Opinión

El culebrón venezolano hierve la sangre

Mientras se exponía ante una opinión pública perpleja la diferencia entre un bulo y una mentira virtuosa asistíamos al capítulo más siniestro del culebrón venezolano. Dos hermanos dentro de toda sospecha -los Rodríguez- se presentan

  • Edmundo González Urrutia -

Mientras se exponía ante una opinión pública perpleja la diferencia entre un bulo y una mentira virtuosa asistíamos al capítulo más siniestro del culebrón venezolano. Dos hermanos dentro de toda sospecha -los Rodríguez- se presentan ante un anciano acojonado -Edmundo G. Urrutia- y le hacen firmar la renuncia a su breve vida política. O la vergüenza o la vida. Escogió la humillación y sus anfitriones españoles le pusieron un avión para abandonar su país y permitirle llorar como Boabdil en Granada.

El mecanismo nada sutil que pone en funcionamiento tanto el bulo institucional como la mentira virtuosa dará que hablar a los teólogos tertulianos durante los meses que aguante el tenderete; con máximo de caducidad en tres años. Lo de Venezuela es más espectacular; hasta llega a hervirte la sangre.

Están el desparpajo de los protagonistas y la sordidez de los traficantes de sueños. El espectador siente que la representación es tan desmesurada que teme que en cualquier momento aparezca detrás de la tramoya un tipo con sonrisa de payaso para dirigirse al público: “Hemos conseguido la paz. Ha merecido la pena”. Será la escena de Zapatero, nuestro Forrest Gump internacional; no en la versión original de Zemeckis si no en la autóctona de José Luis Cuerda y su “Amanece que no es poco”.

Lo de Venezuela es más espectacular; hasta llega a hervirte la sangre.

Escuchar a Nicolás Maduro es como hacerlo con Donald Trump; lo de menos está en el idioma, lo importante son los gestos. Aseguraba Monedero que Hugo Chávez era lector ansioso, pero dudo mucho que Maduro sea capaz de sobrepasar su naturaleza; sus “fascistas todos”, suenan como los “enemigos comunistas” de su antecesor en la tiranía, Pérez Jiménez, del que tanto aprendió Chávez, quien le intentó sumar al final, aunque sin éxito. (Prefirió acabar sus días en el exilio dorado que le había concedido Franco en el Madrid de La Moraleja; trajo consigo una fortuna venezolana en dólares). Los arrebatados del discurso no leen, imparten órdenes. En España sabemos mucho de eso. Maduro se vio obligado a convocar un refrendo a su Régimen y quien tiene tales intenciones no admite perderlo. De esa alianza entre un Ejército corrupto, una justicia engrasada y unas bases alimentadas por el dictador, también tenemos experiencia. Los adversarios en la cárcel y la demagogia en el poder.

Lo que no calculó es que la gente se lo iba a creer y a ponerle en un brete; los milikos y los jueces se pueden designar por cooptación, pero las sociedades no se prestan a ello, a menos que los castigues con una represión tal que el miedo se convierta en sistema. Venezuela votó y no consiguieron tapar la vía de agua; unos mostraron las actas y los otros no. Al final suelen ganar quienes tienen el poder y allí es una oligarquía corrupta de funcionarios y militares que están a punto de conseguir lo que parecía imposible: un tercio de su población ha huido hacia donde puede.  

Como las urnas no eran suyas pero el calendario sí, el contrataque de Maduro y los suyos tiene un rasgo inédito, fuera de la literatura del realismo mágico. La Navidad se iniciará el 1º de Octubre y habrá regalos para todos, especialmente para los jodidos que no se pueden marchar y los adictos que siempre se quedan. Se mantenían fuera del Discurso del Método, una curtida clandestina opositora, María Corina, y un Papa Noel disfrazado, al que con no poco esfuerzo le pusieron el primero de la lista porque no había otro que no estuviera condenado o exiliado. La patética tragedia de Edmundo González Urrutia es la de un diplomático conformado por “la carrera”; pocas iniciativas, escaso valor y ninguna tenacidad que vaya más allá de alcanzar la jubilación en las mejores condiciones posibles.

La patética tragedia de Edmundo González Urrutia es la de un diplomático conformado por “la carrera”; pocas iniciativas, escaso valor y ninguna tenacidad

Primero se recogió en la legación de los Países Bajos. Aguantó casi dos meses la presión mafiosa de un Estado implacable y al fin reconsideró que España es un buen lugar para retirarse; tiene tradición de aparcadero para quienes llegan con el riñón cubierto. Y empezó el trágala en los dominios del embajador español Ramón Santos, viejo conocido y cómplice de aventuras centroamericanas con Tintín, apelativo cariñoso de Zapatero. 

¿Quién llamó a quién? ¿El virtual ganador de las urnas, Edmundo González, o los dominadores de la realidad armada, los hermanos Rodríguez, Delcy y Jorge? Me da en pensar que Urrutia. Los otros llevaron el salvoconducto: tu vida y tu familia o aceptas que hemos ganado, no sólo en las armas sino también en las urnas. Y viajó a España en avión militar para ser recibido por el Puto Amo en el jardín de su Palacio, en camisa sin abrochar, al estilo de la guayabera caribeña. “Todo por la paz”. La propia y la ajena porque uno de los socios de Gobierno, el más sumiso, tiene una querencia hacia Maduro desde que cambiaban cromos con Hugo Chávez y los profesores de la Complutense viajaban a Caracas para descubrir de nuevo América.

Ya se puede decir que el 10 de enero, cuando sea designado el nuevo Presidente de la República de Venezuela, lo hará un botarate gritón. Con toda probabilidad  hubiera ocurrido lo mismo sin la humillante resignación de Edmundo G. Urrutia; el sistema bolivariano no hubiera permitido una alternativa sin apelar a las armas que lo sostienen. Las presiones internacionales tienen fecha de caducidad y efectos contradictorios. Franco, sin ir más lejos, las utilizó hasta la saciedad; castigan a los pobres y enriquecen a los adictos.

Entiendo que González Urrutia haya firmado su claudicación ante una presión superior a su envergadura como opositor. La familia y la supervivencia son lo único que nos queda cuando estamos al borde del abismo, pero si uno ha asumido el papel de Garibaldi no puede acabar en Romanones, y más cuando las cárceles están llenas de luchadores que no firman cartas, ni siquiera al precio de su vida. 

Como estrambote de este soneto con formato de culebrón debe incorporarse la detención de dos vascos dentro de toda sospecha, por varias razones: no son heraldos de Zapatero, tampoco creo que voten a Bildu y estaban en el lugar inadecuado en plena caza mayor de la invención de un atentado. Atiendan al sólido argumento incriminatorio de Diosdado Cabello, ministro venezolano de Interior y Justicia - ¡una yuxtaposición letal que logró J.A. Belloch con Felipe González! - :  “Dicen que vinieron de vacaciones, pero nos hemos enterado que los españoles toman vacaciones en julio y agosto, no en septiembre”. Que se preparen, porque no tendrán avión militar que los devuelva a casa. 

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