Opinión

Daddy Yankee, Almodóvar y el cura más guapo del mundo

Vivimos una batalla religiosa entre la devoción popular y el nihilismo de las élites

En las últimas semanas, hemos podido leer algunos titulares desarmantes, entre ellos la retirada de la estrella regueteonera Daddy Yankee para difundir la palabra de Dios y la decisión de hacerse sacerdote de Edoardo Santini, que desde los 17 años era considerado el "hombre más guapo de Italia" (tanta belleza no puede ser solo fruto del azar, pensará alguno al mirarse en el espejo). Muchos ateos se burlan o se sorprenden con estas noticias, sencillamente porque el consumismo -la religión dominante de nuestra era- carcome nuestros corazones hasta el punto de hacernos pensar que nadie en su sano juicio puede renunciar al dinero, el estatus y la celebridad. Cada vez menos gente aspira a ser culta y mucha menos aún busca una elevación espiritual, ya no entendemos los logros que no se miden con likes, dinero y accesos a zonas vip.

En realidad, el anhelo religioso sigue existiendo, se nota con mucha fuerza en el mundo de la cultura. Lo confirmé con claridad hace unos días, cuando cumplía el encargo de dar una charla sobre modernidad a un grupo de sacerdotes en la sede madrileña de la Fundación Tatiana. Allí les hablé de "Pepas", la canción más escuchada de 2021, donde la estrella del perreo Farruko hace una apología de las pastillas de éxtasis describiendo una discoteca rebosante de jóvenes drogados. Les dije a los padres presentes que, en realidad, el anhelo de fraternidad estupefaciente que transmite la letra es similar al deseo de hermanamiento palpable en una misa. No es en absoluto extraño que Farruko también se haya convertido al cristianismo. Arrojados a una sociedad vacía, individualista e hipercompetitiva, las pastillas y los altares son caminos de liberación, uno ofrece un atajo fugaz y otro una mutación más plena y reconfortante.

Almodóvar espiritual

Ahora que vivimos la alegría de la Navidad, comprobamos que la religión católica no nos ha dejado del todo, con sus historias e imágenes de hace dos mil años, que brillan sin esfuerzo ante la bisutería publicitaria que nos rodea. La paz que transmite un Belén es el mejor antídoto frente al horror estético y existencial de un centro comercial rebosante. El mundo de la Cultura es religioso, por mucho que se empeñe en evitarlo. Lo explicaba muy bien Juan Manuel de Prada en una entrevista reciente: "Almodóvar es un artista católico, lo quiera o no". Los valores de esa religión (perdón, arraigo, maternidad...) son los que dan sustancia a sus mejores películas, igual que salvan -por poner otro ejemplo- el sofisticado y deprimente estercolero de las novelas de Michel Houellebecq (otro visionario católico a su pesar, intuyo).

Entre las clases altas y los universitarios en general abundan los 'egos de ilustradito', personas que sienten que ser ateos les coloca de manera automática por encima de cualquier intelectual católico

La luz de Dios se cuela por las rendijas de las obras de los artistas populares, mientras la inmensa mayoría de las élites confirman que no tienen más proyecto social que proteger sus propios privilegios. Lo hemos visto esta semana también con la nueva ministra Polonia, que posó con una camiseta anticatólica al tomar posesión de la cartera de Familia. Hay más tontas que ventanas, reza el dicho popular. Entre las clases altas y los universitarios en general abundan los 'egos de ilustradito', personas que sienten que ser ateos les coloca de manera automática por encima de cualquier católico. Lo que iba a reírse Chesterton. 

Otras veces nos enfrentamos, sencillamente, al vacío, como en la última felicitación de Navidad de la Universidad Complutense, donde no se menciona...la Navidad: "El fin del otoño abre paso con deseos de paz, renovación y prosperidad. Joaquín Goyche, rector". Todo intento de ignorar que somos un país católico, culturalmente católico, está condenado a ridículos como este. O quizá peores.

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