En las 15 horas que siguieron al cierre de los colegios electorales pudo apreciarse claramente la desazón que inundaba el ánimo del resistente Sánchez. Que no se dejara ver en la noche electoral pese a su extraordinaria implicación en la campaña y que no felicitara a los ganadores -ni a Feijóo ni a su correligionario García Page- evidencian a las claras que no digería bien su derrota. Pero que al día siguiente compareciera ante la prensa serio, circunspecto y ayuno de su habitual altanería, para anunciar la convocatoria anticipada de elecciones generales demostró el grado de desesperación que le inunda.
Hasta hemos escuchado al propio Sánchez afirmar que la economía española va como una moto, afirmación que se demostrará tan falsa como la de Zapatero cundo dijo que nuestra economía jugaba en la Champions
Desde entonces, no hay día que pase sin que alguno de sus lugartenientes o él mismo nos muestre que la desesperación ha irradiado a todo el universo PSOE. Una sucinta e incompleta relación de hechos lo ilustra muy gráficamente. Hemos visto a un Zapatero tenso, nervioso y descontrolado atribuirse en primera persona el abandono de las armas por parte de ETA. Al delegado del Gobierno en Madrid, secretario general de la Presidencia del Gobierno hasta hace unos días, realizar una execrable "laudatio" a Bildu que sonrojaría a cualquiera si no es porque antes que sonrojo provoca indignación. Al PSOE denunciar a tres diarios nacionales y a tres empresas demoscópicas por una nimiedad que, en realidad, esconde su enfado por los pobres resultados que les atribuyen en sus encuestas electorales A Escrivá discutiendo histéricamente, como siempre, con la Airef porque ésta pinchaba el globo del pretendido éxito del Ingreso Mínimo Vital. A la ministra de Hacienda afirmar atolondradamente que en materia de impuestos ella haría lo mismo que propone Yolanda Díaz. Y hasta hemos escuchado al propio Sánchez afirmar que la economía española va como una moto, afirmación que se demostrará tan falsa como la que realizó Zapatero cundo dijo que nuestra economía jugaba en la Champions League para, poco después, aprobar el Decreto-ley de mayo de 2.010 que aplicaba los mayores recortes sociales de nuestra Historia En fin… ¿Cuántas más barbaridades nos va a tocar escuchar de aquí al 23 de julio?
La realidad es que cuesta horrores conseguir que la izquierda española abandone el poder. Es consuetudinario afirmar que ello se debe a la resistencia que ofrecen para dejarlo por la general incapacidad de sus líderes y militantes para encontrar trabajo y sueldo fuera del Estado. Sin duda es cierto, pero también es debido a su escaso apego por una de las características de la democracia como es la alternancia política. Y, además, les horroriza ser conscientes de cómo, una vez que ellos estén fuera del poder, van a conocerse todas las manipulaciones que han cometido mientras estaban dentro. Les da pánico saber que se conocerá cómo, siguiendo la experiencia de Zapatero, han ocultado entre un 1,5% y un 2,5% de déficit público. Les aterroriza saber que conoceremos como han inflado las cifras de empleo y camuflado las de desempleo. Temen que se sepan las cifras reales del fiasco que ha supuesto el carrusel de ayudas que han publicitado con tanto frenesí. Les aterra que se conozcan las auténticas tripas de su cacareada excepción ibérica en los precios del gas. Tiemblan cuando piensan que se conocerán los datos reales de su gestión en los Fondos Europeos. Les incomoda que salga a la luz lo sucedido internamente en el Ministerio de Hacienda con motivo del diseño y aprobación de los últimos impuestos "inventados" por el Gobierno. En definitiva, apenas pueden dormir a la espera de los resultados de la auditoría general de las cuentas públicas que ha anunciado Núñez Feijóo para cuando presida el Gobierno. Y claro, desesperados y con dificultades para conciliar el sueño, es inevitable: Estulticia tras estulticia.