Jair Bolsonaro es el primer presidente brasileño que ha sido elegido sin asistir a un solo debate electoral ni dar entrevistas a los medios de comunicación, y eso que las brasileñas son elecciones presidenciales a dos vueltas. Mientras el resto de los candidatos daban la cara ante sus electores confrontando ideas y contestando a incómodos periodistas cuya misión, también, es encontrar las contradicciones en los discursos y trayectorias vitales, el actual presidente, un antiguo militar que llevaba calentando el escaño más de 20 años en el Parlamento, se grababa vídeos en redes sociales donde controlaba el cómo, el cuándo y a quién.
Bolsonaro no fue original, tan solo reforzó la estrategia 'trumpista' de hacer de los medios de comunicación unos intermediarios poco fiables, desdeñándolos, acusándolos de manipulación, en definitiva, deslegitimando su función social. La crítica a la opinión publicada es evidente, la pérdida del poder de intermediación de los medios de comunicación puede que sea una de las crisis más importantes que sufre la profesión tras la disrupción tecnológica que arrasó con los métodos tradicionales. Y es en esta crisis donde el populismo encuentra la brecha en la que esconderse.
Tienen la lección bien aprendida; para qué exponerse a los medios de comunicación y sus preguntas sobre su financiación, testaferros o fichajes nostálgicos
Estamos a una semana del inicio de la campaña electoral nacional y los candidatos aspirantes a suceder al actual presidente del Gobierno peregrinan de programa en programa, de entrevista en entrevista: niños, talkshows, preguntas de los ciudadanos, entrevistas de formato tradicional, todo es bienvenido para intentar transmitir el mensaje. Tanto es así, que en algunas ocasiones lanzan al ruedo mediático a los “fichajes” estrella sin un entrenamiento que les permita ser efectivos en su tarea. Suárez Illana se lleva la palma, de momento, con su relación entre aborto, tumor y neandertal.
Vox
Sin embargo, Vox lleva la lección bien aprendida; para qué exponerse a los medios de comunicación y sus preguntas sobre su financiación, los testaferros, los fichajes nostálgicos, haciendo debates serios sobre sus propuestas, pudiendo controlar la agenda de campaña desde Twitter. En la película Brexit, the uncivil war se muestra cómo a través de una tecnología que conseguía identificar votantes no politizados, y llegar a ellos con mensajes engañosos, consiguieron ganar un referéndum de una forma soterrada. Los medios de comunicación tradicionales no advirtieron que el epicentro del terremoto cultural que ponían en marcha no aparecía reflejado en los editoriales ni en las columnas de sus páginas. Fueron las RRSS la brecha en la que escondieron una campaña llena de engaños, falacias y promesas inasumibles. Los británicos votaron; después los partidarios del 'brexit' tuvieron que asumir sus mentiras, pero eso no invalidó el resultado.
Vox está desaparecido en campaña. Abascal ha concedido un par de entrevistas desde que irrumpieron en el parlamento andaluz. En ningún caso, ha contestado a las graves acusaciones de miembros de su formación que los acusan de financiación irregular, tampoco han explicado por qué han eliminado las primarias como mecanismo para elegir a sus candidatos, pero todo aquel periodista que osa tratar de hacer preguntas o cuestionar al partido es acusado de manipulador. Mientras tanto, inoculan sus mensajes en WhatsApp y Facebook con sofisticados logaritmos que sólo muestran el contenido a personas potencialmente votantes. No los ves, pero están y emergerán el día 28 de abril como el río Guadiana. Mientras, el resto de los candidatos siguen exponiéndose a la prensa y a los riesgos de meter la pata, porque como bien saben los políticos, y más los populistas: cualquier palabra que diga, podrá ser utilizada en su contra.