Aunque discrepen en las causas, muchos autores coinciden en que la libertad de expresión, de opinión, se encuentra en retroceso en Occidente ante el imperio de una ortodoxia del pensamiento y el ascenso de una mentalidad censora, de cancelación de los disidentes, de intolerancia con la discrepancia, la crítica y el debate. Mientras tanto, se multiplican las leyes que, asignando derechos especiales a colectivos concretos, vulneran principios fundamentales como la igualdad ante la ley o, incluso, la presunción de inocencia, mientras se difuminan esos cruciales mecanismos que establecen límites al ejercicio del poder. Todos estos elementos parecen cuestionar la propia existencia del estado liberal.
Hay quienes creen ver, incluso, una senda de convergencia con regímenes como el de China y aunque, por suerte, aún media una notable distancia, no es señal halagüeña que se imiten algunas ocurrencias surgidas en aquellas latitudes. En cualquier caso, resulta paradójico que el enorme avance de la ciencia y la tecnología haya desembocado en el surgimiento de nuevos dogmas y el estrechamiento de la libre opinión. O quizá no sea tan paradójico.
La libertad es incompatible con la existencia de ortodoxias o verdades absolutas: necesita un espacio de duda, de consciencia de nuestras propias limitaciones. Los dogmas obligatorios suelen surgir cuando se trastoca el curso natural de los cambios, ese delicado proceso por el que los nuevos conocimientos, actitudes e ideas se van incorporando al acervo heredado del pasado. La tensión entre tradición y nuevos valores, entre creencias (doxa) y nuevos conocimientos (episteme), es tan antigua que ya fue objeto de debate en la Grecia clásica. Pues bien, la libertad individual requiere una relación armónica entre ambos, un equilibrio que no puede inclinarse excesivamente hacia ninguno de los extremos sin que aparezca la amenazadora sombra de la verdad absoluta. Porque lo antiguo necesita el contrapeso de lo nuevo; y lo nuevo de lo antiguo.
La libertad individual es una delicada planta que se marchita en sociedades aferradas a una tradición inmutable, a una eterna ortodoxia. Pero tampoco florece en sistemas, como el Occidente moderno, que rompen radicalmente con su pasado. No encuentra terreno abonado allí donde lo referido a la conciencia, a lo que es correcto o incorrecto, se establece como regla obligatoria por alguien investido de especial autoridad, llámese experto o ayatolá.
El difícil equilibrio entre lo nuevo y lo antiguo
En The Constitution of Liberty, Friedrich Hayek sostiene que la herencia cultural del pasado desempeña un papel fundamental. La sociedad liberal requiere unos valores, costumbres y creencias compartidas, que son resultado de la experiencia histórica, de un dilatado proceso de evolución adaptativa, prueba y error, donde solo sobrevivieron las pautas más exitosas. Este acervo cultural es valioso porque contiene la sabiduría acumulada por la sociedad durante muchos siglos.
Ahora bien, para evitar que se petrifiquen, que se conviertan en grilletes, estas normas culturales heredadas no pueden ser coactivas o estrictamente obligatorias. Deben estar abiertas al cambio, ya que algunos aspectos van quedando obsoletos o desfasados. Precisamente, la libertad individual para vulnerar estas normas, para adoptar otras distintas es, según Hayek, un mecanismo que favorecía la evolución pues permitía experimentar, probar nuevas vías. Y, aunque muchas veces fracasara, el transgresor a veces acertaba, descubría una vía mejor, que era imitada por el resto.
Olvidaron que la ciencia no puede establecer los fines, ni tomar las decisiones que corresponden a los ciudadanos a través del sistema democrático
En el Occidente actual, la creencia de que las proposiciones científicas son verdades absolutas, dogmas que deben guiar de forma obligatoria la conducta de los individuos, acabó desequilibrando el proceso a favor del último descubrimiento, de la moda, propiciando la conversión de los expertos en sumos sacerdotes. Olvidaron que la ciencia no puede establecer los fines, ni tomar las decisiones que corresponden a los ciudadanos a través del sistema democrático.
