Después de cada jornada electoral es bueno acordarse de Spinoza. En concreto, de lo que decía en el primer capítulo de su Tratado político: “Con el fin de observar en el dominio de la ciencia política una libertad de ánimo idéntica a la que solemos cuando se trata de matemática, he tenido sumo cuidado de no burlarme de los actos humanos, ni lamentarme o maldecirlos, sino comprenderlos”. Es difícil resistir la tentación de abandonarse a la burla, al lamento o a la maldición a la hora de analizar estas elecciones, pero vamos a intentarlo.
Durante la campaña hubo dos frases importantes. Probablemente no fueron decisivas, porque en realidad votamos movidos por impulsos menos claros, pero sí creo que ayudan a entender cuál es el ambiente político de estos tiempos en España. En España, sí; las elecciones en Castilla y León no pueden despegarse del ambiente político nacional, y es normal que sea así. Ninguna elección consiste ya en algo tan simple como decidir quién va a poner farolas, entre otras cosas porque la mitad de España pretende que hasta las farolas incluyan mensajes feministas, progresistas, identitarios o antifascistas.
La primera de las frases la dejó Pablo Fernández, candidato de Podemos y uno de los múltiples portavoces del partido a nivel nacional, y confirmaba esta idea sobre la dimensión actual de cualquier comicio: “Será muy sencillo llegar a un acuerdo con el PSOE para articular un gobierno que emule al que gobierna a nivel nacional”. El autor es el mismo que unas semanas antes dijo esto otro: “El CGPJ debería dimitir y dejar de hacer oposición al Gobierno de España”. En el argumento apelaba al hecho de que la renovación del Consejo llevaba años bloqueada, pero la razón fundamental no es ésa, sino la que expresaba antes: es intolerable que uno de los poderes del Estado ejerza su función de contrapeso a la voluntad ejecutiva y legislativa, siempre y cuando esa voluntad dependa del bloque de izquierdas. Días después era Luis Briones, el número tres en la lista del PSOE por Burgos, quien remataba el pase al hueco de Fernández; en su propia portería. En un debate electoral, preguntado precisamente por otro de los ejes de ese gobierno nacional que pretendían emular (la normalización de los pactos con Bildu), Briones respondía que “lo que tienen que hacer en este país es reconocer a las víctimas y saber perdonar a los verdugos”. Con “víctimas y verdugos” se refería a las víctimas de ETA y a los antiguos compañeros de Otegi. Con “este país” imagino que se refería a España.
Diez de los partidos del Congreso son partidos regionalistas o nacionalistas, y probablemente en las próximas generales serán once o doce, si se mantienen los resultados de ayer
Tras la jornada de ayer los socialistas de Tudanca y Briones pierden siete escaños, y Podemos uno de los dos que tenían. Los dos socios del Gobierno son sin duda los principales perdedores de estas elecciones, pero es una derrota con trampa, porque los grandes triunfadores fueron las plataformas surgidas al calor de un movimiento que sólo irónicamente puede llamarse España Vaciada. UPL ganó dos escaños, Soria Ya entró con tres, y los de Ávila mantuvieron el que tenían. En total, siete escaños para partidos con reivindicaciones provinciales. Ciudadanos, que a pesar del nuevo relato no nació para “alejar a los dos partidos nacionales de los extremos” sino para ofrecer una auténtica idea de España, ilustra con su descalabro el nuevo tiempo político en el que nos encontramos. Un tiempo en el que diez de los partidos del Congreso son partidos regionalistas o nacionalistas, y probablemente en las próximas generales serán once o doce, si se mantienen los resultados de ayer.
Con esta representación cada vez mayor de partidos sin vocación nacional será aún más difícil conformar un gobierno alternativo al bloque de la moción de censura. PP y Vox quedan como únicos socios del bloque de la derecha, y no parece que la convivencia vaya a ser fácil. Los populares han repetido durante la campaña que no gobernarían con los de Abascal, y llevan meses repitiendo el mantra, no llega ni a idea, de que lo que ellos ofrecen es gestión, y de que el único discurso que deben defender es el discurso del alejamiento respecto a Vox, sin especificar nunca qué es en realidad eso de lo que deben alejarse.
El problema para Vox es que sale siempre a epatar, y aunque podría pensarse que es una estrategia mejor, a largo plazo puede tener el mismo efecto
Por otra parte, Vox parece a partir de ahora el principal aspirante, teniendo en cuenta que los conservadores moderados salen a empatar todos los partidos. El problema para los de verde es que ellos salen siempre a epatar, y aunque podría pensarse que es una estrategia mejor, a largo plazo puede tener el mismo efecto. En Castilla y León parece que les ha funcionado, han pasado de un escaño a trece, pero sus posibilidades de éxito no dependen de lo que ellos hagan bien, sino de que el PP lo haga cada vez peor. En ese sentido, la única opción de crecimiento para Vox es que el PP se empeñe en frenar el ascenso de Ayuso y en seguir ofreciendo espectáculos como el que dieron en la votación sobre la reforma laboral.
La papeleta ahora es para Mañueco y para la dirección de los populares, y sólo hay tres opciones. O empeñarse en una mayoría en solitario que no va a producirse, o abrazar sin complejos los pactos con Vox, o intentar recuperar el terreno político que han ido cediendo a estos últimos. Dos de estas opciones exigirían articular un discurso serio, sólido y adulto, más allá de las consignas y de los argumentarios; la otra no exige más que frases vacías y confianza ciega en algunas encuestas seleccionadas, pero les conduciría al desastre. Con las elecciones andaluzas en el horizonte y las próximas generales cada vez más cerca, no falta mucho para que conozcamos el desenlace.