Opinión

El cruel desamparo de las víctimas

Lanzarse ataques en los medios de comunicación sobre lo que se hace bien o mal no le sirve de nada a las víctimas

  • Una pancarta en una manifestación del 8-M -

Cerramos el año con los peores datos en asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o ex parejas. Hemos vivido un diciembre negro, el peor mes de 2022. Esta violencia contra las madres deja 38 niños y niñas huérfanas, algunos de ellos, por desgracia han tenido que presenciar el crimen. La gravedad es tal que no debería haber habido fisuras en el Gobierno de coalición, ni tampoco ser un tema de enfrentamiento en el terreno estrictamente político. La unidad para acabar con ETA fue clave como ha de serlo para combatir o frenar esta violencia contra la mujer. Por lo menos que estén protegidas.

Esa unidad en los mensajes que se lanzan a la ciudadanía ante los medios de comunicación, el transmitir fortaleza institucional, el todos a una de los partidos representados en el Congreso, de los parlamentos autonómicos, de los ayuntamientos, el todos a una institucional lanza un claro mensaje contra el agresor amén de sosiego, de confianza para que muchas mujeres pierdan el miedo a denunciar. Los datos oficiales hablan de más de 700 mujeres en estos momentos en riesgo extremo. Por todo lo que ha ocurrido hasta ahora y por la información que llega a la sociedad española,  quien se vea en esta situación fatal de violencia -teniendo en cuenta que más de la mitad de las víctimas denunciaron a su agresor- va a tener más difícil el dar ese paso, el ir a comisaria a buscar refugio y ayuda.

Prefieren quedarse en casa, seguir aguantando, mejor eso que no ver crecer a sus hijos. De ello, la clase política parece no ser consciente

Sentirse sola y con miedo es el peor escenario por el que transitan las que sufren cualquier tipo de violencia. No digo estar sola, que no lo están, aunque para ellas ha fallado todo. Digo que se sienten porque los mensajes que escuchan a través de los medios, además de que llamen al 016 o acudan a la policía, son de batalla campal entre los políticos. ¿Cómo alguien va a confiar en quien ha de protegerla si tan sólo ve enfrentamiento, si escucha cómo ha muerto aquella que ha denunciado?. El hilo de mínima confianza en quienes pueden protegerla se debilita, se rompe. Prefieren quedarse en casa, seguir aguantando, mejor eso que no ver crecer a sus hijos. La clase política parece no ser consciente de ello. El mensaje institucional, la comunicación de los portavoces –cualquiera que sea- debe pivotar sobre la base de la unidad, de remar todos en la misma dirección. Sin reproches, sin fisuras.

Todas las alertas han saltado esta semana tanto en el Ministerio del Interior y el de Igualdad. La evidencia asusta, hay una sensación de miedo permanente en ese colectivo amenazado, sin salvavidas institucional porque está fallando, que hay muchas grietas, que por mucho que se haya trabajado –no hay que negarlo- el sistema está fallando por completo. Desde la vigilancia a la protección hay que revisar todos los protocolos activados, saber en qué se está haciendo mal y, para detectarlo y enmendarlo, hay que reconocer, en primer lugar, los enormes fallos.

La frase de la ministra de Defensa, Margarita Robles, de “todos debemos hacer autocrítica” ha de ser seguida por todos los implicados en conseguir que esta sociedad sea más segura. Lanzarse mensajes en los medios de comunicación de lo que unos hacen bien y otros no les sirve a las víctimas.  Sólo denunciarán si se sienten seguras, si confían en las autoridades, si perciben que socialmente, públicamente están protegidas. A los trabajos de protección institucionales, desde la policía a los jueces, a los servicios sociales, a las casas de acogida, a los servicios psicológicos, a toda esta maquinaria activa por la que se están colando múltiples errores a revisar, es fundamental que las mujeres que están en sus casas, en el coche, en su lugar de trabajo, escuchando la radio, viendo la televisión, leyendo los diarios, mirando las redes reciban un claro mensaje de protección, de seguridad. Seguir haciendo de la violencia de género un debate partidista es el peor de los caminos para quienes ya se adivinan víctimas.

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