Los conocimientos científicos son, por definición, provisionales, imperfectos, especialmente en ciencias sociales. Buena parte de los nuevos hallazgos son erróneos, hasta el punto de que John Ioannidis mostró en un famoso artículo que la mayoría de las nuevas aportaciones en su campo científico, la medicina, están equivocadas. Aunque esto no constituye un problema grave, porque la ciencia posee un lento, pero eficaz, método para ir corrigiendo los errores a través del debate, la crítica, la constante contrastación y refutación, cualquier selección interesada de estos muy provisionales resultados puede convertirse, con la colaboración de los medios, en un potente instrumento de manipulación.
Demasiada gente acepta hoy día, como verdades absolutas, auténticas majaderías, como que todas las asignaturas deben enseñarse "con perspectiva de género"
Se sobrevalora en exceso el consejo del experto, especialmente en ciencias sociales, olvidando que el conocimiento se encuentra hoy tan fragmentado, que cada profesional domina tan solo una minúscula porción del campo del saber: Nadie posee una visión profunda y panorámica de todo el conjunto. Por ello, aunque los criterios de ciertos expertos susciten hoy la misma credibilidad que tuvo en su día el oráculo de Delfos, sus recomendaciones deberían tomarse con mucha más cautela, especialmente cuando acaban afectando a aspectos de la realidad que son ajenos a su correspondiente campo de estudio.
Un ejemplo muy ilustrativo de este deslizamiento hacia la moda y la ruptura con el pasado son esas reformas educativas que desprecian la enorme experiencia acumulada por maestros y profesores para rendir pleitesía a la última teoría del pedagogo de cabecera. Los nuevos métodos no se implantan con prudencia, tras contrastar sus resultados con los tradicionales, sino de forma coactiva, por ley, como si cualquier ocurrencia mínimamente elaborada constituyera la verdad revelada. Como resultado, demasiada gente acepta hoy día, como verdades absolutas, auténticas majaderías, como que todas las asignaturas deben enseñarse "con perspectiva de género".
La pandemia retrató a Occidente
Esta apoteosis de lo último, ese ambiente incompatible con las libertades, se manifestó en grado superlativo en la gestión del Covid. No solo se despreció la dilatada experiencia de la humanidad para afrontar pandemias; también se rechazaron súbitamente conocimientos científicos asentados hasta el momento para sustituirlos por otros improvisados, que no admitían discusión o cuestionamiento. Se censuró a los académicos que planteaban hipótesis alternativas, desvistiendo así al conocimiento científico de sus elementos centrales: la crítica, el contraste entre hipótesis y la posibilidad de refutación. Durante la última pandemia se politizó la ciencia hasta extremos inauditos, convirtiéndola en un mecanismo de control social.
Esta preponderancia de los expertos mediáticos, junto con los intereses de la clase política, desembocaron en 2020 en una de las mayores y más absurdas violaciones de derechos y libertades que han conocido los países democráticos. Y también en uno de los más infames e ignominiosos espectáculos de las últimas décadas, con personajes autodenominados liberales apoyando incondicionalmente el encierro coactivo de todos los sanos, algo que China todavía sigue perpetrando, o exigiendo la revocación de derechos fundamentales para quiénes no se vacunaran. Se mostraba, una vez más, que defender la libertad requiere valentía, escepticismo y ciertas dosis de vergüenza torera.
Porque tan dañino es para la libertad un entorno donde la ideología de género está prohibida, como otro donde es obligatoria
Al desprenderse de sus raíces, Occidente ha dejado de ser un modelo para otras culturas, que no entienden esa denodada obsesión por autoflagelarse, por abjurar completamente de un pasado que siempre tendrá luces y sombras. Difícilmente obtiene respeto quién no se respeta a sí mismo. Este predominio absoluto e indiscutible de los expertos ha generado una deriva hacia una utopía que combina rasgos de Un Mundo Feliz, con otros de 1984.
Quizá el fracaso de lo nuevo, la intensa andanada de moralina barata lanzada e impuesta desde arriba, ha llevado a algunos a buscar refugio y soluciones en el extremo contrario, en modelos que intentan conservar una tradición inmutable. Solo así podría entenderse esa sorprendente admiración por el execrable régimen de Vladimir Putin. O la crítica demasiado tibia al Irán de los ayatolas. Porque tan dañino es para la libertad un entorno donde la ideología de género está prohibida, como otro donde es obligatoria.
