Anda el ex ministro socialista Ángel Gabilondo cariacontecido en estos días. Se le nota incómodo, cavilando sobre su situación en la Asamblea de Madrid donde, por extraño y sorprendente que parezca, la oposición a la presidenta de la comunidad, Isabel Díaz Ayuso, no es él, es el vicepresidente de la Comunidad, Ignacio Aguado, que está dejándose querer de manera indisimulada a todas horas para una moción de censura contra su jefa.
Resulta que el hipotético protagonista y primer beneficiario de la maniobra de Aguado, Gabilondo, no quiere que le empujen. No lo ve. Bueno, verlo solo lo ve el líder regional de Ciudadanos y esa parte de la izquierda a la cual le gustaría reeditar en Madrid una suerte de Pacto del Tinell (2003) que se resume en "todos contra el PP" al calor del drama en las residencias de ancianos en la pandemia. No son pocos en el PSM y en el PSOE los que escuchan esos cantos de sirena de aquellos que ven así la única forma de desbancar a la derecha tras 25 años de gobierno ininterrumpido.
Este martes le dio naturaleza oficial el secretario general de la federación y delegado del Gobierno en Madrid, José Manuel Franco, actuando de portavoz de la comida que mantuvieron el viernes pasado en Ferraz él mismo, Pedro Sánchez, su asesor áulico y jefe de gabinete en La Moncloa, Iván Redondo; el secretario general de Presidencia del Gobierno, Félix Bolaños; y el número dos de Organización del PSOE, Santos Cerdán... Un momento. ¿No echan de menos a alguien en esa mesa para preparar el putsch contra Ayuso? ¿Dónde estaba el protagonista de la moción, Gabilondo?
Cuentan las crónicas que Sánchez estuvo a solas en La Moncloa con el ex ministro para "darle cariño" (sic)... ¿Por qué hay que dar cariño al principal interesado en una moción de censura contra Ayuso?
El argumento de por qué Gabilondo no estuvo en el cónclave de Ferraz es pintoresco, por decir algo. Cuentan que ex ministro había estado a solas con el presidente en La Moncloa tan solo unos días antes de esa comida donde se decidía el futuro de la política madrileña y Sánchez "le dio cariño", según algunas crónicas. Y digo yo, ¿por qué hay que dar cariño al, en teoría, primer interesado en censurar parlamentariamente a Ayuso?
Pues porque el protagonista piensa que si ya el Gobierno PP/Ciudadanos con apoyo externo de Vox está siendo un "camarote de los hermanos Marx", usando la terminología que Felipe González aplica al Ejecutivo de Sánchez y Pablo Iglesias, ¿se imaginan uno en Madrid con Gabilondo de presidente, Aguado de vicepresidente, y apoyado en la Asamblea por Más Madrid y Unidas Podemos?... Yo no, y sospecho que el ex ministro de Educación, ex rector de la Universidad Autónoma y fichaje estrella del hoy líder socialista allá por 2015, tampoco.
¿Defensor del Pueblo?
No lo tiene fácil, no. El cartel electoral socialista en 2015 y 2019 tras la enésima crisis en el PSM que protagonizó Tomás Gómez, tiene ante sí un dilema: o se convence y, sobre todo, transmite sensación de estar dispuesto a intentar el asalto a la Puerta del Sol una tercera vez en mayo de 2023, que es lo que, seguro, vino a decirle Pedro Sánchez, o deja la politica ya. Porque lo que resulta desolador para el PSOE es tener que buscarle un número dos "con colmillo" (sic) en la Asamblea -sí, han leído bien- para "endurecer" la oposición contra Ayuso.
Entiendo las dudas y hasta el cansancio del ex mirlo blanco que ganó dos elecciones autonómicas pero no el gobierno, y hasta expectativas a posteriori de volver a ser ministro no cumplidas; incluso, que esté a la espera de ser nombrado Defensor del Pueblo, ahora que se le ha escapado el cargo a la ex alcaldesa Manuela Carmena.
Pero, se mire como se mire, no es presentable esta huelga de brazos caídos de un Ángel Gabilondo más que aceptable ministro de Educación de los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, esa desgana en quien representó otra forma de entender la política y que ahora languidece en la Asamblea de Madrid.