Consolidar el frentepopulismo, completando la tarea iniciada por el mendaz Zapatero. Muchos lo vieron claro la noche misma de aquel dramático 31 de mayo en que, con Mariano Rajoy abjurando de su responsabilidad, quedó claro que Pedro Sánchez iba a ser investido presidente tras ganar la moción de censura: el objetivo del nuevo Gobierno, obligado a gestionar las cuentas públicas heredadas del PP, se iba a centrar en la elaboración y aprobación por las Cortes de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2019, como autopista capaz de llevarle en volandas hasta el final de la legislatura y, sobre todo, como llave maestra con la que poner en marcha las políticas fiscales propias de todo populismo que se precie, consistentes en la creación de un gran bloque social proclive a vivir de lo público, sociedad subvencionada capaz incluso a renunciar a su libertad a cambio de subsistir aferrada a las ubres del padre Estado, y dispuesta, naturalmente, a defender a capa y espada a sus libérrimos benefactores. Dispuesta a votarles en cualquier circunstancia. Venezuela en estado puro.
La propaganda oficial hablaba de “revertir los recortes sociales y de derechos sufridos por los ciudadanos durante los Gobiernos del PP”. ¿Alguien habló de que una vez hubo una crisis? Había que dibujar un panorama aterrador: “La pobreza se enquista en España”. “España, el país de la UE con más trabajadores pobres”. “La pobreza infantil en España afecta a uno de cada tres niños”. Son solo tres ejemplos de un elenco infinito. De modo que ellos llegaban para acabar con la pobreza arruinando la economía. Pretenden hacerlo mediante un proyecto de PGE que tiene en la perplejidad a una mayoría de economistas. Con un aumento del gasto que algunas fuentes cifran en 16.000 millones y con unos ingresos inflados que nadie se cree. Un gasto público desaforado, que el nuevo Gobierno pretende financiar con subidas de impuestos dizque a los ricos pero que terminarán pagando tirios y troyanos, fundamentalmente las clases medias. Unos PGE que son papel mojado, como ha puesto de manifiesto la propia ministra Marisú Montero, para quien las cuentas públicas se pueden maquillar a placer porque nunca se cumplen, “que yo ya lo hice en Andalucía”, dice campanuda, y no pasó nada, Unos PGE que, en su actual formulación, elevarían el déficit al menos hasta el 2,2% del PIB, muy lejos del 1,8 solicitado por Sánchez a Bruselas, y no digamos ya del 1,3% previsto por el PP.
Unos Presupuestos que permitan empezar a consolidar esa clase de españoles subvencionados y dispuestos a partirse el pecho por nosotros. Son los aventajados del chavismo. Para lo cual es imprescindible lograr su aprobación en el Parlamento, lo que reclama el voto a favor del arco de partidos que, desde el totalitarismo separatista al comunismo antisistema, llevaron a Sánchez a La Moncloa. De esa tarea se viene encargando el presidente de facto del Gobierno, su chief executive officer (CEO), el celebrado marqués de Galapagar, como el viernes se encargó de demostrar él mismo con su visita a la cárcel donde permanece recluido Oriol Junqueras. Ahí estamos, con los Presupuestos del reino de España negociados por los enemigos de España, suprema contradicción, entre un chavista que aspira a hacer añicos la Constitución y el líder de un partido como ERC empeñado en acabar con esa unidad de España que es garantía de libertad y de igualdad entre españoles. Desde el episodio de Carlos IV y su heredero en Bayona lustrando las botas de Napoleón, jamás los españoles habíamos sido sometidos a tamaña humillación.
Iglesias fue a explicar al golpista que solo aprobando los Presupuestos será posible mantener en el poder a un Gobierno que se ha comprometido a redirigir a la Fiscalía para que retire los cargos más graves. Y que solo aprobando los Presupuestos será posible agotar la legislatura y dar pie, después de una sentencia descafeinada, a obtener el indulto. Con el diario El País alisando el terreno de la vergüenza al día siguiente, es decir, ayer mismo. Antes habían salido otros palanganeros, gente tan principal como el ex presidente del Tribunal Constitucional, ni más ni menos, Pascual Sala, conocido en los ambientes político-judiciales como don Pascualone, diciendo que ni hablar, hombre, a quién se le ocurre por un golpe de Estado de nada, qué barbaridad, ahí no hay delito de rebelión y si le apuran, sin apurarle mucho, ni siquiera de sedición. Son los vende patrias, la podredumbre intelectual y política de esas elites con rodilleras ante el poder político, la amoral cobardía de esos altos funcionarios prestos a servir al amo, siempre a sotavento de su estómago. Es la gente que hace tan difícil imaginar una salida razonable, liberal e ilustrada para el futuro de España.
Iglesias se alinea con ERC
Junqueras respondió al de Galapagar que verdes las han segado, que Esquerra Republicana no se sentará a negociar la aprobación de los PGE de Sánchez a menos que Sánchez “no haga un movimiento previo y de categoría” en favor de los políticos presos. ¿De qué “categoría” hablamos? Y se vino el señor marqués ante las cámaras encantado de haberse conocido, y, en lugar de censurar la actitud del separatista y recordarle por qué está en prisión, prácticamente se hizo a su lado, arbotante de iniquidad, al punto de regalarle la condición de preso político: “Están presos por hacer política y deberían estar en libertad. El nivel de acuerdo con ERC es amplio. Podemos y ERC estamos muy cerca. Nosotros hemos hecho nuestro trabajo y ahora, como dijo Pedro Sánchez, le toca al Gobierno moverse” (tomado de la edición de ayer de ABC). Este es el personaje que sostiene al Gobierno y sobre el que hoy descansa el futuro inmediato de España.
