Es habitual referirsea “la década perdida” en Latinoamérica en los años 80 del pasado siglo. En aquella época, su elevada deuda golpeó con dureza al subcontinente tras el cese de la afluencia de capitales y la revalorización del dólar, moneda en que estaba denominada una gran parte de aquella. Así que hubo durante años un escaso aumento del PIB global y un descenso del PIB per cápita en muchos países.
Sin ser tan intensa ni significativa como aquella, también algunos economistas llegaron a hablar de la década perdida en Europa (incluida España), a partir de la crisis que comenzó en 2007 y siguió con desafíos como el de la deuda de los países periféricos e incluso más tarde el brexit. Afectó sobre todo al PIB de Grecia e Italia.
Pero no hace falta que tengamos que mirar para atrás ni al exterior. Aquí mismo y ahora, en España, nos encaminamos, prácticamente, hacia un quinquenio perdido: el de nuestro país bajo el gobierno de Sánchez. Porque el PIB que teníamos en el cuarto trimestre de 2019, justo antes de que comenzase la crisis del covid, no lo hemos recuperado aún y es descartable que lo hagamos antes de 2024. En efecto, con el último dato certificado por el INE, que corresponde al 2º trimestre de 2022, estamos todavía a un 2,25% de distancia de aquella cifra. Y vamos a ir a peor porque los analistas coinciden en que nos viene ahora una recesión, al menos técnica, con estancamiento o retroceso del PIB en los siguientes dos o tres trimestres (final de 2022 y comienzo de 2023).
Todos los países de la Unión Europea habían recuperado ese nivel al cierre del segundo trimestre de 2022, salvo España, Eslovaquia y Chequia
De manera que, aun suponiendo que no nos encontremos nuevos hechos funestos en el entorno internacional, no resultará posible que recuperemos aquel nivel hasta el año 2024. Ni siquiera las cifras de los presupuestos generales del Estado avalarían conseguirlo, a pesar de que las predicciones contenidas en los mismos sean desaforadamente optimistas. Ya se sabe que Montero y Calviño se parecen un poco a Tezanos en sus predicciones. Así que en torno a un quinquenio perdido (cuatro años y pico, en el mejor de los casos) en lo que respecta al PIB
¿Será que esto ocurre de manera generalizada en todo el mundo? Pues no. Todos los países del G-7 han igualado o superado el nivel de 2019 a lo largo del presente ejercicio. Una vez que lo han hecho Alemania, Italia y Japón, que eran los que faltaban. Y todos los países de la Unión Europea habían recuperado ese nivel al cierre del segundo trimestre de 2022, salvo España, Eslovaquia y Chequia. Pero estos dos últimos están más cerca de conseguirlo que España. Por último, según el FMI, México y España serán las últimas grandes economías en recuperar el PIB previo a la pandemia.
Está claro que lo hemos hecho peor y la realidad es que otros países cercanos, muy dependientes también del turismo, como Italia Portugal o Grecia han recuperado el PIB mucho antes que nosotros
Así que somos los últimos de la clase. Los que peor “performance” presentamos. Desde luego, se ha cubierto de gloria el Gobierno Frankenstein al presentar un expediente así.
Este mal comportamiento lo podemos que enmarcar en dos condicionantes.
El primero es la composición del PIB de nuestro país, donde el peso de los servicios es muy importante. Dependemos más que otras economías, sobre todo, del turismo y de la hostelería y se trata de sectores que han sido duramente golpeados por la crisis sanitaria. Aunque su estructura no fuera tampoco la más adecuada. En cualquier caso, está claro que lo hemos hecho peor y la realidad es que otros países cercanos, muy dependientes también del turismo, como Italia, Portugal o Grecia han recuperado el PIB mucho antes que nosotros. Por otra parte, y en sentido contrario, la actual crisis energética está afectando en mayor medida a otros países europeos más dependientes del gas ruso y de la industria.
Decisiones necesarias
Como segundo factor del contexto no deberíamos soslayar la actuación de nuestro gobierno. Que quizás no haya servido para mejorar las cosas sino para empeorarlas. Sin ánimo de ser exhaustivos podemos recordar, por ejemplo, la deficiente gestión del covid, en la que hubo países que primaron la economía y otros la salud, pero aquí tuvimos lo peor de ambos mundos: gran impacto económico y pésima cifra de afectados. O que hemos gastado sin freno (aumento del 41% desde que llegó Sánchez), y consolidando una buena parte, lo que alimenta un déficit estructural del 4/5% y una deuda pública del 115% del PIB, es decir, una espada de Damocles monumental, sobre todo con el coste subiendo. O, en fin, que se han postergado reformas vitales e incluso se han llevado a cabo contrarreformas.
En definitiva, vamos a acabar perdiendo casi cinco años de crecimiento de PIB. Culminamos así otra mala etapa tras la que nos legó el segundo gobierno de Zapatero en 2011. Aunque, en realidad, la economía española lleva sumida en una crisis permanente desde la crisis de 2007. Y son 15 años. Ya va siendo hora de que alguien tome las decisiones necesarias sin supeditar todo a los resultados electorales. Veremos con el próximo gobierno …
Karl
Resumiendo a Gustave de Molinari (1819-1912): Los partidos políticos son ejércitos entrenados para conseguir el poder; Su método es alcanzar un número de seguidores que garantice una mayoría electoral. A los electores se les promete para ello tal o cual participación en los beneficios que seguirán al éxito, pero tales promesas —generalmente un "carguito" o un privilegio— sólo pueden ser satisfechas mediante la multiplicación de «poltronas» y/o mayores impuestos. A un político no le importa que el resultado sea un aumento de impuestos o deudas. La incesante competencia bajo la cual trabajan, primero en sus esfuerzos por asegurar el cargo, y luego para mantener su posición, los obliga a hacer del interés partidario su único cuidado, y no están en posición de considerar si este interés personal e inmediato está en armonía con el bien general y permanente de la nación.