Sánchez no es prisionero de Iglesias, sino cómplice. Todo el PSOE, sin excepción, se ha convertido en cooperador necesario de la deriva autoritaria. No hace falta más que echar un vistazo a quién apoya sin fisuras al presidente desde la política o los medios de izquierdas: solo los identificados con Unidas Podemos y los 'sanchistas' subsidiados. Es significativo que únicamente los 'podemitas' no rompan filas con las decisiones de Sánchez.
No cabe cesión alguna con quien quiere recortar la libertad y detener los mecanismos de la democracia. El discurso de la unidad tras el Gobierno es solo un retórica para someterse a los dictados de un Ejecutivo social-comunista que, si pudiera, gobernaría en estado de alarma, por decreto y sin control, hasta el final de la legislatura.
Este Gobierno no pretende que los españoles se recuperen y que la pandemia sea un penoso recuerdo, sino transformar el país. Su objetivo no se limita a los términos de un estado de alarma, a paliar la pandemia, sino que están aprovechando la oportunidad para legislar sobre materias que se escapan al sentido del decreto habilitante.
El riesgo de involución es muy serio. Estamos viviendo un peligro mucho mayor que el 23-F o el 1-O, golpes de Estado chapuceros encabezados por descerebrados que no tenían el poder en la cabeza, sino la “salvación de su patria”. Ahora tenemos al frente de los destinos del país a políticos que tienen un plan concreto para acaparar los poderes, escapar al control parlamentario, moldear a la opinión pública, y transformar el sistema a su conveniencia, que no es otra que gobernar para siempre. Un gota a gota hasta que cale el autoritarismo como único recurso.
En España, hoy, no es la covid-19 la que amenaza la democracia liberal de la Constitución de 1978, sino esta deriva autoritaria del Gobierno
La justificación de la salud pública para “salvar la República” y establecer una dictadura encubierta, un régimen autoritario, es un clásico. La evidencia de esta sucia maniobra es tal que lo llaman “nueva normalidad”. Ni siquiera saben qué quería decir Cicerón cuando dijo aquello de salus populi suprema lex, ni el sentido que le dieron los romanos. Piensan que se refiere a la salud, como ha expresado recientemente el ministro Juan Carlos Campo, ministro de Justicia. No. Los romanos citaban esa frase cuando la República, su sistema de ciudadanía y funcionamiento de los poderes, se hallaba amenazada por un grave peligro, como una dictadura. En España, hoy, no es la covid-19 la que amenaza la democracia liberal de la Constitución de 1978, sino esta deriva autoritaria del Gobierno social-comunista.
No solo eso. Una cosa es la dictadura comisaria, que podría corresponder al estado de alarma, contemplada por los romanos para salvar la Civitas y considerada de forma temporal para mantener el orden, y otra muy distinta es una dictadura revolucionaria, en la que se suspenden las libertades para establecer un orden distinto, una 'nueva normalidad'.
La situación a la que nos obliga el Gobierno no comprende solo medidas sanitarias, sino cambios económicos, en las relaciones laborales y en la concepción del Estado que se escapan al sentido del estado de alarma. Quieren un Leviatán todopoderoso e incontestable, no de los que reconoce derechos, sino de aquellos que los conceden y retiran a su antojo.
A sanchistas y podemitas les interesa alargar la “hibernación económica” para destruir la estructura productiva privada, y agigantar la mano de su Estado paternalista y protector
Esa 'nueva normalidad' que imaginan es un país sometido a la subvención y a la autorización gubernamental arbitraria. Se trata de un PER permanente que consiga la obediencia y el silencio del subsidiado. De ahí que suelten las ministras en rueda de prensa, sin mover un músculo facial, que el PIB va a caer entre el 10 y el 15 %, y que el desempleo irá más allá del 19%.
¿Es salus populi una situación en la que una dictadura comisaria, la del estado de alarma sin fin, perjudica al conjunto de los españoles? Cada vez esta pregunta deja una respuesta más clara: a 'sanchistas' y 'podemitas' les interesa alargar la “hibernación económica” para destruir la estructura productiva privada, y agigantar la mano de su Estado paternalista y protector.
España se ha convertido en un laboratorio para las pretensiones autoritarias de un Sánchez entregado en cuerpo y alma al populismo comunista de Iglesias. Tratan de construir una sociedad española sin libertad de información ni de opinión, con una oposición deslegitimada, y llena de ciudadanos dependientes de las concesiones gubernamentales.
Cuanto más tiempo se prolongue un estado de alarma inútil, que se puede sustituir por la aplicación de leyes ya aprobadas, más peligro corremos de que lo que tengamos que reconstruir con el tiempo sea la propia democracia.