Los aficionados a la “cosa política” hemos vivido unos días apasionantes con el debate del Brexit. Largas y muy encendidas sesiones en el Parlamento británico, donde han destacado el altísimo nivel del debate y la entrega de los políticos. Boris Johnson llegó a contestar casi 60 preguntas en una tarde. Una actividad política frenética que daba lugar a leyes que pasaban todos los trámites en apenas una semana. Tampoco los jueces se han quedado atrás y han tenido que dirimir cuestiones de profundísimo calado constitucional en muy pocos días. Y, por supuesto, todo con la mayor transparencia y educación. Sólo en la pacífica Luxemburgo tuvo el primer ministro que sufrir una humillación en una rueda de prensa de su homónimo luxemburgués. Esta escena ha hecho mucho daño a los partidarios de mantenerse en la UE.
El Reino Unido tiene un sistema que podríamos denominar “adversativo”. Quiero decir que el mandato democrático de carácter mayoritario –con algo menos de un 40% es suficiente para tener una mayoría fuerte en el Parlamento de Westminster- permite al gobierno llevar a cabo su programa con firmeza. Una prueba de ello está incluso en la arquitectura en la que son raros los hemiciclos y la norma son las cámaras en las que gobierno y oposición se miran de frente y no de soslayo. Estos gobiernos democráticos, representativos pero contundentes, pueden provocar grandes protestas en la calle, tal y como lo vivieron Thatcher o Blair y hasta cierto punto, aunque muy moderadas, Johnson. Todo forma parte del juego democrático y también de la historia del Reino Unido.
Ombliguismo y malos rollos
En España hemos vivido todo lo contrario. El petulante Sánchez, el llorón Iglesias, el confuso Rivera y el recientemente “arriólico” Casado han dado un espectáculo lamentable. No hay una sola intervención en el Congreso que pueda ser recordada. Hemos asistido a una exposición indecorosa de ombliguismo y de malos rollos personales que han dejado atónita a la población.
Es difícil hacer un resumen de la negociación si es que la ha habido, que sospecho que no. Parece ser que Podemos pedía, al principio, algo que se le concedió pero rehusó a última hora. Cuando pasado el verano desanduvieron el camino aceptando la última oferta del PSOE, ésta había caducado. Con respecto a Ciudadanos, Rivera hizo una oferta de última hora –supongo que por el pánico de ir a unas elecciones que no le pintan nada bien- y recibió como contestación del PSOE una carta en la que le decían que…¡ya se cumplía todo! pese a que las demandas del confuso Rivera, que puede acabar muy confundido el 10-N, eran todas de futuro. En fin, parece que entre pícaros anda el juego.
Elecciones inútiles
Johnson, en su épica, sube y sube en las encuestas. Todavía queda mucho, pero está rozando la mayoría absoluta. Sánchez, en su picaresca, parece que también sube pero para acabar con la misma dependencia de hoy para una investidura. Las elecciones serán inútiles salvo para aclarar (o cortar) alguna cabeza.
Los políticos suelen ser los últimos en apreciar los tiempos que corren (sobre todo en lo económico) y los cambios de mentalidad. Creo que Sánchez ha cometido un error garrafal al no apreciar que la picaresca en España a muy pocos les hace ya la más mínima gracia y someter a los españoles, por una cuestión personal, a otra campaña electoral le puede costar muy caro. La abstención y el hartazgo son malísimas consejeras para ir a las urnas a votar. Espero que las encuestas se equivoquen y el 10-N dé un resultado sorprendente. A veces, las elecciones hacen justicia y hoy Sánchez no merece ser presidente del Gobierno.