El mundo moderno nos ha traído infinidad de sistemas de pago. Todos tenemos tarjetas de crédito o de débito que funcionan en redes como las de Visa, Mastercard o American Express. Muchos empleamos sistemas online como PayPal y cada vez son más populares los pagos desde el teléfono móvil con aplicaciones como Apple Pay. El principal problema de estos servicios es que no interactúan entre ellos. No podemos, por ejemplo, enviar dinero de PayPal a Apple Pay. Necesitamos un banco como intermediario para esa operación.
También sucede que hay servicios que funcionan en unos países y en otros no. Ese es el caso Orange Cash, que puede utilizarse en España y Francia, pero no en Alemania o Italia. Otro de los problemas de estos sistemas es la privacidad. Todas las transacciones quedan registradas tanto en las compañías de tarjetas de crédito como en los bancos que sirven de intermediarios.
Cuando nació PayPal a finales de los años 90 una de las intenciones de sus creadores era crear una moneda global que existiese al margen de los bancos y de los Estados, pero nadie sabía cómo crear una moneda online desde cero, así que PayPal tuvo que conformarse con ser lo que es hoy: un simple procesador de pagos de alcance mundial.
La solución a este enigma la encontró un tipo llamado Satoshi Nakamoto quien, en 2008, publicó un artículo en una lista de correo describiendo el sistema P2P de dinero digital. La idea de Satoshi era simple. En lugar de depender de una autoridad central el sistema estaba configurado de modo que cada transacción fuese seguida y registrada en un libro mayor de cuentas. Las transacciones serían anónimas y eso pondría a salvo la privacidad.
La Libra de Facebook viene respaldada por una reserva de activos reales de baja volatilidad, como bonos del Estado, y también cuenta con el apoyo de grandes empresas, como PayPal, Uber o Spotify
El libro de cuentas estaría distribuido en todos los computadores del sistema, por lo que no haría falta centralizar nada. A esta base de datos compartida se la llamaría cadena de bloques o blockchain, denominada así por la forma en la que el sistema agrupa las transacciones en conjuntos llamados bloques que van añadiéndose en cadena. Así, en resumidas cuentas, es como nació Bitcoin.
Hoy esta criptomoneda la emplean millones de personas en todo el mundo, pero tiene sus limitaciones. Las transacciones son algo lentas. Un simple pago puede demorarse cinco o diez minutos hasta que termina de procesarse. Visa hace ese mismo trabajo en una fracción de segundo. La privacidad dentro de Bitcoin es absoluta, pero desaparece cuando los bitcoins se convierten en dólares o euros. Por último, la oferta de bitcoins está limitada a 21 millones de unidades, lo que significa que será una moneda deflacionaria. Algo ideal para los tenedores a largo plazo, pero no tanto para los usuarios a corto plazo.
Resumiendo, que Bitcoin es un buen instrumento de ahorro y de inversión, pero no funciona demasiado bien como dinero. Esa es la razón por la que, con la misma filosofía, han aparecido otras criptomonedas que ofrecen mejores prestaciones que el bitcoin original. Y es aquí donde ha entrado Facebook y su Libra. El sistema promete ser rápido en el proceso de las transacciones, tanto como Visa o Mastercard, y viene respaldada por una reserva de activos reales de baja volatilidad como bonos del Estado, en lo que han dado en llamar el "Libra Reserve". También cuenta con el apoyo de grandes empresas como PayPal, Uber o Spotify.
Divisa global
En definitiva, Libra aspira a ser un procesador de pagos global con su criptomoneda incorporada, una criptomoneda que, a diferencia de otras, cuenta con un respaldo en activos reales e importantes empresas que valen miles de millones de dólares en Bolsa. Entonces, ¿qué pinta Facebook en todo esto? Facebook es algo así como el nodo central en tanto que para usar ese sistema y esa moneda habrá que tener una cuenta en esta red social.
Eso tiene sus innegables ventajas. Para mucha gente en el tercer mundo que no tiene acceso a servicios bancarios pero sí a una cuenta en Facebook, algo como Libra les será de utilidad. Podrán enviar dinero y recibirlo, especialmente desde el primer mundo en forma de remesas. Esto de las remesas en Europa o Estados Unidos nos puede sonar extraño, pero para muchos países de Hispanoamérica, África o el sudeste asiático suponen un porcentaje significativo de su PIB.
En principio suena bien, parece un buen invento. Pero no olvidemos que Facebook no deja de ser una empresa privada cuyo primer objetivo es crear valor para sus accionistas. Y es aquí donde aparecen algunas cuestiones sobre Libra. La primera y fundamental es quién creará las libras y quien se encargará de supervisar esa emisión. Lo hará la Asociación Libra, con sede en Ginebra y formada por cien miembros que no pueden tener ninguno de ellos más del 1% de la red.
Mucha gente en el tercer mundo que no tiene acceso a servicios bancarios pero sí a una cuenta en Facebook podrá enviar dinero y recibirlo, especialmente desde el primer mundo, en forma de remesas
Pueden unirse más, pero tienen que adelantar 10 millones de dólares y adquirir el software necesario. No parece mucho hasta que se mira en la letra pequeña. Cualquier compañía que quiera participar tiene que valer más de mil millones de dólares en Bolsa. Si son ONG deben figurar en el Top 100 del Charity Navigator y tener un presupuesto anual de no menos de 50 millones de dólares. Si son universidades han de estar entre las cien primeras del ranking QS y contar con un departamento de ciencia computacional.
Este grupo necesariamente limitado podría llegar a controlar una divisa de ámbito global y todas sus herramientas financieras. Pero el verdadero dueño del castillo sería Facebook, que es por donde han de pasar todas las transacciones. ¿Qué ganan entonces los socios? Bastante. Pasarían a ser dueños de un gran banco no sujeto a regulación bancaria alguna y, además, tendrían acceso a todas las transacciones, es decir, a toneladas de datos, oro puro para las empresas. Pueden jurar por los clavos de Cristo que no harán uso de esa información, pero con el precedente de Cambridge Analytica nada invita a pensar que así sea.
El sistema Libra dejaría, eso sí, al sector bancario fuera de juego y no creo que se den por vencidos a la primera. Un banco tiene que cumplir una regulación draconiana y someterse a la supervisión del banco central. ¿No debería Libra hacer lo mismo si, aunque lo travistan de palabrería tecnológica y solidaria, se va a dedicar en esencia al negocio bancario? Eso mismo es lo que les van a pregunta al día siguiente de entrar en funcionamiento.
Pero la pregunta del millón es si algo así se lo permitirán los gobiernos. A fin de cuentas, una de las prerrogativas sagradas del Estado es acuñar y supervisar la moneda. Emitirla es desde siempre fuente de poder y, además, algo muy rentable. Hayek ya trató este tema en "La desnacionalización del dinero" mostrándose partidario de que las empresas emitiesen su propio dinero desvinculado del que crea el Gobierno.
Libra va en esa dirección y es por ello que no se lo van a poner fácil. Un segundo después de nacer se encontrará con todos los políticos de Europa y Estados Unidos enfrente. Desatarán primero una formidable campaña de prensa y luego una tormenta regulatoria. En ese momento es posible que todo el proyecto tenga que replantearse desde cero y el sistema Libra quede reducido a un simple PayPal para Facebook dotado de unos tokens digitales respaldados por dólares. De lo contrario, descubrirán con gran amargura cómo al Estado se le puede torear en otras cosas, pero no en las de comer.