El gran líder de la Unión Soviética murió un martes por la noche de un infarto fulminante. El mundo entero quedó conmocionado y los principales analistas internacionales plantearon la siguiente pregunta: ¿cómo cambiará el contexto geopolítico esta crucial desaparición? Antes de que el paso de los días clarificara la situación, el presidente de Estados Unidos falleció en las mismas circunstancias. El corazón le reventó el mismo día de la semana... siete días después. La parca se presentó con un cronómetro en la mano.
Los americanos decidieron designar un sucesor que ejercería hasta las siguientes elecciones, pero, sorpresa..., el martes siguiente murió en idénticas circunstancias. “Una ola de supersticioso terror se desató en todo el mundo”, dado que una maldición había comenzado a afectar a los hombres más poderosos: cada semana, moría quien se encontraba en la cúspide.
Los presidentes de los países del G-20 y de las multinacionales más relevantes dimitieron de sus cargos en los días posteriores. Uno de los candidatos a las elecciones de Argentina se incriminó en un asunto turbio de corrupción para conseguir que los votos se fugaran hacia su rival. Perder era una cuestión de vida o muerte.
Con el paso de las semanas, se produjo un relevo en las altas instancias planetarias, lo que acercó más que nunca al 'pueblo' a los puestos de decisión. ¿Por qué? Porque quemaban. Aseguraban la muerte y, por tanto, dejaron de ser sinónimo de poder para convertirse en morgues.
Este cuento se incluye en Historias del atardecer, una recopilación de relatos del grandísimo Dino Buzzati. Sus líneas recuerdan dos máximas sobre la élite que suelen olvidarse. La primera es que puede ser eterna (o tender a serlo), pero no inmutable. De hecho, si no tiene esta capacidad de transformación, tarde o temprano perderá su estatus.
La segunda conclusión es que el establishment, cuando se siente amenazado, reacciona de forma rotunda y hace todo lo posible para mantener su robustidad. A veces, realizando un ejercicio de gatopardismo como en el citado relato. Es decir, provoca un cambio de tornas para mantener su misma situación de privilegio. Si gobernar implica morir, no hacerlo te convierte en el verdadero afortunado.
El Brexit y la victoria de Trump
Fue sugestivo leer esta historia el pasado domingo por la noche, mientras los contertulios de las diferentes cadenas de televisión advertían del riesgo que suponía la victoria de Giorgia Meloni para la estabilidad de la Unión Europa y para la del frente inquebrantable en favor de Ucrania de la OTAN.
Un periodista de El País escribió lo siguiente: “después del movimiento que impulsó el Brexit y la victoria de Trump, ahora el nacionalismo aúpa al poder a una formación de extrema derecha en el corazón de la UE”. En otras palabras: la sociedad había vuelto a ser intoxicada por los radicales y los difusores de fake news; y eso le había llevado a votar de forma equivocada. A ejercer 'mal' su derecho.
Vayamos por partes. En primer lugar, hay que ser honesto y reconocer que desconfío de Meloni por la misma razón que no me creí ni a Podemos ni a Vox. En ambos casos, hubo un malestar social muy cierto que impulsó el nacimiento de estos partidos. Lo mismo ocurre con la candidata italiana. Ahora bien, estos nuevos líderes contemporáneos caen tarde o temprano en una de las grandes trampas de la política, que es la paranoia interna. Pablo Iglesias desató una caza de brujas en su formación para afianzarse en su cabecera.
Un fenómeno similar ha ocurrido en las últimas semanas en Vox. La cuestión se resuelve en dos preguntas: ¿de veras a los ciudadanos les importa más que un bledo el asunto de Macarena Olona? ¿en qué consiste entonces la política? ¿En ofrecer ideas y soluciones... o en colocar piezas y buscar ratas para exterminarlas? ¿Cuál es el verdadero propósito de esa actividad, pues? ¿Mantenerse o gestionar? En los hechos se encuentra la respuesta.
