Opinión

El pasteleo catalán

¿Se imaginan cobrar 8.000 euros al mes sin hacer nada o sin haber hecho prácticamente nada? ¿Se imaginan tener un sueldo de por vida pese a haber sido despedido? Les importaría un bledo que el Euríbor esté al 4%, el índice más elevado desde el 2008,

  • El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, durante una sesión plenaria, en el Parlament de Cataluña

¿Se imaginan cobrar 8.000 euros al mes sin hacer nada o sin haber hecho prácticamente nada? ¿Se imaginan tener un sueldo de por vida pese a haber sido despedido? Les importaría un bledo que el Euríbor esté al 4%, el índice más elevado desde el 2008, que le subiera la hipoteca entre los 80 y los 300 euros al mes. Iría a comprar sin mirar los precios de los alimentos básicos, ni siquiera se percataría de las subidas, no le faltaría pescado o marisco en la mesa, ni fruta ni verdura que han pasado a ser productos de lujo. Qué tranquilidad para pocos alcanzable. Esta es la gran suerte de la ya ex presidenta del Parlament, Laura Borrás, suerte de tener acceso a una pensión vitalicia que su partido, Junts, ha defendido en la Cámara catalana, pese a no contar con el respaldo de partido alguno. Claro ejemplo de cómo se blinda la política que podría estar en riesgo porque el partido de Ada Colau, liderado en el Parlament por Jéssica Albiach, ha presentado una proposición de ley, que se va a tramitar gracias a ERC, en la que se reclama dejar sin retribuciones vitalicias a los condenados por corrupción con sentencia firme.

Naturalmente, ella niega que vaya a solicitar el 60% de su sueldo, de esos 150.000 euros que percibía como presidenta de la segunda institución de Cataluña

El caso de Borrás es excepcional por lo poco que ha durado en el cargo y abre el melón sobre el sentido de estas estrafalarias pensiones. Esto es lo que pasa en la política, que hay pensiones vitalicias, no por todos merecidas, que pocos cuestionan. ¿Se merece la clase política estos privilegios? Probablemente hemos llegado a un punto en la que es urgente revisar este tipo de privilegios, de concesiones por un servicio público prestado. Borrás no ha estado ni dos años en el cargo antes de ser apartada por delitos de corrupción por los que ha sido condenada, a la espera, eso sí, de la sentencia firme. Su pena es de cuatro años y medio de cárcel, más 13 de inhabilitación por falsedad documental y prevaricación administrativa cuando dirigía la Institució de les Lletres Catalanes. Naturalmente, ella niega que vaya a solicitar el 60% de su sueldo, de 150.000, como presidenta de la segunda máxima institución de la comunidad, aunque al parecer, la ley parlamentaria vigente le permitiría el sueldazo.

Cuando te pasan por la cara sueldos desmesurados por no hacer nada se quitan las ganas de creer en las nuevas ilusiones que vende la política

Decían las malas lenguas que, precisamente cuando arreciaban las versiones sobre los supuestos delitos cometidos, renegaba de abandonar el cargo para cumplir esos dos años que le permitirían la pensión. Se pregunta la clase política el porqué de la desafección, porqué cada vez hay más abstención o menor participación electoral. Cuando te pasan por la cara sueldos desmesurados por no hacer nada se quitan las ganas de creer en las nuevas ilusiones que vende la política. ¿Quién abre el debate de estas pensiones si a los que están dentro de las instituciones no les interesa lo más mínimo? El pasteleo político es esto: pensiones vitalicias, negociación de sillas, cargos, promesas de reparto de poder.

A poco más de 30 días para las elecciones generales y con la reciente constitución de los ayuntamientos, es lo que estamos viendo. La ideología importa poco a cambio de un lugar en la política que te permita vivir mejor, aunque no sirva para mejorar la vida de la gente. Por eso, el reglamento de la Cámara catalana debería revisarse. Como tantas cosas en esta zona. Un parlamento debe representar al conjunto de ciudadanos, pero, en el caso catalán, el secuestro por parte de los independentistas es notorio. No solo se trata del asunto de la pensión vitalicia a la ex presidencia de Borrás sino por su sucesora Anna Erra que lo primero que hizo al ocupar el cargo es gastar dinero público para visitar al presidente huido de la justicia Carles Puigdemont. Fue su primer acto institucional y como partido o como persona es totalmente legítimo hacer lo que considere, pero no como representante de un órgano legislativo que se supone representa a todos los catalanes. Si quiere excursiones a Waterloo, que lo pague de su bolsillo. Nuevo ejemplo de uso del dinero de todos para usos partidistas. Y así todo en el pasteleo político. 

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