Opinión

Desvelado el enigma de la Yoly durmiente

Pedro es 'un pibón' y Abascal 'un matón'. El nivel. La única virtud política de Yolanda Díaz era su florido silencio, sus demoledores biquiños y su dialéctica Barrio Sésamo. Seis m

  • Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, se abrazan en el Congreso tras aprobar los Presupuestos -

Pedro es 'un pibón' y Abascal 'un matón'. El nivel. La única virtud política de Yolanda Díaz era su florido silencio, sus demoledores biquiños y su dialéctica Barrio Sésamo. Seis meses se mantuvo de perfil (declarativo) desde que lanzó Sumar hasta que arrancó la precampaña. Cuando rompió a hablar, la adorable galleguiña mostró su auténtica faz, una Cruella de Vil insaciable, una killer inclemente que aspira a ser la 'presidenta verde' de (se supone) la república española. Guillotinó a Irene Montero, demolió Podemos, asignó a Ione Belarra el papel de mucama y remitió a Pam a limpiar los baños.

Sánchez no sabía muy bien qué hacer con ella. Yoly es un invento de la factoría de ficción de la Moncloa, un artefacto diseñado para ocupar la izquierda de la izquierda y colaborar en la estrategia del señorito. Tras el batacazo del 28-M surgieron las dudas. El presidente del Gobierno emergió en estado de shock y sus estrategas no lograban digerir el trastazo. Estaba clara la primera providencia de adelantar elecciones antes de que el partido se diluyera entre el desánimo y el reproche. Luego, se sumergió en un espeso horizonte de dudas. Tezanos le había prometido victoria y se topó con un estropicio. ¿Cómo se frena a este Feijóo, que le decían insolvente, palurdo y un punto cobardón?

Le enfundaron el sayal de Pablo Iglesias y lo lanzaron a la conquista de la horda podemita mediante un discurso incendiario ante sus diputados y senadores, que recordaba lo de Godard en Cannes cuando el mayo del 68

Los primeros pasos fueron de desconcierto, como los del galansote abofeteado por una damita inofensiva en espacio público. Hay que ocupar todo el espectro de la izquierda, corearon los trescientos asesores de Moncloa, teleridigidos por los Migueles (Barroso y el otro). Pasar por encima de Sumar, ampliar la base social y el espectro ideológico.

Le enfundaron al líder del progreso el sayal de Pablo Iglesias y lo lanzaron a la conquista de la horda podemita mediante un vitriólico discurso ante sus diputados y senadores, que recordaba lo de Godard en Cannes cuando mayo del 68. Una arenga adobada con los tics del radical-populismo, rebosante de los tópicos habituales. "Derecha extrema/extrema derecha". "La ola reaccionaria que asola Europa". "Nuestro partido no lo fundaron exministros de la dictadura con la financiación de unos banqueros. El PSOE lo formaron en un bar 25 trabajadores, 16 tipógrafos, cuatro médicos, un profesor...". Su apoyo electoral menguaba, Feijóo acababa de ser coronado gran prócer de la derecha y el horizonte de la izquierda amenazaba ruina. Yolanda se convirtió en un estorbo. Se procedió a ignorarla, a arrinconarla, ni un átomo de protagonismo, ni una presencia tras el Consejo de ministros, mínimos segundos en los medios orgánicos, ni una referencia a su persona, ni un guiño cómplice, ni una caricia, ni un gesto. Como si no existiera, como si se hubiera sumido en un letargo eterno. La reina del biquiño, sin embargo, seguía su bola. Demoliendo Podemos, que era el encargo original, y agrupando, cual diligente aparcera, a esa patota de quince partidos (o lo que sean), rumiantes del rencor y yonquis de la ubre pública, que conforman su propuesta.

Ni es candidata ni siquiera milita en el PSOE pero se manifiesta en sus intervenciones como una mitinera furiosa, abrazada al embuste y virtuosa de la trola

El volantazo hacia el griterío descamisado no funcionaba. Ni Yolanda se dejaba comer el terreno ni la demoscopia aplaudía el desesperado giro hacia el extremo. Dieron entonces en sacar en procesión a Nadia Calviño , que parecía una impecable técnica experta en el entramado de la UE y resultó una Rosa Luxemburgo modelo Loewe de mercadillo. Miente bien Calviño, quién lo diría, tan peripuesta y modosita. Ni es candidata ni siquiera milita en el PSOE pero se manifiesta en sus intervenciones como una mitinera furiosa, abrazada al embuste y virtuosa de la trola.

Tampoco. La estrategia de ponderar el milagro económico del sanchismo apenas coló en las municipales y menos ahora, con las hipotecas por las nubes y la inflación sin domar. Los brujos visitadores de Pepiño (Blanco) optaron por una salida imaginativa y terminal. El paseo por las teles, la presencia en el plató, la interminable procesión ante cámaras y micros. Ya que el candidato no puede salir a la calle, porque le pitan, lo txapotean y porque la moral de la tropa está por los suelos y no colmaría siquiera el aforo de un urinario, se opta por la campaña audiovisual. Una oferta templada y mesurada. Metamorfosis total. A por el centrodercha que deja vacío Feijóo con sus pactos con Vox. A por el socialista que meditaba fugarse hacia el PP ante la extremosa visceralidad del gran narciso. Se estrena así el personaje Pedro lastimero, víctima de la injusticia de los poderes mediáticos, económicos y políticos, mártir de la derechona fascista, de los conspiración del puro, de los Botín y Ferrovial.

El tercer puesto en el podio

En este nuevo libreto, la princesita gallega recupera el trono perdido y la caricia de su creador. Sánchez la necesita para sumar. El PSOE apenas supera los cien diputados en las encuestas. Sin un flanco potente a su izquierda ya puede olvidarse de La Moncloa. Necesita que Sumar ocupe el tercer puesto en el escrutinio del 23-J, que supere a Vox, este es el gran reto. "Yo no compararía a Yolanda con Abascal. Sé de su compromiso democrático y de su buena labor y su buen hacer en el Ministerio de Trabajo". Así es como el villano de la historia resucitaba a la Yoly durmiente para recomponer un Frankenstein y mantener su sitial en la Moncloa. Una operación tan ortopédica, forzada e increíble que no pasa de ser un cuento. De terror.

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