Celebro la emoción de quien piensa que las formaciones radicales son un motivo de esperanza. Sinceramente, no creo que en la política esté la solución a muchos problemas. Máxime si lo novedoso, en la interna, se gestiona de la misma forma. A fin de cuentas, todo emerge y todo naufraga de la misma forma en esta actividad, tan ineficiente en España y en la Unión Europea en los últimos años.
El malestar social innegable
Dicho esto, no se puede calificar de antidemócratas a quienes apoyan a Meloni. Porque estas fuerzas disruptivas suelen acertar en su diagnóstico; y es evidente que el ciudadano medio se siente identificado cuando una candidata -chillona- le habla de su pérdida de prosperidad. Porque los sud-europeos viven desde hace varios años peor, con trabajos más precarios, facturas más elevadas, menos confianza en el ascensor social y, desde hace unos meses, con una inflación que les desborda.
Los intoxicadores de la prensa y las redes sociales pueden contribuir a agrandar estas cuestiones -o a exagerar los problemas sociales que generan cuestiones como determinada (y digo determinada y muy determinada, con total oposición al sesgo racista) inmigración-, pero esa percepción de los ciudadanos sobre su propia vida no es errónea. La notan al salir a la calle o al mirar su cuenta corriente. O a sus hijos, cuyo futuro pinta todavía más negro.
El problema es cuando el establishment niega estos problemas, bien para protegerse, bien para camuflar su incapacidad para resolverlas; o bien porque su sectarismo ideológico ha impulsado problemas como el relacionado con el aumento de la factura de la luz. Es entonces, cuando surgen frases como la anterior: “Después del movimiento que impulsó el Brexit y la victoria de Trump, ahora el nacionalismo aúpa al poder a una formación de extrema derecha en el corazón de la UE”.
¿Nacionalismo o malestar? ¿De veras lo primero pesa más que lo segundo? Es evidente que no, pero el poder, cuando se ve en peligro, se protege; y lo hace de cualquier forma, ya sea advirtiendo del riesgo para la estabilidad de los nuevos -alternativas ruidosas para incautos-, ya sea lamentando la forma de 'pecar' en las urnas de los electores que han sido manipulados y los apoyan; o ya sea, como en el cuento de Buzzati, desalojando los puestos de mando para seguir en una situación privilegiada. Así lo escribió este periodista... y así lo ha hecho en el pasado, a su modo, el propio Silvio Berlusconi. Curioso.
Birmania
¿Determinada y muy determinada inmigración? No tan determinada. Estamos cansados de ver como el dinero de nuestros impuestos va a para a quienes nunca cotizaron un euro. Hay inmigrantes que con las subvenciones ganan más que una viuda cuyo marido cotizó toda su vida.
maripepa
Teniendo en cuenta que Vox pinta poco y pintará menos en el futuro....nadie con dos dedos de frente va a querer hacerles seguidismo. Que Vox se ahorque políticamente solo y dejen a los demás en paz..
Pacopepe
La verdad es que "VOX cada vez pinta menos". Pueden tener razón en algunas posiciones pero cuando hacen propuestas de psiquiatra la cagan.
Wesly
Pretenden que aceptemos que aquí sólo hay un extremo malo, que es la "extrema derecha", etiqueta que se coloca sin llevar a cabo análisis de detalle alguno de las políticas que tales partidos proponen. Por el otro lado, el izquierdo, al parecer no existe extremo alguno, todo lo que hay a la izquierda de la izquierda no es extremo en absoluto. La izquierda, esté colocada donde esté, siempre es beatífica, no se merece etiqueta alguna de extrema izquierda, aunque el análisis de detalle de lo que propone sea de lo más radical. Practicar la religión de lo políticamente correcto tienen estas cosas.
Urente
Qué gracia, he encontrado en el DRAE cuatro sinónimos significando "cualidad de robusto" de los que sólo conocía el último: Robustidad. Robusteza. Robusticidad. Robustez.
