y capitales, acompañada de valiosas integraciones institucionales como el Euro, etc. pero sin la última ratio para la plena soberanía europea, la Defensa. En el camino ha habido algún intento de cooperación militar europea con el objetivo de avanzar con una política común de seguridad y defensa (PSCD) y la creación de la Agencia Europea de Defensa en 2004.

Llegamos tarde y mal a un conflicto, otra vez europeo, con Rusia. Como europeos no deberíamos escandalizarnos si EE.UU. nos recuerda, como hizo en 1950, que debemos velar por nuestra autonomía estratégica y con ello, nuestra soberanía, es decir, nuestra defensa. Estamos incapacitados para una verdadera acción defensiva común, fuera del marco OTAN y, por tanto, de EE.UU. Hemos faltado a nuestras responsabilidades europeas, a la defensa de nuestro sistema de democracia liberal, de justicia social, por un nacionalismo miope en 1950 que, además, sería inútil para la propia supervivencia si el reto de Europa se precipitara. Nos quedaría el Reino Unido, como ya pasó.

No tenemos, a diferencia de otros miembros de la UE, una base suficiente que garantice las capacidades operativas propias y europeas que la situación exige

Por lo que toca a España, nuestra reincorporación a Europa se produjo en 1986 con la firma de los Tratados de Adhesión. Sin mayores consecuencias para nuestra defensa que la renuncia formal al proyecto de potencia nuclear con nuestra incorporación al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares en 1987 y, a partir de entonces, a remolque de una deficiente política de Defensa Europea, insuficiente por tardía si hubiera un conflicto extendido al día de hoy. Pero, aún peor, retrasados en el subconjunto de Defensa que nos toca internamente para cumplir con los objetivos que se ha marcado la AED a nivel europeo. No tenemos, a diferencia de otros miembros de la UE, una base suficiente que garantice las capacidades operativas propias y europeas que la situación exige; tampoco una palanca de desarrollo de investigación y desarrollo económico a la par que financieramente suficiente, y con ello tampoco la capacidad de participación en pie de igualdad para la gestión de los grandes proyectos comunes europeos. En suma, no tenemos un Conglomerado de Defensa equivalente al de otros grandes países europeos. Si Europa va tarde, nosotros más, enredados en localismos absurdos desde el punto de vista de soberanía cultural y política que no tiene más viabilidad que la europea, pero la oportunidad para avanzar y ponernos al día es única porque la necesitada aprieta. Autonomía estratégica y soberanía merecen el esfuerzo salvo que aceptemos que nuestro régimen de libertades y democracia está en peligro, pero no queremos defenderla. Si no, hay que ser consecuentes.

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