Al igual que ocurrió con el nacimiento de Cristo en la cronología de la humanidad, el advenimiento a la Presidencia marcó un antes y un después en la personalidad de Pedro Sánchez. Lo reveló Carmen Calvo, para explicar por qué el Sánchez diputado apreciaba “clarísimamente” un delito de rebelión en Cataluña, mientras que el Sánchez monclovita no lo ve ni con lupa.
Pues bien, parece que ese síndrome de desdoblamiento es contagioso y afecta ya a Fernando Grande-Marlaska, responsable de Interior. De la misma forma que hay un Pedro Sánchez a. P. y un Pedro Sánchez d. P. (antes y después de la Presidencia), hay claros síntomas de la existencia de un Marlaska a. M. y un Marlaska d. M., o sea, antes y después de su llegada al Ministerio.
Pudimos constatarlo el sábado, víspera del desfile del Orgullo LGTB en Madrid. Costaba reconocer al juez templado, ecuánime, que siempre estaba en su lugar, en ese personaje contrariado que lanzaba admoniciones contra Ciudadanos delante de una bandera arcoíris. Les reprochaba, con tono de predicador, que confluyeran con Vox para garantizar gobiernos de centro-derecha en ayuntamientos y comunidades. Son inmaduros y han sufrido poco en esta vida, vino a decir. Por eso creen que “pactar con quien de forma descarada y obscena trata de limitar derechos LGTBI” no tendrá consecuencias.
Vox ha sido la gran excusa. Y Marlaska lo sabe. Fue la excusa de Pedro Sánchez para azuzar el miedo y ha sido la excusa de los organizadores del Orgullo
Las consecuencias ya las conocemos. Una agresión orquestada contra los representantes de Ciudadanos que asistieron al desfile al día siguiente. No es que no pudieran llevar carroza, como les habían dicho. Es que no podían ni estar. Tuvieron que salir tras recibir latazos, botellas con orina dentro, escupitajos e incluso golpes, como certifican vídeos y periodistas que estuvieron allí (y que los recibieron) y, curiosamente, niega un informe policial que esgrime El País.
Marlaska d. M. olvidó el rigor que acompañaba el quehacer judicial de Marlaska a. M. Esa costumbre de ceñirse a los hechos. Obviemos que formalmente Ciudadanos no ha pactado con Vox (y en todo caso, poco puede hablar el ministro de acercamientos obscenos cuando su Gobierno se ha alineado con independentistas y filoetarras). En los cien-puntos-cien del programa voxista, no hay una sola medida para limitar los derechos LGTB. Tal vez la prohibición “de los vientres de alquiler”, en lo que coinciden con el movimiento feminista. En cambio, ha presentado candidatos gays y expulsado a su cabeza de lista al Congreso por Albacete por declaraciones homófobas y negacionistas. Hasta ahora no se les ha oído insultar a nadie por su condición sexual, real o presunta, como sí han hecho Dolores Delgado o Alfonso Guerra (sin que ningún socialista se congestionara).
Es cierto: Vox no resulta un partido “gay-friendly”. Ni sexo friendly. Muy pocas cosas friendly, diría yo, a tenor del rictus de Rocío Monasterio. A no pocos homosexuales les remite a otros tiempos oscuros ya superados.
Dicho esto, Vox ha sido la gran excusa. Y Marlaska lo sabe. Fue la excusa de Pedro Sánchez para azuzar el miedo y ha sido la excusa de los organizadores del Orgullo. Año tras año, la Cogam y la Federación LGTBI+ han vetado asistencias: PP, UPyD… les faltaba Ciudadanos, que otros años venían recibiendo pitadas e insultos, cuando Vox no estaba ni en el horizonte.
El peligro es este PSOE ‘podemizado’ que increpa a Ciudadanos hoy y al alcalde de Pamplona mañana, y no solo no condena las agresiones, sino que las justifica
La realidad es que la izquierda pretende monopolizar la celebración LGTB, como hace con cuanta causa social se le cruza en el camino. Este año, con más motivo: pretendían incidir en las conversaciones del centro-derecha para sacar a Manuela Carmena del Ayuntamiento. La misma Carmena que ha dado a las empresas organizadoras de la semana del Orgullo un trato preferencial, al punto de suspender, por ejemplo, la normativa sobre ruido (para desesperación de los vecinos).
La histeria descargada contra Ciudadanos, que apoya las reivindicaciones LGTB, contrastaba con los parabienes a la carroza de Podemos, cuyos máximos dirigentes, hay que repetirlo, cobran directamente del Gobierno de Irán, donde se ahorca a los homosexuales. Qué no decir de la hermandad con las formaciones comunistas, tan proclives, como se sabe, a respetar todo tipo de diversidades. Hasta en eso tratan de desvirtuar la realidad. Para la infamia quedará la mofa que el bloguero Bob Pop hizo sobre las UMAP, las Unidades Militares de Ayuda a la Producción, los campos de trabajos forzados donde el régimen cubano encerraba a los homosexuales para “reeducarlos”. Pero luego bien que caldeaba el ambiente contra Ciudadanos desde su púlpito en el programa Late Motiv.
Más que en Vox y sus obsesiones con la entrepierna, el peligro está en esa izquierda incapaz de aceptar el veredicto de las urnas. Que increpa a Ciudadanos hoy y al alcalde de Pamplona mañana. El peligro es este PSOE podemizado que no solo no condena las agresiones, sino que las justifica.
Se supone que los líderes tienen que hacer pedagogía. No sé si Marlaska debería dimitir. En este país se tragan cosas que supondrían la salida fulminante en otros, empezando por tesis plagiadas. Pero tendría que asumir que antes que activista gay es ministro de España, pagado por todos los españoles. Y en lugar de eludir a los periodistas, tal vez debería disculparse. O al menos condenar lo sucedido. Que deje a Adriana Lastra las arengas, y recupere la sobriedad institucional.