“A la tarde te examinarán en el amor”. San Juan de la Cruz
Analizar y sintetizar son dos procedimientos complementarios de los que nos valemos para asomarnos a las realidades complejas. Mediante el análisis las descomponemos en porciones más pequeñas y tratamos de entender la relación que liga unas a otras. A través de la síntesis fusionamos las piezas y componemos el todo.
No hay realidad más compleja que el ser humano. Sin embargo, es solo la unidad elemental de un sistema mayor, la sociedad, en el que las partes se asocian o repelen según complejas y, a veces, misteriosas reglas. La agregación de piezas cambia la naturaleza misma del todo porque cambia las relaciones entre ellas. Entender el elemento no implica comprender el conjunto y viceversa.
Pequeñas dosis de verdad
La premisa bajo la cual funcionan estos dos métodos de comprensión es la humildad: nuestro conocimiento es parcial y susceptible de cambiar a medida que aportamos más información al cuadro general. Esto no significa que no podamos tener certezas. Deducimos categorías que añaden pequeñas dosis de verdad y con ellas tratamos de ir formándonos una idea sobre el funcionamiento del mundo.
Cuando era pequeña dedicaba mucho tiempo a pensar el deseo que pediría al soplar las velas de mi cumpleaños. Era una tarea que debía estar hecha con antelación porque la ocasión se presentaba solo una vez al año y la duración de los efectos era desconocida. Tras sucesivos procesos de análisis y síntesis siempre concluía que mi deseo del año anterior era imbatible y volvía a pedirlo con los párpados apretados mientras soplaba. Pedía ser feliz.
Contextos y síntesis
Aún no sabía que esa búsqueda, la de la felicidad, era un derecho inalienable de todos los seres humanos. La necesidad de sintetizar en una petición el verdadero anhelo de una vida me ha acompañado durante toda mi existencia y me ha llevado a esforzarme por identificar las piezas que la formarían. Una vez tras otra me encontraba con que éstas variaban en función de las circunstancias del momento. Han tenido que pasar muchos años para que los distintos contextos permitieran la síntesis. Ya no pido ser feliz al soplar las velas. Pido amar y ser amada.
Dependía de cosas como ser útil, mantener viva la curiosidad y la capacidad de asombro, seguir aprendiendo, proponerme retos y encontrar placer acercándome a su consecución
Cuando fui consciente de que sin esos ingredientes ninguna felicidad era posible me di cuenta de que no todo era cuestión del azar. Dependía de cosas como ser útil, mantener viva la curiosidad y la capacidad de asombro, seguir aprendiendo, proponerme retos y encontrar placer acercándome a su consecución. Dependía de mí, pero también dependía de los otros, del efecto que mis acciones tenían en ellos.
Creamos categorías para simplificar la toma de decisiones, los argumentos o enfocarnos a la solución de problemas específicos comunes, pero no son la verdad ni nos dicen mucho sobre el individuo concreto o su comportamiento. Son herramientas auxiliares de las que ir desprendiéndose a medida que el conocimiento se sofistica. Las características colectivas son artificios intelectuales carentes de existencia propia, útiles para mostrar algún aspecto de la realidad que observamos pero inservibles, e incluso engañosas, como referencias morales. No dotan de vicio o virtud por el hecho de investirse con ellas. Una persona no dice la verdad o miente por pertenecer al colectivo mujer o varón. No es santo o demonio, trabajador o delincuente, por ser compatriota, extranjero, obrero o empresario.
La tosca simplicidad
Cuando la etiqueta define al individuo lo hace por oposición a las características de otro, rechazando su humanidad común, la responsabilidad de los propios actos y sus efectos sobre los demás.
Podemos categorizar o adherirnos a un grupo tanto como necesitemos en tanto que recordemos su limitado carácter instrumental, porque si la tosca simplicidad de la etiqueta suplanta a la complejidad del individuo, los seres humanos a los que agrupa se vuelven intercambiables y sustituibles. Por eso los discursos que apelan a la categoría no precisan de personas sino solo de estereotipos.
No somos colectivos. Somos criaturas que se afanan por amar y ser amadas en su absoluta unicidad.
“A la tarde te examinarán en el amor”, decía San Juan de la Cruz. Creo que si esperamos a la tarde ya no importará mucho el resultado.
Starets
Elena: gracias por tu artículo. Aunque yo creo en Dios (en mi Dios), mi punto de vista se asemeja más al de Jardiel Poncela en "La tournée de Dios" que al San Juan de la Cruz del "Cántico espiritual". Creo que Dios tiene amor, sí, pero, si no en poca cantidad, ya que ha de ser infinito en todo, sí creo que posee mayor cantidad de otros atributos menos agradables que ese. San Juan fue probablemente un "enchufado" espiritual y creo que se pasó bastante de listo con frasecitas suyas como la que citas. Cuando el amor se lo regalan a uno es fácil pontificar sobre el mismo.
xsibai
Yo lo veo como un artículo de exhibición cultural. Voy a ver si pergeño uno sobre la melancolía, que va a venir que ni pintado para los tiempos que corren.
poraquiandamos
¿Y este artículo, viene para inaugurar la nueva SECCIÓN MÍSTICA de Voz Pópuli?