Annett
Cuando los resultados electorales no son del agrado del establecimiento comercial, del stablishment, resulta que la sociedad ha sido intoxicada, ha sido manipulada por radicales y fake news. Pues ¿es el sufragio universal un derecho que opta por una opción legítima entre varias que se presentan como candidatas? ¿Dónde está el error de la ciudadanía votante? El nacionalismo aúpa al poder a formaciones de extrema derecha, y el oficialismo gubernativo progresista o conservador autodenominado democrático, ¿a qué formaciones capaces y honestas aúpa? No parece que la actual situación de inestabilidad social y económica nacional e internacional haya sido precisamente propiciada por formaciones “radicales” o “de extrema derecha”. La crisis general lleva al elector hacia el voto extremo, el voto inexplorado, y hacia formaciones que dentro de un tiempo demostrarán que no hay soluciones exactas ni fáciles más allá de dibujar los discursos relativamente disímiles con variopintos colores que en su estructura pretendidamente diferenciales son particular y totalmente iguales. Esas fórmulas tan poco exploradas de los experimentos con agua carbonatada, con gaseosa, vaya.
SonWeb
Afloran movimientos que crecen desde la base, sin ser cultivados en los invernaderos mediáticos. Un salvajismo político no domesticado por las élites al que se suman gran parte de las capas más bajas de la ciudadanía, las que más sufren los errores, los abusos y la incompetencia de la oficialidad política, de las fuerzas que dicen representarlos. Este primitivismo político elemental es la natural reacción a los partidos burocratizados que una vez llegados al poder, se dedican principalmente a blindar su posición dominante, a exponer sus propagandas y a ocultar sus fechorías mientras a la ciudadanía precarizada le hacen domicilio en una realidad insegura a la que han borrado las certezas. No solo el enjambre populista sudeuropeo está agitando la decadente colmena, también el del norte supone un riesgo para el corazón burócrata de la UE, es lo que no entienden en las tertulias pesebreras tan falsamente alarmadas por el fascismo. Si Giogia Meloni triunfó en las elecciones italianas no es porque sus votantes sean fascistas, es porque es a la única que no han votado antes y aún no les ha defraudado. Estas fuerzas disruptivas están plenamente justificadas y aceptadas entre una población que necesita liberarse de la opresión, de los códigos, catecismos y moral posmoderna que no solo arruina su presente, sino que también está amenazando al de sus hijos y nietos sin encontrar solución a los graves problemas de sus naciones. La política también consiste en esto. Intervenir en los asuntos del Estado, hacer oposición al despotismo beatificado de gobiernos déspotas que fuerzan a una falsa bondad totalitaria, al dominio de las masas por el contagio narcisista y la victimización. El poscomunismo beatificado en los medios solo ha demostrado una gran capacidad, que es la de aplastar tributariamente a la ciudadanía y endeudar a las generaciones futuras. Además de esto, de sus catecismos, de su propaganda, de sus ruinas y limosnas, qué más puede ofrecer la élite, estas autoridades perdidas y ridículas a sus votantes. ¿De qué se extrañan en sus tertulias y periódicos? ¿Por qué no escuchan al pueblo, por qué lo insultan cuando no vota como ellos quieren?
Apeiron
Qué es lo que define a un partido como moderado o extremista? Los socialdemócratas son moderados? pero por qué? Cuando se manipula la justicia en beneficio del gobierno de turno, cuando se aprueban leyes anticonstitucionales, cuando se permite no cumplir sentencias de tribunales, cuando se indulta a tantos delincuentes por interés de un partido, cuando se oculta de modo deliberado información que amenaza la vida de la población ... No es eso extremista? A lo mejor la señora Meloni es extremista como muchos afirman, pero hasta que gobierne no lo podremos saber. De momento a mí los extremistas me parece que son los que nos gobiernan ahora mismo, tanto a nivel nacional como en la UE, lo han demostrado sobradamente.
pancho
No quisiera parecer desagradable, pero no entiendo muy bien lo que aporta este artículo.
Manuteide
Una observación a su reflexión...VOX no es Podemos y los votantes de VOX no son los de Podemos.