Independientemente de cómo se resuelva la trifulca de la Superliga, la Selección Nacional de Fútbol (ahora llamada la roja para no molestar a los “nacionales” de otros territorios de España) sigue disputando partidos en competiciones oficiales o partidos de entrenamiento para que el seleccionador vaya probando a quienes considere mejor para cada puesto. No hace mucho vi por televisión cómo los seleccionados celebraban un encuentro con otro equipo para la clasificación en una competición europea.
Mientras los veía jugar no podía evitar identificar a cada uno de nuestros jugadores con su alineamiento político o partidario. No todos habían dado a conocer su ideología. Más o menos los comentaristas y los muy forofos conocen pelos y señales de la vida de cada estrella de nuestro futbol nacional. Ese que acaba de tocar el balón -me decía yo- por lo visto, vota a Vox. Y a ese otro al que le ha pasado el esférico es independentista. El gol de España lo acaba de marcar uno del PNV a pase de una del Partido Popular. La jugada la inició uno que, según dicen, simpatiza con el PSOE. Al final, la victoria cayó del lado de los españoles. No sé que hubiera pasado si esos jugadores, cada uno de su padre y de su madre, con experiencias diferentes y con ideologías distintas, hubieran decidido que el independentista no le pasaba el balón al del PP y este no colaboraba en la jugada final con uno de Podemos. Sabían que tenían enfrente a un “enemigo” al que había que ganar si la selección no quería quedar eliminada en un campeonato en el que tanto se jugaba España. No tenían dudas: la división los derrotaba. La colaboración les podía llevar a la victoria.
Como con la Selección Nacional, es preciso colaborar con quienes han sido convocados para que la fuerza de todos se imponga frente a la división y la desunión
A cualquiera, y también a mí, se le puede ocurrir pensar que en nuestro país estamos luchando contra dos enemigos que, si nos ganan, nos echan a perder la vida. Uno es el coronavirus, el famoso covid-19. El otro es el intento de destruir lo que tanto costó construir en la modélica Transición que los españoles de toda clase y condición hicimos para pasar de una dictadura a una democracia en libertad. Al igual que hacen los jugadores de la Selección de Fútbol, lo sensato para ganarle a esos dos enemigos sería que quienes han sido seleccionados por el voto de los españoles en las últimas elecciones se olviden de sus siglas y de dónde vienen y unan sus fuerzas y sus talentos para ganar esas dos batallas. Y aquellos que se nieguen a colaborar con los otros seleccionados, que el seleccionador nacional, es decir, los electores, los sienten en el banquillo y no sean convocados para el siguiente encuentro. Hay que evitar que la covid nos gane y que la democracia pierda frente al autoritarismo y la dictadura. Para que eso no ocurra, como en la roja, hay que colaborar con quienes han sido convocados para que la fuerza de todos se imponga frente a la división y la desunión. Cuando se ganen esos dos desafíos, tiempo habrá para que, de vuelta a los correspondientes clubes, se vuelvan a enfrentar posiciones en asuntos que no son tan vitales para el futuro de todos.
Una cosa es que podamos estar algo interesados y otra cosa es que los comunicadores piensen que Madrid es el ombligo de España y hay que estar mirándose en él constantemente
El día 4 de mayo se celebrarán las elecciones autonómicas en Madrid. Estamos saturados de noticias relacionadas con esas elecciones. Es cierto que lo que pasa en la capital de España interesa. Una cosa es que podamos estar algo interesados y otra cosa es que los comunicadores piensen que Madrid es el ombligo de España y hay que estar mirándose en él constantemente. ¿Por qué esa avalancha informativa cuando se trata de Madrid y ese casi silencio cuando se trata de Murcia, La Rioja o Extremadura? Seguro que es porque piensan que en Madrid está el cogollito y la élite ciudadana de España. Si eso es lo que se cree, no estaría mal que lo predicaran con el ejemplo. Visto lo visto, el ejemplo que se está dando al resto de España sobre la campaña electoral madrileña no debe servir de modelo para nadie. Si en Madrid estuviera lo mejor, en su campaña electoral se refleja lo peor de la política. Hagan el favor de no seguir informando en los medios nacionales sobre ese espectáculo porque podría ser que el resto de España tuviera la mala idea de copiarlo y arruinar definitivamente la participación ciudadana en los futuros procesos electorales. Los madrileños no tienen la culpa del comportamiento de quienes aspiran a representarlos. Quiero que sepan -como los medios apenas informan de las elecciones autonómicas de las otras comunidades autónomas- que en esas otras regiones no se llevan los escándalos y la suciedad que animan la campaña electoral madrileña.
Ganarles dialécticamente
La penúltima gresca tuvo que ver con el abandono de un debate radiofónico de una gran parte de los candidatos a presidir la comunidad madrileña. Exigir la repulsa por cualquier agresión que sufra cualquier candidato debe ser condición para presentar credenciales democráticas. Marcharse cuando eso no ocurra es lo último que tienen que hacer los demócratas. A los autoritarios no hay que victimizarlos con el aislamiento. Hay que ganarles dialécticamente para que quienes les escuchen sepan que están fuera de la Constitución. Si abandonan un debate en una emisora de radio, ¿qué van a hacer cuando dentro de un mes tengan que compartir escaños con los mismos que los echaron? ¿También abandonarán la Asamblea de Madrid para no debatir con quienes añoran tiempos dictatoriales y no denuncian la violencia? ¿Se les va a dejar todo el campo para ellos? Pásenles el balón en esta campaña para que el seleccionador –los electores- vean que no deben volver a ser seleccionados en el equipo de la democracia.