Dos horas y media antes de que Vladimir Putin invadiera Ucrania, los barones del PP torcían el brazo a Pablo Casado tras cinco horas de lucha en la sede de Génova y conseguían que el aún presidente prometiera por escrito que no se presentaría al congreso extraordinario que entronizará a Alberto Núñez Feijóo y ponía fin al golpe palaciego en el PP.
La política se escribe –sobre todo en España- con renglones torcidos: por dos horas y media, las que van desde que Casado decidió rendirse hasta que los carros blindados rusos entraban en Ucrania, no fracasó la revuelta contra la cúpula popular. “Si Pablo hubiera seguido resistiendo o si Putin hubiera adelantado la invasión a la una de la madrugada española –dicen fuentes del nuevo PP- la guerra habría desbaratado todos los planes y, posiblemente, la llegada de Feijóo se habría frustrado”.
Lo mismo puede decirse del plan de Teodoro García Egea con la norma estrella de la vicepresidenta Yolanda Díaz, la Reforma Laboral. El plan de Egea era brillante: en secreto, amarró el ‘no’ de los dos diputados de UPN que tumbarían por sorpresa la votación, provocaría la dimisión de Díaz y la consiguiente crisis de Gobierno y obligaría a Pedro Sánchez, según los planes de la dirección popular saliente, a convocar elecciones anticipadas, algo que tampoco desagradaba del todo en Moncloa.
Pero el renglón torcido de la historia del PP fue, en esa ocasión, Alberto Casero, mano derecha de Egea, que se equivocó al votar y echó por tierra estrepitosamente todo el plan del ingeniero murciano. Ese ‘error’ de Casero costó, según los trackings del PP en Castilla y León, 6 puntos en la intención de voto, de los que solo se recuperaron 3 el 13-F. Y el resto, como Egea y Casero, ya es historia.
Feijóo, Ayuso y el reparto de papeles
Pero los lodos de aquellos polvos no solo han ahogado a Casado y sus fieles. Hay otra víctima colateral inesperada de la guerra en el PP: el presidente del Gobierno. La llegada a la planta séptima de Génova de Feijóo y la instalación definitiva de Isabel Díaz Ayuso en la primera como presidenta del PP de Madrid –algo que le ha garantizado el gallego a la madrileña antes de verano- rompe los planes que Moncloa, desde los tiempos de Iván Redondo, viene alimentando.
El exgurú del presidente convenció a Sánchez de la necesidad de alimentar a Vox como referente de la derecha e intentar conseguir el ‘sorpasso’ de los de Santiago Abascal a un PP acosado, hasta 2019, por los escándalos judiciales –Bárcenas, Gürtel, Camps- convenientemente alimentados por la inefable Dolores Delgado (“¿la Fiscalía de quién depende? Pues eso…”, Sánchez dixit).
Cuando la tormenta judicial pasó, llegó el intento de descabalgar al PP de los gobiernos regionales en Murcia y Madrid, pero la primera fracasó y en la segunda emergió la figura de Isabel Díaz Ayuso el 4-M. Y los populares, expertos en buscarse problemas, comenzaron una guerra interna que Moncloa no dudó en alimentar con sospechas sobre los contratos de la pandemia.
Redondo siempre tuvo en la cabeza convertir a Sánchez en la referencia del centro para que pudiera pactar a derecha (PP) o izquierda (UP, ERC y demás Frankenstein). Para ello, había que desplazar el eje de la derecha hacia Vox: si la referencia son los de Abascal como principal partido de la oposición –pensaba Redondo- Sánchez queda centrado por mucho que, hasta ahora, se haya apoyado en Podemos et allii.
Además, y para completar el panorama, necesitaba en el PP alguien que tuviera muy claro que, tanto por lo personal como por estrategia, estuviera dispuesto a mantener el ‘cordón sanitario’ ante Vox, lo que condenaba al PP a pactar, como subordinado, siempre con el PSOE de Pedro Sánchez cuando este lo necesitara y decidiera romper con sus socios de la izquierda.
Casado no se hablaba con Abascal desde su discurso en la moción de censura al presidente del Gobierno que rompió todos sus puentes con Vox y que, en lo personal, acabó con una relación de años. García Egea, además, había dado orden –también a Mañueco en Castilla y León- de no meter a Vox en ningún Gobierno del PP: pactar acuerdos con los minoritarios para, como en Madrid o Andalucía, obligar a Vox a dar el apoyo externo para la investidura.
Pero Casero se equivocó al votar y Putin invadió Ucrania dos horas y media ‘tarde’ y Casado y Egea fueron derrocados. En el nuevo PP tienen muy claro que, como dijo Ayuso, mejor pactar con el partido de Ortega Lara que con quienes le secuestraron y querían matarlo.
“Lo hemos dejado claro en Castilla y León”, insiste un miembro del PP con responsabilidad en el congreso de Sevilla. La estrategia es “perfecta”, insiste: “Feijóo –con gente como Juanma (Moreno)- disputará el voto a la derecha del PSOE y de los propios socialistas que no comulgan con Sánchez y sus socios. Y Ayuso, a intentar recuperar a toda la gente del PP que se ha ido a Vox. Sin ningún complejo”, remarca.
Y otros recuerdan un detalle que no es baladí: Miguel Ángel Rodríguez se lleva muy bien con Feijóo, y así lo demuestran las fotos de la última Conferencia de Presidentes en La Palma
Y otros recuerdan un detalle que no es baladí: Miguel Ángel Rodríguez se lleva muy bien con Feijóo, y así lo demuestran las fotos de la última Conferencia de Presidentes en La Palma. El spin doctor madrileño tejió la nueva relación entre la madrileña y el gallego en una mesa de una terraza madrileña –junto al consejero Enrique López- el día de la toma de posesión de Ayuso en junio pasado.
Mañueco ha roto el cordón sanitario del PP a Vox, una de las líneas rojas que Moncloa tenía asegurada con la anterior dirección popular. Ayuso mantiene –según confirmó en este medio él mismo- interlocución con Abascal. Y los planes de Moncloa se han complicado por mucho que desde el Gobierno se siga alimentando a la extrema derecha identificando con ella a todas las protestas del transporte por el insoportable aumento de los combustibles.
Pero ya no cuela. En el nuevo PP hay quien habla sin complejos con Vox y quien le disputa el centro a Sánchez. El tándem Feijóo-Ayuso puede ser la tumba política de Su Sanchidad… siempre que el PP no se empeñe en volver a pegarse otro tiro en el pie.