Opinión

El Gran Chupóptero

Hace algunos años, ya fugado Puigdemont, hablaba con un amigo y quiso saber qué pensaba yo del futuro del delincuente fugado. ¿Terminaría en la cárcel por su rebelión y su traición? Le contesté que el delincuente volvería a

  • Pedro Sánchez junto a Carles Puigdemont -

Hace algunos años, ya fugado Puigdemont, hablaba con un amigo y quiso saber qué pensaba yo del futuro del delincuente fugado. ¿Terminaría en la cárcel por su rebelión y su traición? Le contesté que el delincuente volvería a Cataluña triunfante y en loor de multitudes y antorchas, que ya sabemos que a los nacionalistas e independentistas catalanes les encanta ese alumbrado nazi. Mi amigo me miró como si me hubiera vuelto loco, es de esos que cree que la Justicia siempre triunfa y que hay que “apaciguar” a la basura independentista y a la basura socialista catalana (PSC). Mi amigo veía (y tal vez aún ve, hace tiempo que no hablamos) a la basura independentista y al PSC como animalitos separados y distintos. Como tantos, se niega a aceptar que son lo mismo, parte del basurero racial, tribal y sentimental: vasos comunicantes. Illa y Puigdemont, Puigdemont e Illa,  la misma ralea. Integrantes de la inmensa colonia de chupópteros que es, básicamente, la política tribal española.

Exigen que el Estado español financie su alucinación tribal hasta conseguir la sagrada Independencia. Todos comparten el mismo lloriqueo al escuchar su himno cortacabezas

Nada de eso ha cambiado en los años transcurridos desde aquella conversación. Lo que no impide que ahora, socialdemócratas y gente así, defienda que hay que hacer presidente a Illa. Asumiendo que el PSC es algo diferente de la pandilla nacionalista e independentista catalana. Que el PP y Vox deben hacer presidente a Illa, dicen. Esto impediría, arguyen, que los separatistas gobiernen la Generalitat. Hay que reírse. Como si los socialistas catalanes, repito, no fueran, también, independentistas. Como si todos no pertenecieran a la misma clase de bazofia patriótico–sentimental. Como si no fueran parte de la misma fuerza enemiga de la nación española. Aunque, es de justicia reconocerlo, hay una diferencia: el independentismo más demencial (ERC, Junts y adláteres) es capaz, en su delirio, de poner en peligro el enchufe al Cofre del Tesoro de los contribuyentes españoles. Mientras que el independentismo menos demencial juega con la cadena, pero se cuida mucho de romper con el mono español, léase poner en peligro el rango de parásito favorito del Gobierno español, que comparte con los independentistas vascos. Esa es la única diferencia. Ambos pretenden, qué digo pretenden, ¡exigen!, que el Estado español financie su alucinación tribal hasta conseguir la sagrada Independencia. Todos comparten el mismo lloriqueo al escuchar su himno cortacabezas:

¡Bon cop de falç!

Bon cop de falç,

Defensors de la terra!

Bon cop de falç!

Que cancioncilla atroz. Pero. Lo explica todo.

No se negocian acuerdos conjuntos para beneficiar al ciudadano. Se negocian cargos para la legión de chupópteros que conforman el sumiso hábitat de los partidos

Y, para no salirnos de esta atmósfera tenebrosa, como música de fondo de las elecciones europeas recién celebradas, se escucha decir al PP que hay que construir puentes. ¡Puentes! Cuando escuche usted lo de tender puentes, lo que está sucediendo es que unos y otros están pactando cargos y sueldos y conexiones más anchas y seguras al Cofre del Tesoro. Ojo a esta negociación del PSC con ERC para compartir el Ayuntamiento de Barcelona “colocando a 100 cargos y entrar en el sottogoverno del ejecutivo de Illa con más de 300 cargos”, cito de la prensa. Esto para “tentar a los republicanos cuando, inevitablemente, tengan que decidir entre un gobierno de Illa o volver a las urnas”. Una indecente compra de poder como otra cualquiera, a costa de los contribuyentes. No se negocian acuerdos conjuntos para beneficiar al ciudadano. Se negocian cargos para la legión de chupópteros que conforman el sumiso hábitat de los partidos.

Ya sé que a la mayoría esto le parece normal, pero para mí no es más que una transacción entre grupos mafiosos. Colócame a 100 (amigos, familiares, queridas, maridos, parientes, sicarios y ovejas del Partido) en el Ayuntamiento (no te preocupes por los contribuyentes, no son más que vacas a las que ordeñar hasta que mueran de viejos, o de un infarto, de tanto angustiarse por sobrevivir decentemente ) y a 300 más (amigos, familiares, queridas, maridos, parientes, ovejas y sicarios del Partido) cuando llegues al Poder y al Cofre del Tesoro de las vacas, de los contribuyentes quise decir. Mucho dinero, de esto es de lo que se trata la negociación, de cuánto toca a cada banda de chupópteros.

Dinero, prebendas, privilegios

Produce tristeza decirlo, pero los españoles están a merced de esta gente. Y principalmente, a merced del Gran Chupóptero que ha comprado su permanencia en el Poder con una amnistía a la medida de los separatistas catalanes y mediante la traición a los ciudadanos españoles libres e iguales. Un Gran Chupóptero que ha pactado la entrega de Navarra y el País Etarra a los asesinos patriotas vascos y sus cómplices racistas. Un Gran Chupóptero cuyo rasgo de carácter fundamental es mentir y hacer lo contrario de lo que dice.  Un Gran Chupóptero, en fin, despreciable, política y moralmente.

El problema es que, en verdad, la llamada política catalana (y la española, en general) no tiene nada que ver (o muy poco), con la política. Tiene que ver con el mar de dinero, prebendas y privilegios en el que chapotean innúmeras legiones de chupópteros. Y sobre esas legiones señorea inmoral y autodeterminado, el Gran Chupóptero.

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