No hace mucho me topé con un veinteañero que desconocía el cuento de la lechera, por eso quizás deba recordar brevemente la fábula para los pocos despistados que no tengan noticia. Una joven campesina llevaba su cántaro con leche al mercado. Por el camino iba imaginando la de cosas que haría con su venta, incluso convertirse en gran propietaria y esposa de un joven bien situado. Al final ya se sabe, tropieza y se vierte el contenido del envase y ahí se acabó el asunto. Bien, cabría preguntarse ¿qué tiene que ver esta historia con el presidente de El Salvador, inconfundible con su gorra colocada al revés? Vamos a verlo.
En 2001, El Salvador adoptó el dólar estadounidense como moneda de curso legal para garantizar la estabilidad que la moneda nacional del país, el colón, históricamente no había logrado. La reforma funcionó: la tasa de inflación anual, que había superado el 10% entre 1977 y 1995, disminuyó. Ha estado por debajo del 2% desde 2012 y cerca de cero desde 2015, una rareza en América Latina. En 2019, ganó la presidencia por mayoría absoluta, con la bandera de la lucha contra la corrupción, un político joven (nació en 1981) con las siglas de un partido nuevo, aunque ya había sido elegido alcalde de dos ciudades distintas (la última, la capital) encabezando las listas del izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional: Nayib Armando Bukele Ortez.
A pesar de su fama de autoritario (aprobó una ley que impone pena de cárcel a representantes de las ONG que "ejecuten actos que contravengan el orden público, la seguridad nacional o soberanía del Estado") y sus declaraciones radicalmente antinorteamericanas, el mundo estaba sufriendo una pandemia y nadie se preocupaba por este pequeño país. Como mucho, se asociaba a este Bukele a la idea de un presidente que despedía a altos cargos y daba órdenes a ministros a través de twitter. Pero de repente anunció, el 7 de junio de 2021, en el transcurso de una conferencia en Miami en la que entró por videollamada, e interrumpió la ponencia un muchacho de 18 años, CEO de una aplicación de pagos 'cripto', su proyecto de convertir El Salvador en el primer país del mundo que asumía el bitcóin como moneda legal. La fecha coincide con las negociaciones de El Salvador para conseguir financiación internacional.
El 9 de junio, aprueba la ley —muy breve, apenas dos páginas- y el Gobierno, apoyado por empresarios venezolanos, crea la 'app' con la billetera electrónica, denominada Chivo
Desde ese día, Bukele comienza su transformación en gurú del bitcóin (nunca antes había hecho referencia a ello) y miles de personas colocan la bandera de El Salvador —y emojis de volcanes— en sus redes sociales. Bukele, por su parte, convierte su Twitter en el perfil típico de un fanático 'cripto'. El 9 de junio, aprueba la ley —muy breve, apenas dos páginas- y el Gobierno, apoyado por empresarios venezolanos, crea la 'app' con la billetera electrónica, denominada Chivo, y los cajeros. A partir del 7 de septiembre, todo este cambio empieza a funcionar. Lo que en principio podía haber sido una buena estrategia de márquetin para atraer inversiones y colocar al país en el mapa, buscando un mercado de turistas y fanáticos potencial importante, resulta que no lo es: el presidente Bukele se lo toma en serio y pretende que un país con la mitad de la población sin acceso a internet deje de lado al dólar y use bitcóin.
Es escaso, duradero, inmune a la inflación, difícil de falsificar, almacenable y tiene aceptación como medio de pago. Además, como argumentan sus defensores, tiene una gran liquidez y es posible canjearlo por dinero líquido de un modo sencillo
Parece que el presidente Bukele hizo caso a los que llaman al bitcóin “el oro digital” o “el oro 2.0” argumentando que es escaso, duradero, inmune a la inflación, difícil de falsificar, almacenable y tiene aceptación como medio de pago. Además, como argumentan sus defensores, tiene una gran liquidez y es posible canjearlo por dinero líquido de un modo sencillo y rápido. Tampoco está sujeto a ningún tipo de política gubernamental: lo único que altera su precio en el mercado es la oferta y la demanda y no depende de ninguna decisión de tipos de interés. Estas posibles ventajas encierran un gran problema para el gobierno de El Salvador: al no poder controlar de ningún modo el bitcóin, la enorme volatilidad de su cotización puede tener unas implicaciones imprevisibles.
El Salvador ha sido desde entonces criticado por organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el gobernador del Banco Central de Inglaterra, Andrew John Bailey, quien puso en duda que los salvadoreños sean conscientes de los riesgos de la volatilidad. A su vez, el país ha sufrido problemas de hackeos en las billeteras por robos de identidad. Por otra parte, cada vez tiene más problemas para colocar la deuda pública del país en los mercados debido a la desconfianza que provoca su estrategia. De hecho, los bonos soberanos salvadoreños han registrado el peor rendimiento del mundo en 2021 con pérdidas cercanas al 30% y una alta posibilidad de impago.
Pero el colmo de Bukele es que, a pesar de que la cantidad de bitcóin que dice haber comprado –1.370 aunque no hay registros oficiales salvo sus declaraciones en twitter y hay compras realmente extrañas como que compró 21 bitcoines el 21 de diciembre por ser "último día 21 del año 21 del siglo XXI"- le hacen perder a día de hoy bastante dinero, pretende emitir deuda para comprar más. El país tiene la intención de emitir este mes 1.000 millones de dólares en bonos tokenizados a 10 años que pagarán el 6,5% a través de la Red Líquida. La idea es que la mitad de los fondos del llamado “bono volcán” se convertirá a bitcóin y la otra mitad se utilizará para infraestructura y minería de la criptomoneda alimentada por energía geotérmica. Algo más novedoso aún es que ha anunciado que, después de un periodo de bloqueo de cinco años, el gobierno comenzará a vender sus bitcoines y pagará un dividendo adicional a los inversores. Una empresa llamada Blockstream –que se encargará de la emisión- le ha convencido (o Bukele se ha querido dejar convencer) que tras el paso de los años la escasez de bitcóin habrá multiplicado su precio y con la revalorización tendrá un gran capital para invertir ya que sus modelos muestran que al final del décimo año del bono, el rendimiento porcentual anual será del ¡146%!. De momento, con parte del dinero que espera captar piensa fundar la ciudad bitcóin, una ciudad totalmente funcional con un aeropuerto y una plaza central con la forma del símbolo del bitcóin visto desde arriba.
“No se necesita el Banco Mundial, no se necesita el FMI. El bitcóin salvará el día.”, dice Bukele, que según las encuestas goza de gran popularidad en su país. La realidad sin florituras es que está emitiendo deuda soberana para jugársela en un activo muy especulativo, hipotecando la estabilidad financiera del país a que el precio del bitcóin siga subiendo. Si le sale mal, lo pagarán los salvadoreños y si le sale bien, qué mal ejemplo para otros.