Corregir el rumbo implica recuperar el equilibrio, situarse en ese espacio intermedio de duda, humildad, ausencia de seguridad absoluta. Y aceptar, con espíritu crítico, el legado del pasado. Ni prohibido ni obligatorio; ese es el estrecho margen de la libertad individual.
Dinan
Excelente Sr. Blanco. Deseo que muchísima gente lea su artículo. Gracias.
PCP
Magnífico artículo. Resume, analiza e identifica las causas de los principales problemas que aquejan hoy a nuestra sociedad. Le felicito, Sr Blanco
José Alejandro Vara
No creo pero sí.
xsibai
Creo recordar que en Suecia no se tomaron medidas coactivas, solo recomendaciones, y el resultado fue el mismo, en porcentaje de enfermos, que en el resto de países europeos. ¿Tenemos que seguir con la afirmación que los nórdicos son mas inteligentes que nosotros?, o por el contrario, que la precaución extrema no sirvió para nada.
gwy
Me resulta doloroso, pero el sr. Blanco fracasa estrepitosamente cada vez que pretende justificar su insumisión a las medidas de prevención contra la pandemia. Fracasa cuando habla de que se han apoyado "incondicionalmente" medidas como el confinamiento. No, señor Blanco, nada de "incondicionalmente", sino con muchas condiciones y después de muchos muertos. Por eso el TC declaró inconstitucional el famoso decreto del psicópata de Moncloa no porque se estableciese un confinamiento, sino porque se impidiese al Parlamento ejercer la vigilancia y control que entonces eran más necesarios que nunca. Fracasa, sr Blanco, cuando se muestra incapaz de hacer compatibles la libertad individual y la responsabilidad individual; cuando naufraga en interpretar y solucionar algo tan inevitable en la vida en sociedad como es el conflicto de derechos. En otras palabras, sr. Blanco: ¿por qué hubo necesidad de obligarle a tomar las medidas básicas de prevención, y no salieron de usted?
Karl
"La libertad que será usada por sólo un hombre entre un millón, puede ser más importante para la sociedad y más beneficiosa para la mayoría, que cualquier libertad que usemos todos." ~Friedrich August von Hayek
Norne Gaest
El ejército hace mutis también mientras el gobierno atenta contra el ordenamiento constitucional y los nazionalistas atentan y prometen volver a hacerlo contra la unidad nacional, tras un golpe de estado previo. Y desobedecen las leyes impunemente.
Karl
«Mientras no lo tomen en serio, [quien] dice la verdad puede vivir un tiempo en democracia. Después, la cicuta.» ~Nicolás Gómez Dávila
Karl
«La libertad de imprenta es la primera exigencia de la democracia naciente y la primera víctima de la democracia madura.» ~Nicolás Gómez Dávila
Chus
Occidente, encarnación de una Sociedad con una visión de la realidad causal. Todo es causa y, a la vez, efecto que cambia la realidad. Jung, bajo el magisterio metafísico de Campbell, refutó a Occidente, a la vez que reivindicaba un Oriente no causal. Un >Oriente en el que se encarna la Sincronicidad. Lo espiritual, no causal, que no se puede ver, pero es imposible dejar de sentir. Y aquí estamos todos los arrojados al Mundo, tristes. Occidentales. Gracias por su texto, que espero que tenga continuidad en este Mundo tan materialista, que se quiere representar a sí mismo como espiritual.
Hanio
Consejo de Ministros. - A ver Carlos,¿qué tal has aterrizado en el Ministerio?¿Te adaptas bien al puesto? -Sí jefe,todo va bien.Lo único,no sé si se acuerda.Lo que hablamos de mi chica. -Claro!¿cómo me voy a olvidar?Chiqui,apunta.A la novia de este me la haces jefa de algo.Y tú,Carlos,no me trates de usted ni me llames jefe,llámame Pedro que aquí somos todos colegas.