Dicen que un reportero estadounidense se interesó por cierto sabio chino allá por la década de los sesenta para entrevistarlo. Las autoridades de Pekín le informaron que debería esperar a que volviera de la recogida de la cosecha. Porque en la China de Mao todos, fuesen quienes fuesen, tenían que aportar su granito de arena en la colosal obra del gigante asiático. Pedro Sánchez no ha querido ser menos y ya anuncia a través de su Plan Estratégico Juventud Avanza – podría llamarlo Plan Quinquenal – que para erradicar el paro juvenil, un 36%, los va a poner de pastorcillos y otros trabajos bucólicos y virgilianos.
Decía la ministra del ramo, Yoli Díaz, que esto iba encaminado a encontrar a la alegre muchachada un trabajo digno. Lo del pastoreo me ha parecido sublime. Todo ecológico, sostenible, políticamente correcto. Ahora, a ver quién es el guapo que, sin mediar la fuerza pública, obliga a nuestros jóvenes a ejercer de Heidi en los Pirineos. Porque habrá quienes lo encuentren una solución razonable, que me parece muy bien, pero eso del ordeno y mando tan propio del social comunismo no sé yo si va a gustarle mucho a la generación de la queja. Sepan ustedes, amados gobernantes, que hace años se ha fomentado un espíritu comodón, protestón, incapaz de asumir deberes o responsabilidades ya desde el mismo parvulario. Demasiada plastilina y pocas matemáticas.
Nuestra sociedad es más un rebaño de ovejas que de pastores. Estamos acostumbrados a protestar delante del profesor por la nota que nos ha puesto. No veo a mucha gente adoptando el cayado y la boina como uniforme de trabajo, triscando por peñas y prados, comunicándose con su perro pastor e imponiendo su voluntad para que el asunto de los rumiantes artiodáctilos y ungulados, a saber, las ovejitas, no se les desmande. Falta carácter, falta punch y faltan, sobre todo, ganas de esforzarse.
Lo del pastoreo me ha parecido sublime. Todo ecológico, sostenible, políticamente correcto. Ahora, a ver quién es el guapo que, sin mediar la fuerza pública, obliga a nuestros jóvenes a ejercer de Heidi en los Pirineos
De pastores como Viriato se dan pocos en la historia y para ejercer esa noble y secular profesión se precisa una pasta de la que pocos estamos hechos, poco postureo en Instagram y cierta inclinación filosófica. España es a día de hoy un país devenido en rebaño, en las ovejitas graciosas de Carmen Sevilla, en la canción que entonaba con voz ronca Bernardo loando como balaban las mismas y los corderitos. Somos país de comernos un buen cuarto asao en Burgos, en contarlas cuando el insomnio por no saber cómo pagaremos las facturas nos asalta, la tierra de Norit el borreguito, pero la muchachada quiere ser tronista o famoso o las dos cosas. Nada de pastorear. Que pastoreen ellos.
Conste que no creo que los males que padecemos provengan solo de nuestra juventud que, al fin y al cabo, es consecuencia de lo que somos nosotros, sus padres, sus abuelos. Soy también muy consciente que existe una parte de esa franja de edad que estudia, que trabaja, que ha entendido que sin esfuerzo no se llega a nada en la vida. No hablo, pues de ellos. Hablo de la masa amorfa que se abandona al botellón, al cliché, a las ideologías chupiguáis y que no coge un libro así les vaya la vida en ello. Son la nueva clase de señoritos, los que sin hacer nada lo esperan todo. De ahí la tremenda paradoja de la invención sanchista. Los que podrían aceptar trabajos duros por su talla moral, su carácter y su temple, tienen otras cosas en las que ocuparse. En cambio, los destinatarios ideales, los ninis, los profesionales de huelgas estudiantiles y exigentes defensores de los aprobados políticos no van a aceptar nada de eso. No hay botellón en el agro.
Añadiré que para esta chorrada hay destinados cinco mil millones, más de 3.000 de fondos europeos. Intuyo que el Gobierno deberá emplear las tácticas de los comunistas chinos. Todos al camión y, hala, a la siega. Con lo sencillo que es incentivar la creación de puestos de trabajo bajando impuestos, abaratando costes de contratación, renunciando a la fiscalidad depredadora, suprimiendo administración improductiva y agilizando papeleo para crear empresas. Pero todo eso es facha. Lo progre es hacer de pastor. Di que sí, Yoli.