Tengo por cierto que cuando servidor vuelva a castigar la cuartilla dentro de dos semanas pocas cosas podré decirles que no les haya dicho ya. En lo sustancial, me refiero, que lo periférico cambia a diario sin que sus mutaciones revelen la menor importancia. Nadie cree que un cambio de ministros sea poco más que llevar a tu pequinés a que le corten el pelo o que un giro en las alianzas del gobierno suponga un horizonte diferente al de desierto de película del oeste actual, con matojo rodante incluido y cactus afiliado a CCOO. Lo básico, es decir, la puñalada trapera, nocturna y propinada en un callejón sucio y maloliente, continuará sin que nadie lo impida.
Esa es la cosa. Aquí no cambiamos de obra, solo de actores, y así no hay quien mejore la taquilla del teatro ni las críticas. Las respectivas claques de unos y otros saben que deben aplaudir cuando los suyos declaman y abuchear a los otros. Que todos compartan, al fin y al cabo, ese enorme escenario, ese teatro del mundo calderoniano que llamamos España, les da igual. O no lo ven, o lo desprecian o, mucho peor, no le dan importancia. Porque sin teatro no hay obra, actores, público, nada.
A ellos la vista no les da para ir más allá de las candilejas, auténticos fuegos fatuos que ciegan, como los dioses, a aquellos a quienes quieren perder. Así las cosas, ahora colgarán el cartel de “Cerrado por descanso de la compañía” y se tomaran unas vacaciones. ¡Como si hubieran trabajado estos meses pasados! No podrán hacerlo quienes se han quedado sin trabajo, sin su negocio, sin su comercio, sin su empresa, los que han visto esfumarse los ahorros de toda la vida. No podrán irse de vacaciones los muertos, ni sus deudos tendrán, posiblemente, ánimos para ello. No hay vacaciones para la ruina, para la enfermedad, para el personal sanitario al que se ha vuelto a convocar a toque de generala sin haberle dado tiempo a lamerse las heridas.
A mediados de agosto igual sabremos cuando se producirán las elecciones catalanas, o no, y si VOX tiene un candidato tapado que sacarse de la chistera
Por eso insisto en que albergo serias dudas sobre si tendré algo nuevo que comentar en dos semanas. Semanas que, por precisar, no son de vacaciones porque ni me iré a ningún lugar que no sea mi viejo estudio ni me sumergiré en otras aguas que no sean las de mis libros. No lo digo por dar lástima, al contrario. Más prefiero la paz de mi biblioteca que esa diversión impostada de tal o cual lugar donde la felicidad es ley oficial con rango de artículo constitucional. No entiendo la funesta manía de pretender ser feliz cuando todo lo que te rodea te indica lo contrario. Desesperación, nunca; lucidez, siempre; felicidad, la justa para que no se te quede la sonrisita estúpida que vemos tantas veces en las televisiones. No hay más.
Pero entiendo que esto son cosas mías y que el cronista político se debe a analizar la estulticia de nuestros dirigentes, exprimiendo los sinónimos y afilando paradojas y metáforas. A mediados de agosto igual sabremos cuando se producirán las elecciones catalanas, o no, y si VOX tiene un candidato tapado que sacarse de la chistera con la moción de censura. Sabremos como ha ido evolucionando la pandemia, aunque Simón siga diciendo ahora blanco y después negro y el gobierno se empecine en dar datos falsos y ocultarnos informaciones básicas como el nombre de los proveedores. También estaremos en condición de decir el número de arruinados en el sector hostelero y en el turístico, más o menos, y ofrecer una cierta proyección de los parados y empresas cerradas que contabilizaremos a final de año. Incluso quizás sepamos alguna cosa más del teléfono de la señora Dina, de las farfulladas de Corinna, de los excrementos magnetofónicos de Villarejo o del proceso a la familia Pujol.
El fondo, sin embargo, les repito que será el mismo. Actores de toda laya y condición para representar una vieja, viejísima comedia. Como sea que la he visto muchas veces no creo que me pierda gran cosa por ausentarme unos días. Por lo tanto, les deseo una cierta dosis de felicidad de cara a estas semanas, porque mucha es de mala digestión, que gocen de buena salud y que, si pueden, cambien la televisión por un libro, la discusión por el sexo y el cabreo por la siesta.
Ténganme siempre por su seguro y atento servidor. Hasta muy pronto.