Y Sánchez (circula por ahí un curioso intercambio de mensajes entre el Doctor y su “negro”, con motivo de la tesis del escándalo, del tipo “Con tanto ajetreo me tienes que dar varias sesiones si me veo obligado a comparecer” “Qué aprieto tengo”), se moverá lo que haga falta, aunque tal vez no necesite hacerlo en demasía, que los separatistas jamás pudieron imaginar paisaje tan idílico para sus intereses como el actual. Se moverá lo que sea necesario porque este PSOE no tiene nada que ver con el PSOE que conocimos en la Transición, columna fundamental, con sus errores y aciertos, de aquel periodo finiquitado en 2014. Este es un PSOE podemizado, aceleradamente “maduro” a la venezolana manera, protagonista de un escándalo diario al que asisten espantados y en silencio acobardado los Felipes, Rubalcabas y compañía, un PSOE dispuesto a reñir con Podemos la hegemonía de la izquierda radical en un cruce de navajas del que habrá que ver quién sale vencedor. Decía ayer Gregorio Morán en estas páginas que “Lo inquietante no reside en un tipo ambicioso y torpe que es capaz con las cartas que tiene, no de jugárselo a un envite del que no podrá escaquearse, más pronto que tarde, sino en que haya construido un castillo de naipes que resiste a la fragilidad gracias a sus descolocados compañeros de mesa”.
Un castillo de naipes que, en esta España desarmada y sin liderazgos, sin sociedad civil organizada, con partidos en muy mal estado de revista, y con una prensa podemizada al 100%, puede ser suficiente para llevarnos al puerto al que nunca imaginamos llegar en los felices días de vino y rosas de la burbuja, tan lejana ya. Es la España de la “generación de la mariconez” que se escandaliza por tener que cantar una canción de Mecano cuya letra incluye ese término. “Mecano en tu padre”, titulaba el viernes Emilia Landaluce su columna en El Mundo. Algo hemos hecho mal como sociedad, algo no ha funcionado en esas parejas de españoles en la cuarentena que han sido capaces de parir semejante generación de tarados emocionales, prontos a la lágrima fácil, prestos a la demagogia liberticida, propicios al aprobado general y a la ayuda de papá Estado, víctimas de las ideologías de género políticamente correctas, radicalmente inadaptados para competir en el mundo cruel que se nos viene encima.
La casta se regala hermosas gabelas
De esas elites parasitarias, extractivas diría el calificativo de moda, forma parte Soraya Sáenz de Santamaría, elevada esta misma semana a los altares del Consejo de Estado, con su jugoso estipendio, por el Gobierno Sánchez, no se sabe en razón a qué méritos, aunque es fácil adivinarlos: el premio a su desempeño en la labor de desmontar el golpe de Estado catalán, y otro sí digo no menos relevante, a la creación de ese formidable entramado de la izquierda mediática que actúa de ariete en la demolición de la Constitución y el advenimiento de la III República. Un nombramiento, con su complacida aceptación, que pone de relieve los problemas que enfrenta Pablo Casado para hacer oposición en tanto en cuanto no acometa una profunda limpieza en la ciénaga heredada de Rajoy, limpieza de personas, de aquellos que en silencio consintieron el desbarajuste, y regeneración de ideas, algo que, en mi opinión, nada tiene que ver con Vox y su circunstancia, sino con la necesidad de centrar el discurso de una derecha moderna y desacomplejada, derecha laica abierta a las reformas estructurales que reclama el país, favorecedora de un emprendimiento generador de riqueza y empleo, enemiga de la corrupción y los monopolios, dispuesta a buscar el sitio de España en un mundo globalizado y agitado por el terremoto de las nuevas tecnologías. Justo lo contrario de lo que representó Rajoy. Hacer limpieza e incorporar talento, ese talento sin el cual difícilmente el PP volverá a ocupar la Moncloa.
Cunde el desánimo en los escasos reductos liberales que siguen en pie. “Esto está cada día peor”. La prima de riesgo ha iniciado su camino al alza afectando a la financiación de la Deuda, al punto de que es fácil imaginar que ese aumento se comerá pronto cualquier ganancia obtenida con la subida de impuestos. Quien tiene dinero estudia la forma de poner pies en Polvorosa si no lo ha hecho ya. El frentepopulismo aventura tiempos difíciles para la economía y la convivencia. Un frentepopulismo empeñado en deslegitimar a la Justicia y horadar los cimientos de la Corona, como únicos baluartes en pie de ese castillo de la Transición que se cae a pedazos. Demolidos ambos bastiones, el camino a la República Bolivariana de España quedaría expedito. Cabe esperar poca ayuda de esa UE azotada por una crisis tan grave al menos como la española. Antes como ahora, la esperanza sigue descansando en ese pueblo soberano, de centro derecha y de centro izquierda, dispuesto a defender sus libertades y gritar basta. “¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que soportaros?”