Opinión

El final del Gobierno, otra vez

Quienes han demostrado que entienden cómo se juega a la política son los listos y listas del PSOE, y no los profesores de Podemos

  • Pedro Sánchez, Irene Montero y Ione Belarra, en una imagen de archivo. -

El tercer misterio más insondable de todos los que rodean a esta legislatura es el hecho de que el PSOE aún no se haya negado a enviar ministros a donde Alsina. El segundo es el hecho de que el PSOE aún no se haya negado a enviar a Patxi López a cualquier entrevista. Y el primero de todos ellos es Patxi López, en sí mismo. Su carrera en la política, su franca y trabajada ignorancia, su incapacidad para decir algo sin evidenciar que está donde está por alguna incomprensible broma de los dioses.

“Yo no soy experto en esto”, perogrullaba el portavoz de los socialistas hace unos días donde Alsina. El lunes pasado fue el turno de Isabel Rodríguez, también portavoz del PSOE y además ministra de Política Territorial, que es, efectivamente, el ministerio que más tiene que ver con la propuesta de reforma del delito de sedición. Ante las preguntas sobre la relación de causalidad que al parecer existe entre la reforma de ese delito específico y la mejora de la vida en Cataluña, la ministra sólo acertó a transmitir las tres ideas producidas en serie en la factoría gubernamental. “La política ha mejorado la vida en Cataluña”. “Facilita la convivencia”. “Lo que hacemos es homologar este tipo para armonizarlo en el contexto europeo”.

Y además, insistió con una sonrisa de satisfacción, “lo estamos haciendo por los canales democráticos”. Aquí comenzaba el intercambio más comentado de la entrevista.

-Hombre, faltaría más.

-Es que en este país se saltaron las reglas, se permitió que se saltaran las reglas.

-Se las saltaron estos con los que ustedes están pactando ahora, sí.

-Sí, sí… y a los que hemos reconducido para que acepten las reglas democráticas.

Cuatro segundos de silencio.

-¿Y?

Ese “¿Y?” de Alsina es sin duda una respuesta inapelable. Parece que tras la breve réplica se puede oír cómo se derrumba el argumentario del Gobierno, o incluso el propio Gobierno. Algunos aciertan a ver -por enésima vez- un escándalo de tal magnitud que producirá necesariamente alguna dimisión o tal vez el final de la legislatura.

Es verdad que la última obra del Gobierno podría suponer su final. España se ha pasado los últimos años dirigiendo su atención a los casos de corrupción, y de hecho el actual Gobierno es fruto de una moción de censura liderada por el PSOE en nombre de la regeneración democrática y del respeto a las instituciones. Ahora ese partido da un paso más hacia su degradación absoluta: no sólo tiene a varios dirigentes condenados tras uno de los casos más graves en la historia de la corrupción en España, no sólo roba dinero público, sino que además se atreve a reformar las leyes que castigan ese delito para beneficiar a miembros del partido y a socios de su Gobierno.

Hasta que los sacerdotes del bien mayor comiencen a comprender que la malversación sería también una medida necesaria, conveniente y beneficiosa

Todo esto podría suponer el final de la legislatura o la derrota en las próximas elecciones, pero esa misma semana echó a rodar una idea mucho más importante que la que Alsina sintetizaba con elocuencia cartesiana en una palabra. “La concesión de los indultos era necesaria, la reforma de la sedición aceptable, pese a los matices, pero la posible modificación de la malversación sería incomprensible e intragable”.

Hasta que haya que defenderla, claro. Hasta que los sacerdotes del bien mayor comiencen a comprender que la malversación sería también una medida necesaria, conveniente y beneficiosa no para los criminales y para el Gobierno que planifica su rescate, sino para toda España. Porque mejoraría la vida en Cataluña, facilitaría la convivencia y seguro que de alguna manera nos homologaría a Europa.

El guiso se irá cocinando durante los días que haga falta, pero mientras tanto ya tenemos el primer plato. Todos los temas de la semana pasada, también el de la sedición, desaparecieron de un plumazo con las primeras consecuencias de la celebrada ley del “sólo sí es sí”. Y claro, han empezado los “no era esto, no era esto”.

Fanatismo e ignorancia

Pero era eso, y mucho más, desde el principio. El rodillo ideológico que en nombre del feminismo ha justificado aberraciones jurídicas y filosóficas como las que ahora estamos viendo no es obra exclusiva de la ignorancia y el fanatismo de Irene Montero y Ángela Rodríguez, sino de todo el Gobierno, que ha contado siempre con la complicidad del Congreso; incluyendo la de muchos partidos que ahora se hacen los escandalizados.

Dará lo mismo, porque quienes han demostrado que entienden cómo se juega a la política son los listos y listas del PSOE, y no los profesores de Podemos, que la explican muy bien en la universidad. Dentro de unos meses, en medio de unas nuevas elecciones generales, recordaremos todos los escándalos que ha protagonizado el PSOE. Recordaremos a Patxi López proponer donde Iñaki López que del mismo modo que una reforma se ha aplicado retroactivamente para sacar violadores de la cárcel, se aplique también retroactivamente otra reforma para volver a meterlos en la cárcel. Lo recordaremos todo y volveremos a oír ese “¿Y?” de Alsina; pero habrá adquirido un tono muy distinto.

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